Ceniza X. Cambios

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—¡Es impresionante! ¿Qué es? —inquirió Nilo.

—¿Te gusta? Se llama flauta de Pan —explicó Claythos.

El guardián se había acostumbrado a vivir en el bosque en aquellos dos años. Si bien hubiese sido preferible para él que Drec abandonase su peculiar sentido del humor.

De vez en cuando echaba de menos su antigua vida en el cuartel, pero debía reconocer que la Bruja Nigromántica no era tan temible como pensaba en un principio. Aunque si admitía eso en voz alta, ella comenzaría a echar fuego por la boca.

Mientras escuchaba el son de la flauta, cavilaba en su mente sobre la propuesta de Nilo. ¿Era tan arriesgado llevar a Sena a la Ceremonia de la Esperanza? Recordó cómo se movía la bruja al bailar junto a su hermana. Los torpes pasos de Nilo se unían con el grácil vuelo del vestido de Sena.

«No deberías estar pensando en eso, idiota», se dijo para sus adentros.

Si se había rebajado a ser un mísero sirviente debía preocuparse por su difunto padre. Era esa la causa por la que luchaba cada día.

Según le había explicado la Bruja Nigromántica, no se sabía con seguridad qué tipo de artilugio buscaban. Podía ser absolutamente cualquier objeto. La única forma de descubrir si era ese el artefacto que tanto ansiaban encontrar, era que emanaría de él una especie de fuego incandescente al estar cerca de ella.

En un principio únicamente habían buscado por los alrededores, sin alejarse del bosque. Como no habían tenido éxito, empezaron a plantearse la idea de emprender un viaje, pero decidieron postergarlo por Nilo. Claythos estaba de acuerdo con la decisión de Sena. Era peligroso que la joven bruja se alejara del que había sido su único hogar.

Pero Nilo había crecido en aquellos dos años. Cada día se asemejaba más a una mujer que a una niña pequeña. Y estaba dispuesta a ir a donde fuese necesario, incluso a un lugar lleno de humanos.

—Me debes una —le dijo Nilo—. He conseguido que vieras a mi hermana bailar.

La bruja guiñó un ojo. El guardián no pudo evitar mostrar una media sonrisa. Se le sonrojaban las mejillas.

—¿Lo hiciste por mí? —quiso saber Claythos.

—¿Por qué no hacemos algo más divertido? —se limitó a responder— ¿Y si me transformo y jugamos a perseguirnos?

—¡Es una gran idea, Nilo! Juguemos, pues.

Nilo decidió que fuese Claythos el que se escondiese.

—Si consigo encontrarte en menos de cinco minutos, convencerás a Sena de ir a la ceremonia esa de la que me hablaste —propuso la bruja.

—¿A la Ceremonia de la Esperanza? ¿Cómo se supone que voy a persuadirla de cosa semejante? ¿Y qué gano yo con todo esto? —El guardián frunció el ceño.

—¿Acaso no quieres ver los cabellos de mi hermana danzando al ritmo de la música?

El muchacho iba a responder, pero se quedó mudo al oír las palabras de su acompañante.

—Tú ganas, Nilo. Lo haremos a tu manera.

La muchacha de cabellos rojizos cerró los ojos. En ese instante, el tamaño de su cuerpo se redujo un tanto y se cubrió de un pelaje grisáceo. Sus manos y piernas se convirtieron en patas, y sus uñas en garras afiladas. De su cabeza sobresalían unas orejas en punta, y en su rostro se encontraban un largo hocico y unos dientes enormes.

Claythos ya se había acostumbrado a aquella forma de Nilo, mas todavía le costaba creer que ella fuera el lobo que había hecho que Shirfain y su padre se conociesen. Más aún que Kalam hubiese decidido curar la herida del animal, causada por la flecha del jefe de los guardianes.

«El guerrero del lobo», rio el joven.

Sin demorarse ni un solo segundo, corrió a esconderse. No sabía cuál era el lugar idóneo para ocultarse, pero...si perdía podría... «Céntrate, Claythos».

Encontró el sitio perfecto. En un pequeño orificio rodeado por tres árboles unidos. Se metió dentro del agujero como pudo, no sin dificultad. Algo incómodo, se centró en aguardar a Nilo.

Habían pasado tres minutos. Por un lado, el guardián estaba feliz de ganar la apuesta. Aunque, ¿a eso se le podía considerar ganar?

«El vuelo del vestido marrón de Sena».

Cuatro minutos. ¿Sería demasiado cruel llevar a una bruja a la celebración de la Esperanza, la fiesta sagrada de los guardianes y cazadores?

«La roja melena de Sena».

La imagen de la Bruja Nigromántica bailando abandonó su mente tras distinguir unos ojos amarillos que lo miraban fijamente.

—Me has encontrado, Nilo. ¡Bien hecho!

El animal aulló. A continuación, empezó a saltar encima de Claythos mientras este trataba de salir.

—¿Volvemos a la cueva? —inquirió el guardián, una vez logró escabullirse del agujero.

En ese momento, la bruja volvió a su forma original. Esta se limitó a asentir.

Emprendieron la marcha hacia el que había sido su hogar durante aquellos dos largos años.

Dentro se hallaba la Bruja Nigromántica sirviéndose una infusión.

—He oído un aullido. ¿Has sido tú, Nilo? —Fue lo primero que soltó.

—Sí, hermana. ¿Por qué? ¿Qué ocurre?

Claythos fue capaz de percibir cierto aire de tensión y preocupación en el ambiente.

—Es igual. No tiene importancia ahora mismo. —Dirigió una mirada al joven guardián—. Siervo, ¿podemos hablar un momento? —Entonces, miró a su hermana— A solas.

Nilo obedeció, no sin antes añadir:

—Recuerda que gané la apuesta, Claythos.

—¿A qué se refiere? —preguntó la bruja, frunciendo el ceño.

—Nada, nada. Cosas nuestras —optó por decir el guardián, observando cómo Nilo abandonaba la cueva.

Una vez se hubo ido, Sena fue la primera en hablar.

—Estoy pensando en que ha llegado la hora de partir en busca del objeto que permitirá devolverle la vida a tu padre —hizo una pausa—. Y creo que lo mejor para todos es que mi hermana se quede aquí, cuidando de la cueva.

El muchacho sabía perfectamente que a su ama le debía de haber costado tomar aquella decisión. Nilo era su más protegido tesoro. La amaba por encima de todas las cosas.

—Lo comprendo, mi señora. Sin duda alguna sería muy peligroso llevarnos a Nilo con nosotros. Su hogar es el bosque.

Sena asintió levemente.

—Cuando recuperes a tu padre regresarás a tu vida normal y yo volveré al bosque junto a mi hermana. Hasta entonces, tendremos que ser compañeros de viaje.

«Compañeros de viaje».

A veces Claythos sentía que no era digno de pertenecer a ninguno de los dos mundos. En cierto sentido, había traicionado a la Esperanza ya que, cuando se encontraba cerca de la bruja, lo único en lo que pensaba era en romper el voto de castidad que había jurado respetar como guardián. Tampoco podía invadir el mundo de la magia, no solo porque muchos de los seres del Mal todavía lo consideraban un enemigo, sino también porque no había olvidado lo que le había prometido a su viejo amigo Arquio. Entregarle a la Bruja Nigromántica como premio de caza.

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