Ceniza XXV. Angustia

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Nilo y Sena se encontraban en un carruaje camino al cuartel. La joven bruja no comprendía a su hermana. Siempre se quejaba de la maldad de los seres humanos, pero no les había resultado complejo que las dejaran entrar en el carro. Solo hizo falta que Sena se levantase sutilmente la parte de debajo de su vestido, mostrando su pierna al conductor. Nilo había dado por hecho que se trataba de un hechizo como otro cualquiera.

«Cuando todo esto acabe le pediré que me lo enseñe. Seguro que será útil», se había propuesto.

Habían transcurrido cuatro días desde aquello. Cuatro días en los que la bruja de cabello castaño había tratado de desafiar al sueño. Sin embargo, no fue rival para él y terminó siendo vencida por este.

En ese momento, soñó que se encontraba en el bosque, jugando al escondite con Claythos. Una voz la llamó desde las profundidades. Se internó entre la maleza en forma de lobo. Allí estaba Arquio, quien la saludaba. La muchacha volvió a su forma humana. Se dirigió hacia él, corriendo. Deseaba besarlo con todas sus fuerzas. Entonces, cayó al suelo. Al levantar la vista, observó que el joven pelirrojo le tendía la mano mientras sonreía. Esta iba a entregarle la suya, mas, de pronto, la sonrisa de Arquio se desdibujó. Una espada de hierro atravesaba su vientre. Su cuerpo se desplomó delante de la aterrada mirada de Nilo. Una silueta se erguía sobre ella. Era la de Kalam. «Será nuestro secreto, Nilo. ¿Me prometes que no se lo dirás a nadie?».

La joven bruja despertó lanzando un grito de espanto que hizo sobresaltar a Sena.

—¡Tranquila, hermanita!¡Tranquilízate! Has tenido una pesadilla —intentó calmarla la Bruja Nigromántica.

—¡Lo han matado, hermana!¡Han matado a Arquio! —exclamó la otra, con el corazón desbocado.

Sena tomó la cabeza de su hermana en brazos.

—Ya pasó —dijo mientras acariciaba su pelo—. ¿Quieres contármelo?

—Estaba en el bosque. Arquio me llamaba. Acudí al lugar en el que estaba, pero le clavaron una espada por la espalda —narró Nilo.

—¿Viste quién lo hizo?

La bruja dudó unos instantes.

—Shirfain —mintió.

—Han pasado muchas cosas estos días. Tu cabeza aún las está procesando. ¡Cochero, si acelera un poco le muestro los secretos del bosque!

—¿Qué secretos? Hermana, el bosque no tiene ningún secreto, que yo recuerde.

Para confusión de Nilo, el carro comenzó a avanzar a mayor velocidad. A la pequeña bruja le desagradaba que su hermana mayor mintiese. Sena sabía que el bosque no encerraba ningún misterio. Era el hogar de las criaturas mágicas. Ni más, ni menos. Y aunque fuera cierto, ¿qué le importaba a un conductor de carros el bosque?

Nilo no comprendía nada. En realidad, prefería no pensar. Mucho menos, echarse a dormir de nuevo. Obligó a su mente a quedarse en blanco. Todo con tal de no recordar a Kalam y a su hacha manchada de sangre.

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