Por fin empezó el curso escolar. Hitomi estaba impaciente y ansiosa. Había pasado los dos últimos meses no sólo volviendo a la vida sedentaria, sino también trabajando en química. Ensui la había ayudado y había cumplido su palabra: siempre estaba a su lado cuando quería entrenar, para mejorar en cualquier cosa. En ese lapso de tiempo, logró crear varios tipos de bombas de destello con diferentes potencias de aturdimiento y áreas de efecto, y bombas de humo de seis colores diferentes. También la había empujado a practicar su precisión con las armas arrojadizas, argumentando que si quería lanzar todo tipo de cosas desagradables a la cabeza de la gente, tenía que saber apuntar.
El año de entrenamiento que tenía sobre sus futuros compañeros pronto se revelaría como una ventaja o un inconveniente: o bien los otros niños pensarían que ella tenía mucha más experiencia -a esa edad, recordaba cómo un año completo parecía una eternidad- o bien sacarían la conclusión de que había empezado la Academia un año más tarde porque tenía carencias en comparación con otros alumnos de su edad. Todas las apuestas estarían en sus primeros días de clase, en las primeras impresiones. Su piel aún estaba ligeramente bronceada por el sol de Sunajin, lo que le daría un aspecto un poco aventurero, pero no sería suficiente para impresionar a esos chicos.
La ansiedad que la estaba comiendo viva durante el primer día se debilitó cuando vio a su madre, esperándola al pie de la escalera. Frotándose los ojos adormecidos, Hitomi fue a abrazarla y luego chilló indignada cuando Kurenai la levantó y le dio vueltas hasta que empezó a reír. Ya sabía lo orgullosa que estaba la kunoichi al verla dar sus primeros pasos en el camino del shinobi. En su opinión, ella había dado esos pasos al lado de Ensui, pero eso no importaba realmente.
"Ve a saludar al sol, cariño, el desayuno estará listo cuando vuelvas. Tu tío llegará en una hora. Iremos a la Academia con él y con Shikamaru. Quieres compartir este día tan especial con él, ¿verdad?"
Hitomi asintió, un sentimiento cálido y suave se extendió en su pecho al darse cuenta, por milésima vez, de lo mucho que su madre la quería y cuidaba. Le costaba mucho considerarse a sí misma como la niña que era, como alguien que necesitaba unos padres, ya que los suyos nunca habían aparecido en su primera vida. Sin embargo, a veces recordaba lo preciosa que era Kurenai para ella, o los extremos a los que estaría dispuesta a dedicarse para protegerla.
Una hora más tarde, Hitomi tenía su brazo enlazado con el de Shikamaru y le hacía caminar con pasos más rápidos de lo que había planeado. Él trató de hacerse el mártir, pero ella vio la sonrisa que intentaba borrar de sus labios. Para él, sin embargo, la escuela sería un dolor de cabeza. Al igual que ella, quería convertirse en ninja y proteger a su clan, pero su mente estaba conectada de forma diferente a la de la mayoría de los demás. Era tan reactiva, se daba cuenta de demasiadas cosas todo el tiempo, que incluso parpadear demasiado tiempo podía hacer que se durmiera. Ya mejoraría, estaba segura de ello, pero ahora seguía estando en carne viva, perpetuamente al borde de la hipersensibilidad.
Estas últimas semanas, para gran sorpresa de Hitomi, había estado ansiosa por empezar a relacionarse con sus futuros compañeros, y no simplemente porque pudiera utilizar la ayuda que le prestarían en los años venideros. Sabía que Shikamaru siempre estaría a su lado, pero ella quería más, quería amistad, quería ser amada, quería que la soledad que la perseguía por las noches desapareciera. Estaba tan, tan cansada de ello.
Alguien había montado un escenario provisional en el patio de la Academia. La gente ya se estaba reuniendo frente a él. Había un centenar de futuros estudiantes, un número mucho mayor del que Hitomi había previsto. Sin embargo, ella sabía que en seis años sólo serían veintisiete o veintiocho los que se graduarían. Y, en ese grupo, sólo nueve se convertirían en genin bajo la guía de un sensei.
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Algo termina, Algo Empieza
FanfictionTras su muerte, Hitomi se despertó en un mundo en el que los conflictos se resolvían con torrentes de fuego y ríos de rayos. Cuando era un bebé, decidió utilizar el tiempo que tenía para dibujar planes y rezar para salir de toda esa mierda viva y de...