Capitulo 4

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JiMin   tuvo  la  sensación  de  que  aquella  puesta  de  sol  era  solo  ellos.  No había  nadie  más  cerca,  ni  rastro  de  ningún  otro  ser  humano  mientras  los  colores  se  intensificaban  a  su alrededor, y todo se teñía de un tono rojizo y dorado.

Entonces  Jungkook  apartó  la  mano  de  su  espalda  y,  a  pesar  de  las maravillosas   vistas,   lo   que   Jimin  echó   de   menos   fue   aquello.   

Echó    de menos  su  calor  y  la  sensación  que  le  había  provocado  al  tocarlo. 

El  sol  siguió bajando  y  el  contuvo  la  respiración,  pero  ni  siquiera  tanta  belleza  consiguió que  se  olvidara  de  que  Jungkook  seguía  allí,  a  su  lado. 

Nunca  se  había  sentido tan  atraído por  un  hombre.

  Lo  tenía  tan  cerca  que  podía  aspirar  el  olor  amaderado con toques de café de  su  feromonas algo que hizo remover a su lobo. 

Tan  cerca  que  podía  notar  el  calor  de  su  cuerpo. Tan cerca.

Y, no  obstante, él no hizo nada para acercarse más.

La ciudad fue  acogiendo  al  sol  poco  a  poco,  y  según  iban  pasando  los segundos, Jimin  iba deseando cada vez más que Jungkook volviese  a tocarlo.

Aunque  lo  que  deseaba  en  realidad,  más  que  el  hecho  de  que  lo  rozase  con el  brazo,  era  que  lo besara.

En  aquel  momento  perfecto,  con  aquella  puesta  de sol tan romántica de fondo.

¿Por qué no intentaba tocarlo? ¿Por qué no lo besaba?

No  podía  haber  más  tensión  en  el  ambiente,  Jimin  se  inclinó  ligeramente hacia él, pero Jungkook no se acercó.

No se movió de donde estaba.

Cuando la ciudad se tragó el sol por completo, Jimin ya no podía  más.

Se aferró a la barandilla con ambas manos y suspiró, decepcionado.

–Increíble –comentó él a sus espaldas. Y  el  se  sintió  tonto. 

Había  pensado  mal  de  él,  había  intentado  protegerse, y él solo había querido compartir  la cena y la puesta de sol con alguien.

Jimin enterró  su  libido  donde  había  estado  hasta  entonces y le dijo a su lobo que se calmara, algo que no le hizo nada de gracia al mencionado. 

No  tenía derecho  a  sentirse  decepcionado. 

En  realidad,  el tampoco  había  querido  que ocurriese  nada.

–Ha  sido  espectacular  –le  dijo,  girándose  hacia  él

–Gracias  por  haberlo compartido conmigo, y por la deliciosa  cena. Ahora, debería marcharme.

–¿No te apetece tomar un café? El negó con la cabeza. Se sentía como una tonto.

Fue  hacia  la  mesa,  donde  había  dejado  el  bolso,  e  intentó  decir  algo gracioso.

DULCE VENGANZA |KookMin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora