Mío
Edan.
Durante mucho tiempo escuché a cada nada palabras de "aliento". Sobre todo, el común y cansante "todo va a mejorar", pero entonces pasaban los días, que daban paso a las semanas, y luego las semanas a los meses que se convertían en años en donde las migajas de esperanza que había en mí se deshacían con el pasar del tiempo.
No hay un periodo de tiempo que se pueda definir con exactitud. Un periodo puede ser tanto poco como mucho tiempo, pero, aun así, sigue siendo un periodo, algo inexacto.
Luego de tanto tiempo—años con exactitud—, pude darme cuenta de que entre más te desesperas porque algo llegue, el tiempo decide congelarse, arrastrarse e incluso decide irse de vacaciones.
A mi parecer, existe una gran diferencia entre desespero y ansias. Lo primero te lanza una mala racha y se vuelve en tu contra. Lo segundo se da cuando tienes esa chispa deseosa que impulso aquello. No hay desesperación, solo anhelo. Y no es que no tuviese anhelo porque ese periodo de tiempo pasara rápido, es solo que estaba tan desesperado que el anhelo se desvaneció y me centré solo en lo desesperado que estaba porque la mierda se fuera.
Como dije antes, la paciencia no es mi fuerte.
Todo ha marchado bien las últimas semanas. Las cosas con Camile han mejorado mucho, trato de pasar el mayor tiempo posible con ella y los chicos.
Me he sentido bien como hace años no me sentía. Después de tanto el "todo va a mejorar" llegó.
Entro al salón de clases al mismo paso lento de cada día. Siempre llego sumamente temprano, al menos cuando Camile no se queda a dormir conmigo. Ella suele ser puntual con las clases, pero solemos llegar solo unos pocos minutos antes de la hora inicial.
Tres personas yacen en el salón, dos de ellas con sus cabezas puestas en el mesón y otro mirando a la nada con los audífonos puestos, ignorando mi presencia y se lo agradezco.
Camino a mi sitio del fondo, coloco la mochila en el respaldo de la mesa y recuesto mi cabeza en ella fingiendo dormir. Dejo mi mente en blanco unos minutos antes de enfocarme en lo bueno, en lo que me hace feliz y me mantiene aquí.
He pasado los últimos años enfocándome en cosas que en vez de ayudarme no hacían más que hundirme, y a medida que escarbaba ese abismo me encerraba más a fondo en mis muros.
Los seres humanos solemos tener esta tendencia masoquista a empujarnos al hoyo negro de la miseria. Cuando algo nos hace daño deberíamos buscar la manera de dar pelea para estar bien, en vez de eso, hacemos lo contrario, pensando y actuando dañinamente solo para agrandar el hoyo y facilitarle una manera más rápida al dolor de consumirnos.
Vuelvo a la realidad al sentir la presencia de alguien a mi lado. Alzo la cabeza reincorporándome con pereza y giro mi rostro hacia mi irritante compañero.
—Hay cosas que no cambian—dice con una sonrisa divertida.
—¿De qué hablas?
—De ti. —enarco una ceja esperando que continue y me ilumine— Fingiendo dormir. —comenta— En Irlanda eras lo mismo.
A veces se me hace difícil asimilar el hecho que luego de dos años nos hayamos vuelto a reencontrar y que esa conexión que siempre hemos tenido se haya mantenido intacta.
Un año pasó, pero es como si siempre hubiésemos permanecido.
—Me caes mejor con la boca cerrada, John.
—Yo también te quiero, viejo.
«No sé cómo lo aguanto»
Blanqueo los ojos antes de enfocar la atención al profesor que entra enérgico al aula saludando antes de iniciar la clase.
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Muros Inquebrantables
Roman pour AdolescentsMuros, tan fáciles de construir y tan difíciles de quebrantar. Puestos en su lugar evitan que algo pueda atravesar. Aíslan, alejan, retienen. Edan ha construido muros inquebrantables a su alrededor para que nadie sea capaz de acercarse más de lo que...