Marca (Parte 1)

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Yacía tumbado sobre la cama, el aire acondicionado estaba prendido a su máxima potencia, pero ni siquiera la fría temperatura del aparato lograba calmar su fuego interno. Su cuerpo ardía de deseo. Necesitaba algo o alguien que lo llenará, la necesidad estaba comenzando a matarlo.

Odiaba que su padre lo encerrará en aquella estéril habitación, esperando que su celo pasará, como si eso fuera a suceder mágicamente, serían más de tres días de pura tortura sin un alfa para ayudar a calmar su celo. Era tortuoso para cualquier omega estar sin un alfa, supresores o juguetes para aliviarse. De hecho, sabía que esa práctica arcaica era ilegal en algunos estados.

Fue separado de sus hermanos y ya habían pasado varias horas desde que Reginald lo había encerrado en esa celda. Pensó en que quizás Diego o Ben vendrían a su rescate, pero con el correr de las horas lo único que necesitaba es que alguien lo llenará, lo anudara y lo ayudara a calmar su necesidad biológica.

Gimió al sentir otro espasmo, su entrada comenzaba a estar sumamente lubricada. Se tocó necesitando algo de alivió, con torpeza introdujo un dedo, soltando un suspiro de placer, tocarse ayudaba, pero no se sentía pleno. Necesitaba más.

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Cinco mordió sus uñas con impotencia, caminaba como un león enjaulado en su habitación, Klaus había sido encerrado en una especie de prisión y no hubo nada que ninguno de ellos pudiera hacer, todos habían estado demasiados hipnotizados por el olor del omega.

Cinco estaba enojadas con su padre, Klaus no era un animal para encerrarlo, era parte de la biología humana. Él mismo era un alfa, el primero en presentarse a los 13 años, fue un infierno atravesar su primera rutina solo, rogando por ser liberado y permitirle aparearse, por suerte su padre le contrató una prostituta de categoría, una beta, pero cuando tomo a aquella mujer, no la veía a ella, era otra persona a quien imaginaba. Le avergonzaba reconocer que fue a Klaus quien imaginaba. No había podido ver a su hermano a los ojos durante días después de eso.

Ahora Klaus se presentó como omega y prácticamente se estaba volviendo loco. Quería destruir todo a su paso con tal de llegar a Klaus, a su omega.

¿Su padre también contrataría a alguien para ayudar a Klaus? Lo había hecho con el resto de ellos después de todo. El simple hecho de imaginarse a Klaus con otra persona, otro alfa o beta, le oprimía el pecho.

Caminó presuroso hacía la oficina de su padre, estaba decidido, sí el viejo no soltaba a su omega, él mismo se encargaría de matar a su padre. Las amenazas no fueron necesarias, ni bien bajo las escaleras, su padre estaba ahí, esperando.

-Me preguntaba ¿Cuál de ustedes vendría primero? - meditó Reginald en voz alta, mirando su reloj -Realmente no me sorprende que seas tú, Número Cinco, siempre fuiste más decidido que tus hermanos. No está mal que seas el líder de la manada- las palabras de su padre parecían un alago, pero no lo eran, Cinco no era ingenuo como el resto de sus hermanos.

-Vamos. Tú omega te espera- indicó Reginald liderando el camino hacía unos pasadizos.

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A penas habían llegado a un pasillo poco recorrido de la zona norte de la academia y ya podía olor el dulce aroma de Klaus filtrarse a través de la pesada puerta, su padre lo empujó dentro de la habitación, Cinco le gruñó al anciano, pero el olor a chocolate y especias invadió completamente sus sentidos. Le picaba la nariz y su boca se llenó de baba, ansioso de morder algo. Su mirada se dirigió al omega que se masturbaba en la cama. Soltó un gemido ante la visión.

Hello&GoodbyeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora