—Claythos, ¡aguanta!
Sena sostenía el cuerpo de su sirviente, incapaz de reprimir las ganas de llorar.
—Ama...
—No hables. Escúchame, te voy a curar, ¿me oyes? Voy a sanar tus heridas —prometió.
—Siempre...me han gustado...tus ojos morados. — El guardián comenzó a toser.
La Bruja Nigromántica dejó caer con cuidado su mano izquierda sobre la herida de Claythos. La sangre salía a borbotones. Sena habría jurado que el callejón estaba de su parte, pues en aquel estrecho sitio apenas entraba la luz del sol.
Un destello de luz naranja emanaba de la mano de la bruja. La herida de la espada se iba cerrando poco a poco. Iba a llevarle algo de tiempo que cicatrizara del todo.
—Déjalo, por favor. No malgastes energía. Vuelve al bosque...con Nilo.
El lacayo dejó de hablar.
—¡Te dije que te callaras, pedazo de burro! ¿No ves que soy la más poderosa de todas las criaturas mágicas? Prometo que te curaré.
Todavía se escuchaban gritos y murmurios en la calle. Hablaban de ella.
Sena acertó a oír unas pisadas que se acercaban.
—¿La habéis encontrado? —preguntó una voz.
«Shirfain».
La bruja frunció el ceño.
—No, mi señor.
—Pues más os vale que os apresuréis. Los quiero vivos. A ambos.
«Podría prenderle fuego ahora mismo».
La bruja se dividía entre acabar de sanar el corte de Claythos o abandonar su refugio y acabar con todos los que la buscaban haciendo uso de su poder. Sobre todo, con Shirfain.
Su siervo comenzó a toser sangre. No había tiempo que perder. Ya tendría otra oportunidad de saldar deudas con el jefe de los guardianes. O quizá no.
—Caeran, ven conmigo al cuartel. Tenemos asuntos que resolver —ordenó la voz de Shirfain.
—Claythos, si te mueres, ¡te mato! —aseguró la Bruja Nigromántica.
La herida desapareció del costado del guardián. A continuación, este abrió los ojos.
Sin pensárselo dos veces, Sena se arrojó sobre Claythos, rodeando su cuello con sus brazos.
—¿Eso significa que no me vas a matar? —Fue lo primero que preguntó.
—Serás tonto.
Soltaron una risilla cómplice.
La Bruja Nigromántica había prometido resucitar a Kalam. Y las brujas nunca olvidaban. Mucho menos una promesa.
La celebración se vio interrumpida por un golpe de realidad.
—¡¿Cómo demonios salimos de esta?! —inquirió la bruja, nerviosa.
—¿No tienes una escoba para volar?
—¡Claythos, estoy hablando en serio!
—Perdón. A ver si después de estar tan cerca de la muerte no va a poder uno gastar una broma... —soltó el guardián, indignado.
—Adentrémonos un poco más en el callejón y esperemos a que pasen unas horas. Con suerte, no nos descubrirán —pensó Sena.
—Hay que tener esperanza —añadió el lacayo.
—Déjate de esperanza que por su culpa estamos en este lío.
Dicho esto, caminaron hacia lo más profundo del callejón. Para su sorpresa, tenía salida.
—Es peligroso. No sabemos a dónde conduce —le detuvo Claythos.
—Habrá que correr el riesgo.
Sena echó un vistazo hacia el exterior. No había nadie. Echó a correr. Su siervo la siguió.
No dejaron de correr en línea recta, ocultándose de vez en cuando de las personas que veían.
El guardián tropezó y cayó de bruces al suelo. La bruja, que estaba unos pasos por delante de él, dio la vuelta para ayudarlo a levantarse.
—¡Alto ahí!
Segte se encontraba justo detrás de ellos, apuntando a la Bruja Nigromántica con su lanza.
—Segte, por favor, no nos delates. Te lo suplico, colega —rogó el siervo.
—¿Por qué te has aliado con un ser del Mal, Claythos? No lo entiendo...
—Es una larga historia. Te prometo que te la contaré cuando tenga menos apuro.
El guardián sostenía todavía su lanza en la misma posición. Tras unos segundos, la bajó.
—El pueblo entero está rodeado de personas que os están buscando. Dudo mucho que logréis salir victoriosos —confesó Segte—. Mas si vais por el camino de arena que lleva al desfiladero, tendréis una minúscula oportunidad.
—Gracias, mi buen amigo. No olvidaré este gesto —dijo el sirviente.
—Creo que nunca podré convertirme en cazador... En fin, ha sido un placer, Diska.
El guardián se alejó. La pareja decidió no demorarse ni un solo minuto en huir hacia la salida que les había indicado el hombre.
Sena percibió unas voces que se iban alejando. Entre ellas, la de Segte.
—¿Has visto algo, guardián?
—Por aquí no ha pasado nadie, la verdad.
«Puede que Kalam estuviera en lo correcto».
La bruja sintió la mano de Claythos tomar la suya.
—Será mejor que no te alejes de mí, mi señora.
Sena sonrió.
«Si vieras cómo ha crecido tu hijo se te caería la baba».
No dejaron de correr. Siempre juntos. Sin soltarse en ningún momento. Sortearon los obstáculos que se interponían en su camino. Uno al lado del otro. Sin importar siquiera la luz del sol.
«Una bruja y un guardián. El mundo no está listo para esto».
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Cenizas
FantasyTras perder a su padre, Claythos debe emprender un viaje en busca de la Bruja Nigromántica, la única persona capaz de salvarlo. Como guardián que es, tiene altamente prohibido enamorarse, mucho menos de un ser del Mal. Por ello, tendrá que elegir en...