—Anne, súbele ahí el volumen. —Arlene alzó la voz dirigiéndose a su compañera de trabajo, que rápidamente extendió el brazo hacia el ordenador y subió el volumen de la música—. Me flipa esta canción —dijo para sí misma con convicción mientras se acercaba a la barra—. Tres mojitos y una caipiriña. —Se puso de puntillas, inclinándose hacia Enzo para que la escuchara mejor.
Él le dedicó una sonrisa como de costumbre. Aquel día encontraba a la morena especialmente contenta, aunque lo que no sabía era que había estado así toda la semana. Lo que también desconocía era que el causante de aquel buen humor tenía nombre y apellidos, pero fuera lo que fuese, le gustaba verla sonriente.
—Tío, hay que decirle a Laila que ponga una barra de pole dance. —El joven alzó una ceja, incrédulo—. Y te ponemos a bailar, ¿qué te parece? —Arlene rio al ver la cara de enfado de Enzo—. Hay que recuperar las pérdidas de enero.
—Muy ingeniosa. —Le colocó la última copa en la bandeja para que se la llevara—. Tira, anda.
—Qué aburrido. —Le sacó la lengua antes de coger la bandeja y perderse entre la gente.
El local se encontraba abarrotado. Los universitarios buscaban celebrar sus aprobados y el de sus compañeros, pero también olvidar los suspensos. El resultado tanto para unos como para otros era el mismo: jóvenes sedientos de alcohol esperando pasar un buen rato.
—Qué tía —susurró Enzo con una risa contenida contemplando a Arlene cantar con unos clientes el estribillo de la canción mientras daban pequeños saltos.
—Tenéis que dejar de beber chupitos a escondidas. —Anne se acercó para coger en la nevera unas latas de refresco, tenía la suficiente madurez como para poner algo más de cordura en "Jamais Vu", pero a su vez sabía divertirse y dejar que sus compañeros de trabajo también lo hicieran—. ¿Qué le hiciste hoy? —preguntó refiriéndose al buen humor de la morena.
Enzo añadió dos cucharadas de azúcar a los vasos que tenía en frente, procesando todavía la frase.
—¿Cómo que qué le hice? —dijo confuso.
—¿No estáis liados? —El coctelero chasqueó la lengua y volvió a centrar su atención en los mojitos, exprimiendo media lima sobre el azúcar—. Si es vuestro secretito no me entrometo más, no te preocupes —expresó indiferencia, y dejó las bebidas sobre la barra para rasgar una bolsa con hielos del congelador.
—Que no, que no tenemos nada —contestó algo molesto.
A pesar de la negación, la camarera no pareció muy convencida al apreciar su repentina hostilidad, pero siguió con sus cometidos, sin dar mayor relevancia al asunto.
—Qué temazo. —Arlene reapareció más tarde, cuando Enzo ya tenía preparados los siguientes cócteles—. Mojitos para la mesa cuatro marchando —anunció animada.
La morena sentía, junto a la banda sonora del local, que se iba a comer el mundo. Ella misma era consciente de cómo las preocupaciones habían desaparecido los últimos días, fruto de los encuentros con Ander. Estaba ilusionada, de buen humor. Incluso había descansado mejor, despertándose por las mañanas con mayor energía que de costumbre. Inconscientemente había dejado a un lado los pensamientos intrusivos que acostumbraba a tener para ocupar ahora su mente con un sinfín de escenas que protagonizaba junto al cantante. Se veía con fuerzas para aplicar todo aquello que había aprendido en terapia, pero de una manera más sencilla y que sintetizaba en una única frase: "la vida está para vivirla". Se sentía eufórica, y creía que nada ni nadie podría cambiar aquella sensación.
Por momentos se convencía, llena de optimismo, que no tenía nada de lo que temer. Se sentía segura de la relación que había comenzado a retomar con Ander, de que aquella vez sería diferente, y se aferraba para ello al interés que él mostraba. Y si por lo que fuera las cosas no funcionasen, la vida seguía.

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Peligro
RomancePeligro, así la llamaba él antes de desaparecer de su vida. Anclada en el pasado, Arlene se verá expuesta a aquellos recuerdos que había olvidado cuando se reencuentre con alguien que había sido muy importante para ella. Desde su adolescencia había...