Algo diferente

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Elsa gimió en voz baja. Juntó sus rodillas contra el pecho, intentando aplastar su estómago vacío y ruidoso. Ahora sabía que saltarse la cena, no era la mejor opción. Pero ese día su apetito había disminuido. Ensordecido por los pensamientos preocupados por Hans.

A pesar de que ese día el clima había estado tranquilo, con los cielos despejados y de brisa fuerte sin ser realmente violenta, Elsa no podía estar tranquila, su mente seguía traicionándola, pensando en cómo el océano se enfurecía con gigantescas olas y se tragaba el barco donde viajaba su esposo.

Gerda- los dioses bendigan su alma- la había intentado tranquilizar. Recordándole como en estas fechas, las tormentas eran simplemente inexistentes, y como el viento los favorecería y llegarían con bien a las Islas del sur.

"La capitana Zarina es la mejor cuando se trata de navegar. Los dioses le dieron a esa mujer un don. Sabía usted que ella nació en un barco? En medio de una tormenta!. La gente incluso llega a pensar que puede controlar el océano. Yo, incluso lo creo"

Elsa oró a los dioses, pidiendo que sus mares fueran amables, que guardaran su ira de las embarcaciones y los llevaran con seguridad a tierra, y lo trajeran con vida.

Elsa había perdido el apetito desde entonces, y cuando Elsa se dignó a salir de su dormitorio por la tarde, ella se había encontrado con Gerda en los pasillos, la anciana sostenía una bandeja de comida que había estado destinada para el monarca, sin embargo, la bandeja sin tocar, enviada de regreso a la cocina. No era la primera vez que Elsa miraba al ama de llaves regresar con las bandejas completas, y cada vez que lo hizo, la mujer tenía una mueca de ligero disgusto y preocupación en sus labios torcidos mientras regresaba a la cocina con su bandeja fría.

Su estómago se había estado retorciendo con nerviosismo cada vez que pasó junto a las grandes ventanas y observó el basto mar, preguntándose por Hans.

Pero ahora... se reprendió a sí misma por saltarse las comidas.

Elsa nunca pensó que una hora podían sentirse como una vida entera. Se había estado repitiendo constantemente que no tardaría mucho para que la mañana llegara y podía tomar el desayuno. Pero cada vez que lo pensó, su estómago gruñía en voz alta, retorciéndose y haciendo un vacío que pensó que terminaría consumiéndola desde adentro.

Sabía que el sueño no llegaría con facilidad, y si los dioses lo hacían, plagarían sus sueños de comida como un castigo por su ignorancia.

Tal vez un pequeño aperitivo...

Se levantó de la cama, cubriendo su cuerpo con una bata de seda blanca y sus pies descalzos siendo remplazados con un par de zapatillas planas.

En silencio salió de la habitación, no tenía por qué preocuparse, todos los siervos se habían retirado a dormir horas atrás. Ella los había escuchado, pasando fuera de su puerta con tranquilos susurros para no despertarla, asegurándose de que todas las velas de los pasillos estuvieran protegidas con los cristales para evitar un incendio.

El tintineó lejano de una campana detuvo momentáneamente a Elsa. La princesa se acercó a una de las grandes ventanas, abriéndola lentamente para salir al balcón y escuchar con mayor atención el solitario llanto de la campana en la capital.

Su primer golpe metálico llamó a otras campanas, todas y cada una de ellas esparcidas a lo largo de la ciudad en altas torres para marcar la hora a los ciudadanos. Sonaron un total de doce veces y luego se fueron apagando una a una hasta que dejaron un completo silencio.

Elsa sabía que la media noche había llegado, y casi se buró de sí misma al pensar que la mañana llegaría en cuestión de minutos y solo entonces podía saciar su hambre con un buen desayuno.

Extraña Bebida (Elsanna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora