Capítulo 13: Las Artes Shinobi

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Ensui no quería acercarse a ninguna Aldea Oculta antes de volver a Konoha y tuvo mucho cuidado de rodear la del País de los Ríos. Cuando dejaron el Desierto de Sunajin, guió a Hitomi hacia el sur. Después de un día y medio, llegaron al océano. Observó, conmovido por un sentimiento que aún no comprendía del todo, cómo su aprendiz descubría este nuevo escenario.

Este océano no podía ser más diferente del que conocía en el Mundo Anterior. Esta agua era de un tono azul perfecto y puro, que reflejaba un cielo sin nubes. Las olas no arrastraban suciedad ni basura, rodando suavemente sobre la playa de guijarros. A ella le encantaba. Lo amaba más de lo que las palabras pueden expresar.

Con la aprobación de su maestro, dio un largo paseo por la orilla, dejando que el agua le hiciera cosquillas en los pies desnudos. El agua había sido calentada por el sol durante todo el día y era bastante suave contra su piel, y tan perfectamente transparente. Se lo contaría a Gaara y tal vez lo traería aquí algún día. Ya podía imaginarse el dulce asombro en su rostro, sus ojos turquesa abiertos de par en par de felicidad, y su sonrisa, casi tímida pero tan, tan feliz.

Cuando hubo jugado lo suficiente para su gusto, volvió obedientemente con Ensui, que había preparado un campamento lo suficientemente lejos de la playa, para que no tuvieran que dormir sobre guijarros. Sin embargo, había conseguido madera a la deriva para poder mostrarle las llamas azules y verdes, y explicarle cómo funcionaba la química que había detrás. Ese día, cazaron juntos en la maleza a un kilómetro de la playa: Hitomi cazó una liebre y Ensui dos pájaros que comieron en un cómodo silencio, con las piernas calentadas por el fuego.

Hitomi tuvo que admitir que, a pesar de su afecto por Gaara, había echado de menos estar a solas con Ensui. El chico no había estado todo el tiempo pero, en el hotel, la relación entre ellos no había sido la misma. Habían tenido que adaptarse, incluirla en tercera persona en su dinámica, porque Hitomi no lo habría tenido de otra manera y Ensui se habría decepcionado de ella si lo hubiera hecho.

El sexto cumpleaños de Hitomi tuvo lugar unos días después, mientras seguían el litoral para llegar al territorio de la Tierra del Fuego. El tiempo empezaba a ser frío, pero en el sur los inviernos eran breves e incluso más suaves que en Konoha. La niña no esperaba ningún regalo. Sabía que no era una prioridad, ni para ella ni para su mentor, y los cumpleaños no se celebraban realmente en su Aldea Oculta.

Sin embargo, por la mañana, él tenía algo preparado para ella. Cuando ella terminó de saludar al sol, él se inclinó ligeramente y le entregó un largo paquete envuelto en un trozo de seda de color rojo oscuro. Los adultos parecían estar de acuerdo en que ese era su color, y ella no se atrevió a discrepar. Después de todo, podría haber sido mucho peor. A ella le gustaba el rojo oscuro, así que estaba bien. Cogió el paquete amablemente, con las dos manos, como le había enseñado su madre.

Se quedó sin aliento tras quitar la seda. Era un tantō, uno de verdad, de los que sólo se encuentran expuestos en las mansiones de los señores feudales. Sin poder ocultar su asombro, rozó con los dedos la madera negra lacada, siguiendo las siluetas de ciervos rojos pintadas desde la extremidad de la vaina hasta la guarda. Lentamente, la desenfundó, la hoja susurrando contra la madera, su movimiento practicado mil veces con su tantō de práctica. Esta era mucho más ligera, y tan limpia, tan perfecta. Podía ver su reflejo en el acero. Al borde de las lágrimas, Hitomi se tragó la gran bola de emoción que se había formado en su garganta.

"Te gusta". No era una pregunta. Ensui lo sabía, tan seguro como que sabía respirar.

"Es... Es..." Abrumada por la emoción, no pudo encontrar las palabras para decirle lo agradecida que estaba por este regalo. Con la boca abierta, la niña consiguió apartar la mirada de su nueva espada para mirar a su mentor. No había necesidad de negar las lágrimas en sus ojos. No podía engañarlo, nunca. "Gracias, shishou. La trataré bien".

Algo termina, Algo EmpiezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora