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Grandes y apresurados pasos sonaron por todo el cuarto de Rose y después sintió como un peso caía sobre ella, y algo tibio tocaba su rostro. Jack. El cachorro estaba haciendo reír a su dueña mientras la despertaba de sus sueños.

"Buenos días pequeño" Murmuró la muchacha en medio de sus risitas. Jack parecía más feliz que nunca y Rose se obligó a sí misma a levantarse. El reloj en su mesa de luz marcaba las 8:35 a.m, aún era temprano para ir a clase, así que decidió pasear a su bebé. Quitándose su pijama con algo parecido al sufrimiento se cambió por unos jeans rotos y una playera de color rosa claro, se puso sus converse blancas y cuando salió por la puerta de su habitación Jack ya estaba festejando en la puerta. Rose estaba sonriendo abiertamente hacia él. Tomando una manzana de la cocina y poniendo el collar en Jack se encaminó a la calle.

Las cuadras fueron aumentando cada vez más y Rose se detuvo cuando llegaron a una pequeña plaza que ella desconocía, liberando a Jack de su collar dejó que el cachorro corriera libremente por todo el lugar, mientras ella comía su manzana. Ya llevaba una semana de clases y cada día que pasaba parecía enamorarse aún más de lo que aprendía, se podía decir que ella y la señora Von Bergen eran amigas. ¡Era amiga de Morticia!, o algo así le había dicho a Sky por teléfono. Las clases de ilustración eran sus favoritas y disfrutaba cada minuto que estaba allí. Su pequeño apartamento estaba repleto de cuadros, bocetos y su cámara estaba repleta de fotos; de Jack, la universidad, atardeceres y diferentes paisajes que Rose había capturado en su ida a clases.

Estando allí en la tranquilidad de la fresca y algo calurosa mañana recordó que ayer el pianista había vuelto a tocar, una vez más cuando caía el atardecer. Rose quiso deducir quién era el o la dueña de aquel talento y el jueves por golpe de suerte había visto a una chica salir del edificio con partituras y creyó que ella era la pianista misteriosa, sin embargo el fin de semana siguiente pudo ver a la misma chica subiendo las escaleras con una guitarra. La joven de diecinueve años tenía como meta descubrir quién era la persona que estaba por detrás de su enamoramiento repentino por el suave y delicado sonido del piano.

Su papá la llamaba todas las noches y todas las veces le recitaba el mismo discurso: "Extraño que estés aquí pequeña", Rose siempre supo que eso iba a suceder. Para alguien que siempre vivió en una pequeña ciudad en el estado de Colorado y siempre estuvo rodeada de la seguridad abrumadora de su papá, se podría decir que era bastante obvio que él quisiera su pequeña de vuelta en casa. Ellos habían estado hablando de la gran mudanza por mucho tiempo, desde que Rose había ingresado a la secundaria y los profesores vieron su gran desempeño en el área de las artes, John, el papá de Rose, había tenido que acostumbrarse a la idea de que su hija menor volaría muy lejos de él. Y ahora que ella no estaba para rogarle pinturas, telas y nuevas cámaras fotográficas; la extrañaba demasiado. El repentino compromiso de Sky, su hija mayor, con un vecino de nombre Nicholas, lo tenía bastante distraído, planeando todos los detalles de la boda y deseando que sus hijas no estuvieran escapándose de sus manos tan rápidamente. Agradecía que Rose aún tenía diecinueve años y le faltaba mucho tiempo para casarse, porque no soportaría la idea de ver a su pequeña en los brazos de un hombre, aunque fuera el mejor de todos, sus celos eran mayores.


Van Halen sonaba fuerte en los oídos de Dominick mientras el bajaba trotando las escaleras del edificio y se dirigía hacia afuera, con su ropa de hacer ejercicio y una vincha que sujetaba su cabello. Los lunes eran sus días para correr entonces ahora iba dando grandes zancadas por la vereda, mientras escuchaba sus músicas favoritas. El fin de semana con Bella una vez más había sido increíble y pronto sería su cumpleaños, así que tenía la fiesta organizada. El tiempo en Nueva York aquella mañana era el perfecto, el sol daba sobre todo su cuerpo mientras corría y una pequeña brisa soplaba sobre su rostro a medida que se movía. La semana pasada había sido un dolor de cabeza y tener que soportar horas y horas de trabajo era algo que lo ponía de malhumor. Siempre quiso ser un profesor de psicología y según los rumores que circulaban en la universidad, él era uno de los mejores a pesar de su corta edad, de su exigencia y malhumor hacia sus alumnos. Sin embargo, no disfrutaba tanto como pensó que lo haría. Quizás le hacía falta algo que aún le quedaba por descubrir.

Corazón artista.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora