Había una historia que se contaba durante las fogatas del campamento, y decía así:
Eran momentos de incertidumbre y pánico para el Olimpo y el campamento. El antiguo rey de los titanes, antes derrotado y cortado en pedazos, se estaba alzando de entre los confines del mismo infierno griego, el Tártaro.
Una profecía perseguía a un hijo de Poseidón, en cuyas manos yacía el destino del triunfo o la caída de la civilización griega moderna.
Cronos era una fuerza poderosa y, aliado con otros titanes y criaturas, la opción más factible y razonable que tenía el semidiós era sumergirse en las turbias aguas del río Estigio, donde la maldición de Aquiles lo invadiría para obtener la invulnerabilidad e invencibilidad.
Tal vez, la historia ya había sido cambiada. Después de todo, habían pasado generaciones desde ese evento; sin embargo, había una descripción del evento que parecía que cada palabra había sido narrada con suma precisión:
Las aguas del río ignoraban la naturaleza del hijo de Poseidón, y lo sumergieron con brusquedad y consumían, poco a poco, el hilo de su vida.
La desesperación de sus pulmones apretándose aturdió los sentidos del héroe, mientras sentía que se ahogaba en un profundo pozo de ácido hirviendo.
Lance tenía grabadas esas palabras en su mente desde los doce años, cuando le contaron la historia por primera vez. Nunca le había tenido miedo al agua hasta ese momento y las pesadillas no tardaron en hacer acto de presencia por noches seguidas, en donde veía a su antiguo hermano ahogándose en desesperación. Incluso pudo sentir el agua quemando su piel en sueños.
Con el pasar de los años, las pesadillas se hicieron menos frecuentes y, eventualmente, desaparecieron. Sin embargo, el miedo aún estaba presente en Lance. Se hallaba muy oculto, en lo profundo de su corazón, hasta este preciso momento.
Se sentía asfixiado y ahogado en un limbo de perdición. Su piel ardía a pesar de estar rodeado únicamente de agua. El elemento era rebelde e indomable, incluso para él. Lance se sentía desesperado por respirar, por recobrar un poco de oxígeno. Le dolía cada célula de su cuerpo.
«Así se siente morir», pensó él.
Y de repente...
—¡Lance...!
Una voz.
—¡Abre los ojos!
Sonaba distorsionada, como un eco que se colaba en sus oídos y en su mente para hacerlo reaccionar.
—¡Lance!
El hijo de Poseidón abrió los ojos abruptamente, y un jadeo escapó de sus labios.
Miró con estupor que, frente suyo, se encontraba el hijo de Hades, cuyas manos se aferraban a sus hombros para despertarlo.
Miró el entorno que lo rodeaba y se sintió desorientado.
El aroma salado del mar lo embargó e hizo que, poco a poco, recobrara sus sentidos. Se encontraba en su cabaña, en su cama, rodeado de sus muebles y objetos familiares. Dirigió sus ojos hacia su abdomen, donde había estado la sangrante herida de mantícora.
Pero no había nada.
Lance se estremeció cuando sintió un tacto aferrarse a sus hombros. Keith yacía frente de él, mirándolo consternado y preocupado.
Lance lo miró fijamente, aturdido, por unos segundos, antes de desplomarse sobre el pecho de Keith. Se encontraba tan cerca al hijo de Hades que podía sentir el palpitar de su corazón en las palmas de sus manos, aferradas en las prendas de algodón de su amigo, y el vaivén de su respiración.
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Sombras y Océano
Fiksi Penggemar(AU de los personajes de Voltron en el maravilloso universo de Percy Jackson) Lance fue inesperado. Keith no puede pensar en otra palabra para describirlo. Lance, el hijo de Poseidón, con sus grandes y bonitos ojos azules como el mismísimo océano y...