Capítulo 11: Un Equilibrio Delicado

1K 179 1
                                    

"Sigo sin entender por qué necesitas tantos cuadernos", resopló Gaara. No era el único que lo estaba pasando mal allí: Hitomi también se derrumbó bajo el peso de docenas y docenas de cuadernos. Había comprado tantos. Al cabo de un rato, su amigo se había hartado y había utilizado su arena para cargar la mayor parte de la pila, pero aun así, tenían las manos llenas. Los sunajin que andaban por allí probablemente pensaron que estaban alucinando y observaron, con la boca abierta, cómo su jinchūriki y esa maldita chica extranjera volvían al hotel.

"Estoy trabajando en ese proyecto de fūinjutsu...".

"¡Ya lo sé! Pero tienes lo suficiente como para abrir tu propia librería, donde sólo venderías cuadernos vacíos. No crees que te has pasado un poco ahí?".

Hitomi miró todos los cuadernos, sus lomos coloridos y sus bordes blancos, y luego se encogió de hombros. "¡No!"

Gaara suspiró, haciendo lo posible por seguirla. Casi dos años menor que ella, no podía dejar de admirarla... pero caminaba demasiado rápido para el Desierto, realmente lo hacía. "De todos modos, ¿me vas a hablar de este proyecto?"

"Lo siento, Gaara, es un secreto. No sabrás nada hasta que esté hecho y pueda enseñártelo".

"¡Pero se lo dijiste a Ensui-san!"

Por un momento, Hitomi estuvo a punto de ceder. No debería haberle enseñado la Mirada a Gaara, él era demasiado efectivo con esos malditos ojos turquesa. Se sacudió, liberándose de la "técnica", y le dedicó su sonrisa más sibilina. "Se lo dije porque me lleva al menos veinte años de ventaja en lo que a fūinjutsu se refiere, así que puede ayudar. Y quiero que el proyecto esté listo antes de irme. Necesito toda la ayuda posible".

"¿Pero por qué?", se quejó.

Esta vez, se echó a reír. Ver a Gaara actuando como un niño de su edad era pura felicidad, una consagración incluso. Estaba tan feliz que casi quería dejar caer sus cuadernos y abrazarlo. Se llevaría un mal rasguño de su arena si alguna vez lo hacía, y no quería dañar sus nuevas adquisiciones, pero aun así, el deseo estaba ahí.

"¡Ya verás!" Empezó a correr entonces, con toda su agilidad ninja impidiendo que los cuadernos cayeran por todo el camino, emocionada al oírle correr tras ella. Llegó a la puerta de la suite antes que él, pero sólo porque llevaba ya casi un año entrenando, al menos en lo que a correr se refiere. Su cuerpo empezaba a estar en una forma satisfactoria. Con una risa juguetona, entró en el salón, sin importarle lo más mínimo la arena que estaba dejando por todas partes. De todos modos, Gaara haría algo peor que eso. Mucho peor.

Ensui estaba leyendo, encorvado en el sofá como el Nara que era. Levantó la vista de su página cuando la oyó aparecer con semejante jaleo, y luego levantó las dos cejas al ver el impío número de cuadernos que había comprado. Luego vio la pila de Gaara y le costó todo lo que tenía para no empezar a reírse maníacamente. Si quedaba un solo cuaderno vacío en cualquier librería de Sunajin, se comería toda su bolsa de kunai. Lentamente, fingiendo una pereza que no le correspondía pero que iba con la marca Nara, se levantó y cogió los libros de la parte superior de su pila, que se deslizaban peligrosamente hacia delante.

"Si con todo eso no tienes suficiente para preparar tu proyecto, que me aspen. ¿Qué harás si te queda algo?"

"Oh, ya se me ocurrirá algo", respondió con una misteriosa sonrisa.

Ensui dejó escapar un suspiro resignado y les sirvió a ambos un vaso de limonada. Dejó que se calmaran durante media hora, sabiendo muy bien lo inútil y mezquino que sería hacerles trabajar tan rápido después de haber vivido toda una aventura -para su edad, al menos-. Podrían haberse concentrado, pero ¿por qué quitarles las pequeñas alegrías que podía ofrecerles, y qué eran treinta minutitos para él? Tenía que admitir que le gustaba ver a su aprendiz tan feliz, y a él mismo le había llegado a gustar el pequeño jinchūriki que la seguía a todas partes.

Algo termina, Algo EmpiezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora