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Aprobado

Edan.

Saber que Camile estaba a solo metros de mí y aun así no poder dormir con ella me jugó una mala pasada anoche.

En un principio pude conciliar el sueño luego de la relajación que me dejó el sensacional oral que ella me hizo.

«Joder.»

Me sorprendieron sus ganas, su malicia y su jodido empleo de la seducción en cada acción que ejercía.

Cuando creo que no puede volverme más loco sale con algo que termina por callarme la boca. Sus ojos que se pintaban tan azules y oscuros como nunca, me prendieron, acelerando los latidos de mí desesperado corazón y cuando sentí la humedad de su boca alrededor de mi miembro...joder, por un momento creí que me correría ahí mismo.

Me hubiese encantado devolverle el favor y haber terminado con ella dormida entre mis brazos, arropándome con el calor que emana su cuerpo que es para mí, como un tranquilizante para dormir.

Así que en mayoría, sin ella, luego de todo eso, dormí del asco.

Si es que se le puede llamar dormir a levantarte cada diez minutos entre parpadeos e inicios de jodidas pesadillas.

«Pesadillas que empiezan a aumentar.»

A la cinco de la mañana me di por vencido. Me levanté, me di una larga ducha y luego bajé hacia la terraza donde estoy ahora, una hora después, acostado en una de las sillas reclinables con los lentes del sol que no hay sobre mis ojos, solo con la intención de tapar las terribles ojeras oscuras que adornan mis ojos.

Me pregunto si algún día las pesadillas se irán. Porque las heridas sanan pero quedan las cicatrices, y para mí no deja de ser frustrante pensar en el hecho de que las pesadillas son parte de las putas cicatrices.

La magnitud del impacto que me dejó ese maldito suceso a los quince es grande, rotura.

Creo que estoy roto. El lazo que tenía con mi madre era el más puro, sincero y autentico.

Éramos muy unidos, y compartíamos todo. Mientras que mi padre se sumergía en la empresa y miles de documentos, ella me dedicaba el tiempo que por ley se supone le correspondía a él, y al final, toda esa cercanía me está costando su partida sin importar cuantos años pasen.

Disipo mis pensamientos deprimentes al escuchar lo pasos de una enérgica Amsley.

—Buenos días por aquí.

—Buenos días para usted. —mi voz sale llena de exasperación por la pesadez que carga mi cuerpo.

Mi cabeza punza por la falta de sueño como una maldita resaca de las que eran parte de mí tanto como respirar en mis años más bajos.

—Sin duda lo son para mí—se acerca hasta quedar a unos metros de mí. Su cuerpo ensombreciendo mi visión sobre las gafas. Levanta un poco mis lentes descubriendo el intento de mis ojeras de pasar desapercibidas —. Te ves terrible querido.

Me tiende una taza de café que no me había percatado traía consigo.

—Ya lo sé. —Sonríe con burla y se sienta a mi lado en silencio.

Tomo la taza dándole un pequeño sorbo que le cae de maravilla a mi estómago.

—Gracias. —le hago un ademan con la taza puntualizando lo bien que me ha hecho el humeante líquido negro.

Este sin duda es un excelente lugar para desconectarse. Podría vivir en un lugar así si no tuviera que ser parte de las empresas de mi padre al graduarme.

Muros InquebrantablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora