V

34 12 2
                                    

25 de Noviembre de 1996.

Pasaron algunos días. Me encontraba en casa siempre, mi madre me dijo que no debía ir a la escuela hasta que me recuperara, y tenía razón, no quería ver de nuevo a mis agresores, ni tampoco a todos los mordedores de la escuela que cada día me aturdían. Mi amigo me había marcado al móvil algunas veces, pero decidí no contestarle, no quería hablar con nadie, solo le mandé un mensaje que estaba bien, no quería que se preocupara.

Hoy era día lunes, día de escuela, y esta ves si tenía que ir, ya estaba más recuperado, pero las marcas seguían. Pensando en lo que pasaría si estuviera en la escuela miré la hora en mi reloj de la mesita de noche.

7:30 a. m.

—Mierda...—Dije pensando que llegaría tarde otra ves a la escuela como siempre lo hacía, me paré rápido de mi cama dando un gran bostezo que me recordó todo el sueño y flojera que tenía. Me cambié, peiné y me dirigí al comedor que quedaba al lado de la pequeña cocina. Mi madre estaba allí.

—¿Ya te sientes mejor?—Me preguntó despegando su mirada de lo que estaba cocinando para mirarme.

—Si madre, ya no siento dolor...—le dije estirando todo mi cuerpo.

—Eso es bueno ¿Sabes? Te tengo una sorpresa cuando llegues de la escuela...—Me dijo con una sonrisa. Me quedé sorprendido.

—Pero... ¿Qué es esa sorpresa madre?—Le dije muy intrigado.

—Ya verás cuando vengas, ahora come rápido que llegarás tarde a la escuela.—Me respondió. La miré un poco enojado, pero no le tomé mucha importancia.

Salí de la pequeña casa con dirección a la escuela.

Observé el camino, y a las personas que estaban en él. El lugar estaba lleno de almas perdidas, unos sonreían, mientras otros lloraban, unos celebraban, mientras otros se lamentaban, mordedores acorralando a personas como yo, los más débiles, "las ratas" como me habían dicho, que nunca le podrían ganar a los mordedores, ya que ni ellos sabían su poder que tenían, que eran iguales a ellos, pero cobardes por no demostrarlo.

La vida se trataba de esto, de ganar a coste de la propia vida, solo los más fuertes sobreviven: los millonarios y billonarios, mientras los más pobres y débiles, suplicando a los más fuertes y adinerados por su vida y felicidad. Me lamentaba al saber que yo era un débil, y además no tenía dinero, ya estaba perdido en este mundo.

El autobús llegó a la escuela, ví bajar a muchos estudiantes que como yo, querían llegar rápido a la escuela. Me paré lo más rápido posible, no podía creerlo.

Había llegado a tiempo.

Solté una pequeña risa de lado y caminé hasta llegar a mi salón. En el camino reflexioné sobre lo que había dicho en el autobús, definitivamente era una rata, y una de las más peores y débiles que existen en este mundo.

Entré al salón y ví mi siento, me di cuenta que mi amigo aún no había llegado. Solté una risa pensando en la apuesta que le haría por no llegar temprano. Me dirigí hacia mi asiento saltando como un niño llendo hacia su dulce tan deseado, en mucho tiempo no había pasado esto.

Llegó el momento de tardanza, me sorprendí mucho porque él siempre llegaba temprano. Pasó la hora de tardanza y aún no llegaba, me puse muy nervioso, pensé muchas cosas malas que le pudo haber pasado, no podía quedarme con la duda, así que me levanté del asiento con dirección hacia la maestra, ya estaba dictando clases, pero no le había prestado atención.

—Disculpe maestra—le dije mirando a mis pies.—¿Sabe por qué no vino mi compañero Panton a la escuela? Estoy preocupado, él me dijo que vendría hoy...—Continué. Me miró sorprendida.

En Mis Sueños [En curso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora