Capitulo 8

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Jungkook miró por la ventana, pero sin ver lo que ocurría allí, mientras Jimin hacía la maleta. No había planeado que se marchase tan pronto, al menos, hasta que no lo hubiese destruido. Pero aquel imprevisto era difícil de prever, pero la venganza no podía esperar. No iba a dejarlo marchar, estando tan cerca. Había cambiado de plan antes, volvería a hacerlo. El resultado seguiría siendo el mismo. Se dijo que tal vez fuese mejor que, cuando todo ocurriese, Jimin estuviese lejos de allí. Él se limitaría a alejarse y lo dejaría solo lamiéndose las heridas. Era el precio que tenía que pagar por los pecados cometidos por su padre.

Jungkook sacudió la cabeza. El padre de Jimin no debía haberlo dejado tan expuesto. Casi le daba pena. Casi. Un coche los llevó hasta el aeropuerto y, de allí, el helicóptero los condujo hasta Japon, donde otro coche esperaba para llevar a Jimin a la casa donde se hospedaba mientras hacia su trabajo.
-Te voy a dar mi dirección -le dijo Jimin cuando estaban en el coche.

Él no se molestó en escuchar. No le hacía falta. Tenía un informe completo acerca de Jimin Ya sabía dónde vivía. JiMin seguía entusiasmado cuando el coche se detuvo delante de su edificio, la noticia del barco naufragado la había animado y la insistencia de Jungkook en acompañar a Jimin, en su helicóptero, todavía más.

-Te acompañaré a la puerta -le dijo él, ayudándolo a salir. Y Jimin disfrutó del calor de su mano, del roce de sus dedos en la cadera. De la tensión que reinaba en el ambiente cuando estaban juntos. Se preguntó si aquello sería lo que sentía uno cuando estaba enamorado, si era posible que el se estuviese enamorando de Jungkook.

Él puso un brazo alrededor de sus hombros y Jimin no se hizo más preguntas, se limitó a maravillarse con lo bien que encajaban sus cuerpos juntos. Enterró el rostro en su hombro y se embriagó del olor del alfa.
-Hueles muy bien -le dijo mientras llegaban a la puerta principal.

-Y tú -le respondió él-, sabes muy bien. Entonces lo apoyó contra la puerta y lo besó apasionadamente. Jimin sintió que se derretía y pensó que aquello tenía que ser amor.

-Deberíamos entrar -dijo entonces Jungkook, rompiendo el beso. Jimin lo abrazó por el cuello y se apretó contra su cuerpo. No quería que aquel día terminase nunca.

-Me gusta como piensas. Ambos estaban tan excitados que, mientras caían juntos en la cama, Jimin no se preocupó por el barrio en el que estaba su apartamento, ni porque fuese pequeño y modesto en comparación con el palacio que habían dejado atrás en Seul. No le importó que los muebles fuesen de segunda mano ni que Jungkook pudiese valorarlo menos al ver dónde vivía.

Lo único que le importaba era que estaba allí, con el, impregnando su almohada con su olor, entrelazando las piernas con las suyas. El amanecer empezó a iluminar la habitación a través de las cortinas.

Y Jimin se dio cuenta de lo pobre que parecía su casa a la luz del día. Pronto tendría que levantarse para ir a trabajar, quería llegar temprano para empezar a organizar la expedición, pero, de repente, le pareció más importante ser sincero con Jungkook.

Al fin y al cabo, confiaba en él. La noche anterior incluso había pensado que lo amaba. Él empezó a moverse a su lado, estiró un brazo y lo buscó. Lo atrajo hacia su cuerpo y le dijo:

-Buenos días Jiminie. Después le dio un beso y apretó la erección matutina contra su trasero. A Jimin se le volvió a acelerar el corazón y sospechó de nuevo que aquello era diferente a lo que había tenido con otros novios.

DULCE VENGANZA |KookMin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora