A Claythos le tocaba patrullar aquella noche. No podía quejarse. Después de todo el esfuerzo que habían invertido tanto él como sus padres para que se convirtiera en guardián, mantenerse despierto durante doce horas se le antojaba un entretenido juego de niños.
El sol ya se había escondido en el infinito horizonte cuando Claythos se puso firme e irguió su lanza. No hacía falta ser muy perspicaz para adivinar lo que pensaban de él el resto de sus compañeros. Era un novato. Un cobarde. Su padre era buen amigo de Shirfain, el guardián jefe. No era de extrañar que lo miraran en menos. Trató de dispersar aquellos pensamientos, convenciéndose a sí mismo de que, si estaba ejerciendo de vigía aquella noche, era por mérito propio.
—Oye, Claythos. No te asustes si escuchas el ulular de un búho o el maullido de un gato. Nosotros te cubriremos la espalda, ¿verdad, Segte? —se burló Caeran.
—Pues claro que sí. De todas formas, hagas lo que hagas seguirás siendo el favorito del jefe —añadió el otro guardián, sin poder contener las ganas de reír.
—¡¿Pero qué cosas decís?! —intentó seguirles el juego.
Por suerte para él, los guardianes pronto abandonaron las bromas y las carcajadas. Había que mantenerse atento al más mínimo sonido. Incluso una exclamación ahogada podía significar un gran peligro. Si querían seguir enorgulleciéndose de su puesto lo mejor era ser precavidos.
Tras varias horas haciendo guardia, a Segte le empezaban a pesar los párpados. Caeran lo espabiló.
—¡Ni se te ocurra cerrar los ojos, holgazán! ¿Acaso quieres que Shirfain nos mate por tu culpa?
—¡Pero si no ha pasado nada en lo que llevamos de vigía! ¿Quién demonios va a venir a atacarnos a estas horas? —se defendió.
—Nunca se sabe cuándo una bruja o un ser del Mal puede acechar. Son tan retorcidos que podrían arrancarte el corazón y no temblarían al hacerlo. Además, si veo que te quedas dormido, ¡me aseguraré yo mismo de que nunca jamás vuelvas a abrir los ojos!
La voz de Caeran sonaba amenazante, tanto que Segte se puso firme y abrió los ojos como platos.
«Con estos dos patrullar resulta entretenido», pensó Claythos. Entonces, pudo percibir el crujir de una rama. Dirigió la mirada a sus compañeros. También parecían haberlo escuchado.
En perfecta sintonía prepararon sus lanzas. Prevenidos al menor ruido posible. Una sombra negra se echó encima de Caeran, quien trató de defenderse como pudo.
Los guardianes acudieron en ayuda de su compañero. A pesar de que le superaban en número, esa criatura les ganaba en fuerza.
Caeran consiguió zafarse de la sombra, quien se alejó a toda prisa emitiendo unos agudos chillidos. No habían conseguido matarla. Shirfain les echaría en cara su vergonzosa actuación.
Ambos guardianes ayudaron a Caeran a levantarse. Le costaba respirar y estaba tan pálido como una sábana.
—¿Qué era eso? —preguntó Claythos, confuso.
—Un Estremonio, novato. Tiene el aspecto de un ligero fantasma, negro como las sombras, pero su fuerza es sobrehumana y son prácticamente invulnerables —le explicó Segte.
Su ignorancia le hacía quedar como un inútil. Si su padre lo supiera se arrepentiría de haberlo criado.
La aurora tiñó el cielo de un color rosado. Había acabado su turno de vigilancia. Claythos se dio cuenta de que no habían sido ellos los que habían espantado al monstruo, sino la llegada del alba.
Los tres hombres decidieron regresar al cuartel. No era necesario ser muy listo para saber quién se iba a librar del castigo.
Estuvieron esperando la reunión con el guardián jefe. El primero en entrar fue Caeran. Una vez salió del departamento, le tocó a Segte. Cuando hubo salido este último, entró el novicio.
—Escucha, Claythos —Shirfain hablaba con voz queda, tranquila, dulce—. Conoces perfectamente la estima que le guardo a tu padre. A fin de cuentas, no estaría ahora conversando contigo de no ser por él. Sabes también que su mayor deseo es verte de uniforme, pero no de guardián, sino de cazador de brujas.
Al guardián se le erizó la piel. No tenía las agallas suficientes para ocupar ese cargo.
—Lo sé, señor.
—Yo comparto ese deseo, pero mi honor no me permite hacerte subir de categoría tan rápido. Primero debo asegurarme de que estés preparado. Por ese mismo motivo se te ha ofrecido el puesto de guardián, pero he de decir que vuestro comportamiento de anoche no ha sido digno. Habéis puesto en peligro el sagrado nombre de los guardianes.
Claythos se limitó a asentir con la cabeza. Apretó los puños y mantuvo su mirada en el suelo. Era incapaz de describir con palabras la vergüenza que sentía. Shirfain suspiró y continuó hablando.
—Tu padre no se sentiría nada orgulloso si se enterara de que su hijo, al que él tanto ansía ver cazando brujas, no ha podido acabar con un Estremonio. Mas estate tranquilo, esto no saldrá de aquí. Si me das tu palabra de que esto no volverá a ocurrir, prometo que tu reputación no se verá dañada. Tu status de guardián no será puesto en duda mientras yo viva.
A Claythos se le iluminó la cara. No pudo evitar la tentación de sonreír.
—Le doy mi palabra, señor. Cumpliré con las expectativas que ha puesto en mí. Ningún ser del Mal sobrevivirá a mi lanza.
—Así me gusta —le apremió el guardián jefe.
El guardián abandonó la estancia. En el pasillo aguardaban sus compañeros de guardia. Caeran dio inicio al interrogatorio.
—¿Y bien? ¿Qué condena se te ha impuesto?
—Tres horas de arduo entrenamiento, una por cada vigilante —mintió él.
—Mi sanción ha sido algo más leve. Lavar los platos —confesó Segte.
—Pues es extraño que te haya castigado el jefe, novato. Creía que eras su favorito. —Caeran se rascó la cabeza.
—¿Y a ti que te tocó? —preguntó Claythos con curiosidad.
—Dos noches sin cenar por haber permitido que el Estremonio se me pusiera encima.
—Normal, Caeran. Si tan necesitado andas, ¿no será mejor que pagues a una mujer para que lo haga en lugar de una criatura diabólica? —dijo Segte, enarcando una ceja.
Rieron al unísono. El voto de castidad era una de las normas sagradas que debían respetar tanto guardianes como cazadores de brujas.
—Bueno, chicos. Me tengo que ir. ¡Nos vemos! —soltó Segte.
Caeran se despidió también, dejando a Claythos solo. El guardián optó por visitar a Arquio. A aquellas horas de la mañana, estaría en el descanso.

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Cenizas
FantasiaTras perder a su padre, Claythos debe emprender un viaje en busca de la Bruja Nigromántica, la única persona capaz de salvarlo. Como guardián que es, tiene altamente prohibido enamorarse, mucho menos de un ser del Mal. Por ello, tendrá que elegir en...