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Canción: Thank You, Andi and Alex 

Rose caminó con sus mejillas sonrojadas hasta su habitación y cuando dejó caer su cabeza en la almohada su memoria se encargó de reproducir todas las imágenes de aquella noche que parecía haber sido un sueño. Su corazón latía tan fuerte dentro de su pecho que pensó podría salir por su boca. 

Al estar sola todos aquellos miedos y dudas volvieron, se sentía avergonzada, no sabía que pasaría después, pero sólo recordar aquellos ojos  verdes y sus dudas desaparecían.

"Tengo un amigo." Dejó escapar. Allí, sola, mirando a la nada. Se sentía tan esperanzada, como una niña feliz. Ella y su corazón inocente estaban aterrados aún, él se lo había hecho saber, quería conocerla... Igual que ella a él. Sabía que aún tenía mucho que progresar, sus heridas aún no terminaban de sanar y su miedo al dejar entrar a alguien más a su corazón la hacía temblar, sin embargo y a pesar del pánico que crecía en su alma, una luz tan fuerte como el sol opacaba todo eso y esa luz era Dominick. Nunca había sentido curiosidad por nadie, nunca sintió que debía compartir sus pinturas con nadie más... hasta ese momento. Había algo más, algo que significaba mucho más y ella no lo entendía. 

Sus ojos se fueron cerrando y los ojos que antes tanto la asustaban, invadieron sus sueños de una forma tan cálida y dulce que ella simplemente cedió. Al cabo de unos minutos Rose dormía, en paz, tranquila, a pesar del caos emocional que era su interior.


Aquella alma solitaria entró a su apartamento con una sonrisa, estaba sorprendido, asombrado de todo lo que había pasado hace algunos minutos atrás. Durante aquella noche habían pasado tantas cosas, algunas que lo cambiaron por completo. Ella le había permitido entrar a su mundo, había dejado que él viera su arte, cosa que lo tenía fascinado; no sólo por el talento innegable que Rose tenía, si no por lo que sintió cuando estuvo dentro de su taller... no sabía que existía la magia hasta que estuvo allí, con ella. Porque Rose era la creadora de todo aquello y saber de sus capacidades artísticas lo había dejado embobecido, más de lo que ya estaba. 

No lo podía negar. La quería. Era sólo sentir como su corazón golpeaba dentro de su pecho cuando la tenía cerca, como sus ojos brillaban, no podía ocultarlo. Estaba cayendo por ella de forma tan rápida, que no podía detenerse a sí mismo, es más... no quería ni pensar en hacerlo. Se sentía tan bien, tan correcto, que aunque sabía, no sería fácil lidiar con un sentimiento tan profundo, estaba dispuesto a hacerlo, si eso significaba cuidar de aquella alma tan preciosa. 

La oscuridad de su sala de estar ya no lo entristecía en aquel momento, estaba demasiado feliz para siquiera pensar en sus demonios. Rose era la mejor terapia y lo hacía olvidar de todo aquel dolor que cargaba en sus hombros. Lo hacía todo más fácil y claramente, el corazón de Dominick estaba más que agradecido. 

Caminó hasta su habitación y después de cambiarse terminó en su cama, mirando el cielo oscuro que se podía apreciar desde su ventana. Sus sentimientos eran una locura, al igual que sus pensamientos pero a pesar del caos, el sueño llegó y el insomnio que solía acompañarlo durante la madrugada... desapareció por completo. 


La siguiente semana pasó y aquello tan pequeño que surgió en el taller de la chica de ojos grises empezó a crecer, de forma lenta pero segura. 

Rose estaba floreciendo frente a Dominick y sus ojos ya no podían soportarlo más. Él estaba de rodillas por aquella chica que desde la última vez que dejó su apartamento lo miraba como si él fuese la respuesta a todas sus preguntas. Cuando lo veía era otra y siempre dejaba escapar esa palabra que en sus labios sonaba tan dulce, tierno e inocente; lo llamaba por su nombre, pero al final siempre le decía amigo. 

Corazón artista.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora