Elsa no había salido ilesa en el ataque. Tenía cortes en el cuerpo, y algunos moretones en las muñecas donde el comandante la había sujetado con suficiente fuerza bruta como para causarlos. Tenía las rodillas magulladas cuando había perdido el equilibrio en su carrera apresurada y tropezado con los cuerpos y escombros.
Le dolían las articulaciones de las manos, y sentía que había perdido al menos unos diez años de vida con el susto de todo lo sucedido, pero ella al menos, estaba con vida.
El castillo, la capital y probablemente todo el reino de Arendelle, estaba conmocionado por el atentado hacía su majestad. El ataque no se había podido mantener en secreto por mucho tiempo. Luego de que un comerciante pasara por el camino de la montaña y escuchara la conmoción del ataque, su curiosidad lo había atraído hasta las murallas donde había sido testigo de una explosión, y tan rápido como las patas de su caballo lo permitían, llegó a la capital donde divulgó entre tartamudeos y sin aliento lo que sus ojos habían visto.
Y cuando los ciudadanos vieron al mayordomo salir a toda velocidad sobre los lomos de una vestía negra con una escolta de cinco hombres, solo había cérvido para alimentar aún más el fuego de los rumores.
Cada taberna y burdel en la capital, cada comercio en cada pueblo y esquina, susurraba y hablaba al respecto. Unos incluso afirmaron ver a su rey bañada en sangre y otros más atrevidos, afirmaron ver que su Alteza Elsa había recibido una herida profunda en sus costillas y su vida estaba colgado de un hilo.
Elsa no sabía con exactitud cuanto habían aumentado los rumores, después de todo, ella no había salido de la habitación de Anna desde que llevaron a la pelirroja.
Las cortinas estaban cerradas, impidiendo que la tenue luz de los cielos nublados se adentrara más allá de los cristales de las grandes ventanas. La puerta estaba cerrada bajo llave, y resultaba inquietante el no ver a los caballeros intimidantes custodiando la entrada como siempre lo habían hecho.
La gran chimenea estaba encendida, siendo su llama y las velas la única fuente de luz en la habitación oscura. Elsa estaba sentada en una silla junto a la chimenea. Intentando mantener su cuerpo caliente y lejos del frío que rodeaba la habitación.
Podía ver su respiración flotando justo en frente de su rostro con cada exhalación, y sin importar cuanto insistió Kai para que se retirara a su propia habitación, Elsa se negó a dejar a Anna por su cuenta.
El frío parecía emanar del cuerpo de Anna como el calor emanaba de una llama. Kai había ordenado cerrar toda el ala del norte, donde estaba la habitación de Anna, intentando mantener el frio atrapado en un solo lugar para evitar que otros lo notaran.
Elsa no sabía cómo reaccionar con todo lo que había sucedido.
Anna tenía magia.
Descendiente de alguna manera de espíritus reales y mágicos.
Había perdido a sus caballeros para proteger a Elsa, y en el proceso, se había lastimado a sí misma.
El ligero susurro de las mantas llamó la atención de todos en la habitación. Una docena de siervos, mujeres y hombres estaban en la habitación de Anna, incluyendo a Kai y la propia Elsa. Todos habían estado en silencio, girando sus cabezas al unisón en cada ocasión que Anna se movía en su cama.
Elsa no podía verla correctamente, los doseles de su cama estaban cerrados con pesadas cortinas de un azul profundo que bien podría confundirse con el color negro en la tenue oscuridad de la habitación.
Ninguno de los siervos había abandonado su puesto de pie en la habitación. Todos ellos de espalda recta, cabellos rubios blanquecinos y ojos azul. Alertas ante cualquier situación.
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Extraña Bebida (Elsanna)
FanfictionElsa era joven cuando se casó. Pero no tan joven para los estándares de algunos reinos, para ellos, la edad de 19 años, era demasiado tarde. Sin embargo, tenía la suerte de escoger al hombre del cual contraería matrimonio. Hans se había convertido e...