Capítulo 10: El proyecto

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La idea se le ocurrió a Hitomi, con la sutileza de una tormenta, durante una noche inquieta. Se sentó en la cama, con los ojos muy abiertos, el cuerpo tenso por una descarga de adrenalina, y luego tiró las mantas y se levantó, con un movimiento tan rápido que casi tropezó con el frío suelo. Tuvo que luchar con la lámpara del escritorio para conseguir algo de luz, y maldijo sus dedos, febriles por la prisa.

Cogió un cuaderno, aún sin tocar, y empezó a anotar ideas lo más rápido posible, casi temiendo olvidar algo. Sabía que no podía, pero aun así. Casi sintió que volaba, que la euforia pura corría por sus venas al ver que su bolígrafo garabateaba todas las piezas que necesitaría para este proyecto. Era factible, y no podía entender cómo a ningún Maestro del Sello se le había ocurrido.

"¿Hitomi?"

Sacada de su trance, lanzó la pluma en dirección a la voz por reflejo. Ensui la atrapó entre sus dedos índice y corazón y enarcó una ceja, mirando la pequeña cosa que podría haberle matado si no hubiera sido un shinobi. Vale, era un buen reflejo para una joven y futura kunoichi, pero aun así. "¿Quieres explicar por qué estás levantado en mitad de la noche a pesar de saber que espero que estés listo para el entrenamiento al amanecer?"

Sólo entonces levantó la vista de su cuaderno. Ensui no pudo reprimir la risa al ver el estado en que se encontraba, con la tinta manchando su piel hasta la punta de la nariz. Eso le hizo recordar su propio entrenamiento, hace mucho tiempo. Ciertamente, no había tratado de parecer limpio o aseado cuando estaba en un frenesí de estudio. Una vez más, agradeció mentalmente a Shikaku y al Ermitaño por haberle dado semejante aprendiz.

"Lo s-siento, shishou. Es que... he tenido esta idea, algo que podría cambiar el mundo o al menos ser una herramienta impresionante para nosotros, algún día. No puedo volver a dormir ahora, simplemente no puedo. Ni siquiera estoy cansado, lo juro".

Con un suspiro, Ensui entró en su habitación, con sus pies descalzos produciendo un repiqueteo casi inaudible contra los tatamis. Hitomi se había burlado de su pijama de shuriken, con ese brillo en los ojos que significaba que lo hacía por afecto. Ahora, ya ni siquiera se fijaba en él. Sólo era un atuendo bonito para un ninja grande y aterrador. Se ató el pelo en una coleta apresurada -probablemente no iba a dormir más- y luego miró su trabajo, su mano rozando su frágil hombro cuando notó que tenía frío.

Tardó un rato en entender lo que estaba haciendo. Era muy técnico, sus apuntes utilizaban kanjis y adornos que él nunca había utilizado y apenas recordaba haber visto en los libros que le había dado para estudiar. Frunciendo el ceño, rozó un kanji en particular con el dedo y luego le dio un golpecito, como para enfatizar su profundo pensamiento. "Es posible... Pero tendrías que esforzarte mucho para lograrlo, niña".

"¿Puedo intentarlo?", preguntó ella. "¡Por favor, shishou!"

Se encontró con su mirada y casi tropezó por la fuerza de aquellos grandes ojos rojos, llenos de súplica, avidez e impaciencia. No tenía ninguna posibilidad contra esa mirada y lo sabía. Su mano acarició suavemente su hombro. Ella había crecido mucho en estos últimos meses. Él lo notaba a veces, como quien nota un tren que le golpea de lleno. "Creo que puedes tener éxito. Bien, lo permitiré, pero con una condición: no puede interferir con tus otros deberes, conmigo o con tu amigo".

Así tendría menos tiempo libre, pero Ensui sabía que se las arreglaría bien. No se quebraría bajo ninguna presión, estaba seguro de ello. No quería probar esa hipótesis, por supuesto, pero ella había tomado los mejores rasgos del clan Nara y de su terrorífica madre. Ya podía ver que la niña seguía los pasos de Kurenai en ese sentido e incluso la superaba. Para cuando llegara a la pubertad, toda la aldea tendría probablemente una razón para temerla y amarla.

Algo termina, Algo EmpiezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora