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Soyeon y yo estábamos divirtiéndonos. Sus patadas laterales llegaban hasta mi cintura y eran detenidas en un golpe seco con mis manos, cada movimiento de su cuerpo tenía una reacción en el mío. Un reconocimiento instantáneo de cómo responder a su ataque.

El karate siempre fue mi salida, un pequeño jardín mágico donde podía disfrutar de olvidar cosas. Pero con el tiempo, se convirtió en mi basurero, donde yo solo corría a desechar todo lo que no quería. Mis pensamientos. Durante un tiempo creí que también podía hacerlo con los sentimientos, ir y dejarlos ser libres por unos minutos.

Pero me di cuenta de que los hacía más intensos. Cuando mi corazón estaba en el latido más alto Jennie aparecía en mi mente tomándome desprevenida. Me daba adrenalina, me hacía pensar que perder no era una opción. Y jamás lo fue, pero ahora más que nunca estaba llevando mi ritmo cardíaco a una montaña rusa.

Jennie me veía de una manera directa, ella intentaba buscar mis ojos, pude sentirla quemándome la cara con su mirada hasta que el sudor hizo algo para bloquear mi piel. Escuché pequeños suspiros después de cada patada, no sabía si esos ruidos venían del miedo por si pasaba algo imprevisto con esos movimientos. Pero me estaban comiendo el cerebro.

—Te estás oxidando, Lisa —mi compañera musitó.

—¿Y a ti quién te dijo que yo me oxido? —reí. Mi risa le hizo suponer que había bajado la guardia, pues antes de que pudiera ver a dónde iba su mirada, intentó darme un empujón.

No lo logró, solo porque mi pie se movió por debajo de los suyos; pronto Soyeon cayó al suelo en un sentón.

—Oh, Santa mierda —susurré relajándome para sostener la mano de Soyeon y alzarla—, idiota, ¿duele?

—No, claro que no —Soyeon respondió con sarcasmo.

—¿Ella está bien? —Jennie se acercó a nosotras sosteniendo su celular en una mano y mi suéter en la otra. Sonreí ante la reacción.

—Sí, sí, estoy bien, solamente rompí mi coxis. —Intentó levantarse, Jennie llegó apresurada para tomarla desde las axilas— Gracias... —La dejamos en uno de los sofás. Jennie se sentó con ella— Lisa, tu novia sí sabe auxiliar, no como tú que nada más te quedas parada. Jennie se rió divertida por la queja de Soyeon.

Yo solamente miré la interacción sin saber qué decir, dejar claro que ella y yo no somos nada es necesario pero odiaría hacerlo. Amaría confirmar, aunque lo correcto por ahora es negar. Incluso si de mi parte siempre estaría abierta a la opción de decir que Jennie es mi novia todo el día, a cada persona que sea posible.

—Ella no es mi novia... —murmuré.

—Uh, qué mal —se volteó a Jennie— ¿entonces estás libre?

—No, tiene pareja.

Ambas me vieron extrañadas, respondí en lugar de Jennie, dejándola con la respuesta en la punta de la lengua, a punto de caer. Me disculpé y caminé sigilosamente hasta el centro de nuevo, intentando salir de esa situación.

Soyeon siguió quejándose cuando fue abandonada por Jennie, quien se movió de nuevo a donde estaba minutos antes. Me di un par de vueltas por el salón sin saber qué hacer mientras el entrenador llegaba.

—¿Sabes algo de karate? —pregunté a Jennie, intentando comenzar una charla relajada por segunda vez en el día.

—Sé que... ¿Saben romper tablas con patadas? —respondió alzando sus hombros y mostrando las palmas de las manos— solo lo que se ve en las películas.

—Mjh, sí rompemos tablas con patadas, pero es más divertido dar patadas como si fueran dulces —bromeé—. No sé por qué, pero creí que tú lo habías practicado alguna vez.

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