Tal vez las habría visto si no me hubiese dormido. Cuando abrí los ojos estaba tumbada en posición fetal. Vi por la ventana. Ya era de noche.
Opté por bajar a cenar algo. Tendría que ser bastante tarde, porque no había nadie en pie. Miré la hora del móvil: 03:33.
Fui a la cocina y calenté un poco de agua para una infusión. Mientras hervía me senté en un taburete.
-¿Por qué pasaste la noche arriba?
Reconocía esa voz. Era el chico joven al que solo le había visto los ojos, pero ahora podía apreciar la altura, su pelo rubio y su aspecto ambiguo. Me sonaba de algo.
-Creí que te habías ido con tu hermano -respondí.
-Me aburría, así que volví.
Me quedé viéndolo más rato de lo normal. Mi mente recapacitaba. ¿Ese chico era un fantasma? No es que yo sea muy lista, pero al haberme leído el historial...
>>Soy Tate Langdon -estiró su mano y la estreché.
-_______ Morgan.
*Nota mental: buscar Tate Langdon*
-¿Quién era el de antes?
-Will.
-A -no le dio importancia.
-Dime la verdad. ¿Cómo entrásteis en la casa? -pregunté aferrándome a la idea de que no era un fantasma.
El chico suspiró.
-Por el sótano.
-¿Y subisteis esquivando todas las cajas, muebles desordenados y a todos los que vivimos aquí?
-Sí -respondió con una sonrisa escalofriantemente tierna.
-Eres muy raro.
Cuando mi mente piensa "muy raro", debe traducirse por "muy guapo". Porque este chico lo es.
-Tú también.
Se escucharon pasos por la escalera. Los reconocí al momento. Eran de mi padre.
-Tienes que irte, rápido -me alarmé.
Cogí a Tate de la mano arrastrándolo conmigo, abrí la puerta de la cocina y lo empujé hacia fuera.
-¿Qué es todo ese ruido? -pregunta enfadado.
-Vine a por comida.
-Oh, claro, llevas todo el maldito día por ahí perdida y ahora tienes hambre. ¡A tu habitación!
No tenía ganas de que me gritase más, así que cogí un paquete de galletas de la despensa y subí despacio.
Cuando llegué, me tiré boca abajo en la cama y grité amortiguando el sonido en la almohada.
-Todo esto es una mierda.
Entonces escuché la ventana y me levanté agarrando el bate que tenía en el cabecero, hasta que vi que el chico rubio entró por ella.
-¿Vas a pegarme con eso?
Y lo tiré al suelo logrando que rebotase un par de veces.
-¡DEJA DE HACER RUIDO! -se quejó mi padre desde su habitación.
-¡LO SIENTO! -respondí de la misma forma para irritarlo.
-Tu padre es un capullo -dice caminando entre las cajas.
-¿Por qué no estás en tu casa? Tu madre te estará buscando.
-Le dije que salí con unos amigos -se sentó a los pies de la cama-. Pero si lo prefieres me voy.
-Me da igual -respondí.
-¿Estás segura? -fija la mirada en mi-. En esta casa -acerca las manos hasta mis piernas- hay fantasmas- sujeta mis tobillos- que pueden tirar de ti -entonces tira de mi hasta pegarme a él.
-Prefiero dormir con diez fantasmas antes que una bronca de mi padre.
Me despego de él.
-¿Y por qué tendría que regañarte?
-Por cualquier cosa, en especial por estar con un chico desconocido en mi habitación a las cuatro de la mañana.
-¿Y si me presentara?
-Estás chalado. No vas a caerle bien.
-Eso ya lo veremos.
Entonces volví a escuchar los pasos de mi padre.
-Mierda...
Empujé a Tate debajo de la cama. Me costó trabajo porque no quería meterse y tuve que darle un par de patadas. Me senté en la cama y cogí el móvil.
-¿Es que no eres capaz de estar callada y dormir como una persona normal?
-No estaba hablando alto.
-¡Me da igual! Apaga esa mierda de aparato y duérmete -mira la ventana abierta-. Y cierra eso o te congelarás.
Se fue dando un portazo.
Tate salió de debajo de la cama riéndose sin hacer ruido. Sin embargo, yo estaba más seria que en un funeral.
-Pasa de él -se pone de rodillas en el suelo-. Casi todos los padres que pisan esta casa suelen ser unos capullos.
-¿Y tú como sabes eso?
-Porque los conocí a todos.
-Será mejor que te vayas. No quiero que vuelva otra vez.
-Tranquila. Intentaré venir mañana más temprano -sonríe-. Así podré presentarme.