Caminé hasta la playa porque a esa hora no hay autobuses. Al llegar le vi sentado en una roca con las piernas colgando en el vacío.
Manteniendo el silencio me senté a su lado. Solo nos rodeaba el sonido de las olas rompiendose contra las rocas y el suave viento acariciando la arena, el olor a salitre y la sensación de calma.
-Estaba con unos viejos conocidos. Hablamos sobre los posibles futuros que hubiésemos tenido si no estuviéramos tan jodidos.
Noté su voz entrecortada como si hubiese estado llorando.
>>No me olvidé de ti -mira hacia mi-, pero tampoco quería que me vieras llorando.
-Siempre quise bañarme desnuda en el mar.
Empezó a reirse poniendo cara de confusión.
-Eso puede arreglarse.
Tate me llevó en volandas hacia el borde de la roca más saliente y saltó.
En el mar me puse nerviosa hasta que me sujetó de la mano y pude ponerme como un koala.
-Olvidé mencionarte que no sé nadar.
-Olvidé mencionarte que eres preciosa.
-¿Qué? -noté como mis mejillas cogían color.
-Te quiero -dijo mirando fíjamente a mis ojos.
Y allí, en medio de la inmesidad del océano, me dio el que sería el primero de muchos besos.
>>No me odies por como soy.
-Solo eres un chico atormentado, no hay nada de malo en ello.
-Si te dijera la verdad sobre mi, te irías corriendo.
-Desde que nos hemos mudado, mis miedos han desaparecido. Dudo que consigas asustarme.
-¿Y por qué tiritas?
-Porque me muero de frío.
Tate me llevó hasta la orilla. Comenzamos a caminar en dirección a casa porque en una hora amanecerá.
>>Intenta asustarme.
-No.
-Dime toda la verdad sobre ti.
-Soy un asesino fantasma.
No pude evitar soltar la carcajada de mi vida.
>>Sabía que no me creerías.
-Es imposible que seas un fantasma. ¡Puedo verte!
Me detuvo de un tirón y me miró con seriedad.
-Los fantasmas podemos elegir si queremos que nos vean o no.
-Eeeh... vale.
-Tu casa está infestada de fantasmas: la criada, los interioristas, Violet... yo.
-Vivo en la casa del crimen, no en la de Casper.
-¿Por qué no me crees?
-¿Porque es mentira?
-¿No te parece raro que solo nos veamos en tu casa?
-Me parece romántico teniendo en cuenta que no me gusta salir... y es Halloween, solo intentas acojonarme.
Entonces empieza a reir.
-Ya veo que no lo conseguí.
Finalmente llegamos a casa cuando se veían los primeros rayos de sol. Estoy realmente cansada. No recordaba como era una noche de juerga.
>>Te dejaré dormir. ¿Nos vemos luego?
-No te vayas -respondo tras un largo bostezo.
Me abraza y acaricia mi espalda. Lo único que provoca eso, es un adormecimiento del que no me libraré.
-Hazme un favor y descansa -susurró en mi oído-. Vendré a verte por la noche.
-Quédate...
Tate hace el mayor esfuerzo del mundo al subirme por las escaleras. Nos paramos antes de entrar a mi habitación porque escuchamos ruido dentro de la habitación de Will. La puerta está entreabierta, así que solo nos tenemos que asomar.
>>Joder -susurré mientras me aguantaba la risa.
A Tate no le hizo tanta gracia, así que me arrastra hasta mi cuarto y cierra la puerta.
-Vamos, túmbate -dice destapando mi cama.
-¿Aún la quieres?
-¿Qué?
-A Violet. Sé que fue tu novia.
-Claro que la quiero, es mi amiga. Pero que esté con tu hermanastro... en fin... ya vi como es Will y no quiero que le haga daño.
-Le conozco mejor que tú, y puedo decirte que está enamorado, sino no nos habría hablado de ella.
-Vamos.
Se acuesta en mi cama y hace palmitas a su lado. Me tiré en plancha panza arriba haciendo que rebotase.
>>Que bruta eres.
-Gracias -sonrío como una niña pequeña.
Tate sujetó mi barbilla obligándome a abrir la boca y se hizo paso entre mis dientes hasta encontrar mi lengua y jugar con ella. Me hizo caricias por el cuerpo, aunque la cosa no se subió de tono porque paró a tiempo.
-Me encantaría compartir la eternidad contigo.
-Tu forma de decir te quiero es muy curiosa.
-Estoy diciendo que te amo.
Acaricié su fría piel y cerró los ojos, tumbó su cabeza en mi pecho y le hice caricias en el pelo.
>>Prométeme que no te irás de mi lado.
-No me gusta hacer promesas.
-¿Por qué no?
-Me da miedo no cumplirlas. Ni siquiera sé si vamos a estar aquí dentro de unos meses.
-No tienes motivo para irte. Aquí eres más feliz de lo que nunca fuiste.
-¿Era necesaria tanta sinceridad?