Capítulo 43: Amor inesperado

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Lo último que recuerda con claridad es la calidez que le proporcionan las manos de Vanya y Luther. Luego, está aquel tirón familiar, que sucede cada vez que usa algún maletín del tiempo, y entonces, nada.

No hay luces brillantes ni sonidos ahogados, solo oscuridad y por un momento teme que algo haya salido mal, pero esa sensación se acaba cuando abre los ojos y se encuentran mirando un techo que no le es nada familiar.

Pestañea una, dos y tres veces, para tratar de ubicarse.

Sabe que está acostado, pero está no es la cama de su infancia. Dando un breve vistazo alrededor, descubre que esté tampoco es su cuarto, demasiado sobrio, moderno y elegante.

Su corazón da un brinco al ver una persona dormida junto a él. No puede ver el rostro de su acompañante, pero si puede ver la espalda tonificada, con claros signos de haber sido rasguñada.

No es la primera vez que despierta en una cama ajena, con compañía que no reconoce y con un dolor placentero en sus partes bajas. El dolor de cabeza, tan típico de una resaca, tampoco le es extraño.

Lo extraño es que no se supone que deba estar allí, porque lo último que recuerda es a sus hermanos.

¿Dónde están los demás? Se pregunta, buscándolos con la mirada.

No puede perder a sus hermanos, no después de haber perdido a Ben. Necesita encontrar a su familia.

Con sumo cuidado, uno que ha practicado por años, se desliza fuera de la cama, tratando de no despertar a su acompañante. Toma la ropa que está desparramada por el piso, los jeans ajustados resaltan su trasero, aunque el corsé no cubre demasiado su pecho, por lo que decide tomar la chaqueta de su acompañante.

Una vez fuera de la habitación trata de ubicar la salida. No tiene ni idea de dónde está con exactitud, pero tiene que encontrar una manera de regresar a su hogar y encontrar al resto de su familia.

Casi logra su objetivo cuando un cuadro llama su atención. Es una fotografía sencilla pero sus piernas tiemblan al ver el rostro de los fotografiados.

Con su mano izquierda roza la imagen, notando el inusual anillo de diamantes en su dedo anular.

"¿Klaus?" la familiar voz lo hace voltear en dirección al cuarto.

El hombre que creyó dormido, se acerca lentamente a él, su cerebro le grita que huya de aquel lugar, pero su cuerpo no responde. Está paralizado.

Su corazón late rápidamente en su pecho y prácticamente puede escuchar cada latido en sus oídos. Mientras más se acerca el hombre, menos responde su cuerpo.

"Buenos días, futuro señor Hargreeves", murmura el hombre de ojos café, besándolo, es solo una presión de labios totalmente casta, aunque las manos en su trasero no lo tocan de forma casta.

"¿Ben?" Pregunta, porque no está seguro si esto es una clase de sueño o ha muerto, y ahora está atrapado en una fantasía que aún no decide si es buena o mala.

Los viajes en el tiempo siempre lo confunden.

"Dime, nae sarang (내 사랑/Mí amor)" a Klaus se le estremece el cuerpo al escuchar el apodo cariñoso.

Este hombre luce cómo Ben, pero al mismo tiempo, instintivamente, sabe que no es su Ben. Su Ben nunca lo ha besado ni tocado de aquella manera. A su hermano tampoco le gustaba usar su idioma natal, demasiado avergonzado porque nadie lo entendía, pero este hombre usa el coreano como si fuera su primer idioma.

Además, este Ben tiene una larga cicatriz en su rostro, que lejos de hacerlo ver desagradable, lo hace visualmente más hermoso.

Sus dedos acarician la delicada piel cicatrizada, deleitándose con la suavidad y el calor que siente bajo sus dedos.

Hello&GoodbyeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora