Incómodo

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Jisung POV

Luego de tres semanas desde mi visita a la casa de Minho, las cosas habían marchado relativamente bien, en lo que cabía. Ya no había más segunda, ni tercera, ni cuarta ronda. No necesitábamos contar las veces que teníamos sexo con "besos y chupetones incluidos" (como a mí personalmente me gustaba llamarle), porque... Bueno, digamos que si me dedicaba a contarlas me olvidaría de la cifra tan exageradamente larga. Porque era eso. En esas tres semanas que habían transcurrido desde aquella "locura" que cometimos (o que le obligué a cometer) en su casa, nuestra vida se basaba en follar, una y otra vez, y prácticamente todos los días. Tan sencillamente como eso. Es decir, no habíamos vuelto a hacer nada raro en lugares públicos como aquella vez en la oficina del director, pero sí. Se podría decir que no parábamos. 

Siempre, después del colegio, cada cual se dirigía cotidianamente a su casa, como siempre, pero yo escogía la hora indicada a mitad de la noche para llamarle y... Bueno, quedar en donde siempre. Continuabamos usando el mismo departamento donde solíamos quedar cuando lo de "puto y cliente" para follar ahora. Aunque en los últimos días, rara vez lográbamos llegar hasta la cama. Sí, desde que me aparecía en la puerta del departamento (porque él llegaba antes que yo) no decíamos una palabra. Nos mirábamos en silencio por algunos segundos antes de comenzar a besarnos tan necesitados por ello, que parecería poco creíble que repitieramos esa rutina cada día. Y después de eso... es bastante fácil deducir que terminabamos follando en el lugar menos oportuno de la casa, en ocasiones hasta dos veces en la misma noche.

En cuanto a mí, se podría decir que no me sentía exactamente sano con todo eso. Porque, ¡es como si no pudiera vivir sin Minho! Me costaba mucho verlo en el instituto almorzando con los otros chicos , y reprimir los deseos primitivos de lanzarme hacia sus labios, aún en frente de los demás. Era un verdadero problema que las manos me hormigueran tanto por querer meterlas debajo de su camisa sudada las veces que le acompañaba al gimnasio. Y sin dudas me mataba la tentación de querer ser follado por él en las duchas del lugar cuando Minho terminaba de hacer ejercicios, justo como la primera vez que tuvimos sexo. 

Y ese era el problema. El hecho de no querer despegarme de él y de que cada centímetro de mi cuerpo temblara ante la más mera cercanía suya era un jodido problema. Lo quería sentir sobre mí, no sólo follandome. Quería sus besos, sus caricias, sus chupetones, sus labios en general, e incluso su olor. En los dos años que llevábamos follando, nunca me había percatado del olor de Minho. Ahora no podía vivir él.

Incluso a veces lo abrazaba "amistosamente" frente a los chicos, con el pretexto mental de querer sentir su olor. Cuando estábamos teniendo sexo en estas últimas tres semanas, había adoptado la costumbre de esconder la nariz en la curva de su cuello y aspirar. El olor a sudor y sexo, mezclado con esa maldita colonia que se echaba cada mañana, le daba una esencia viril que últimamente se había convertido en algo así como mi... olor favorito.

Por esos detalles fue que comencé a darme cuenta de que nuestra nueva relación no era verdaderamente saludable. No era saludable y nunca lo sería, esa extraña obsesión que sentía ahora por Minho. Ya no era por su polla. Ahora era Minho. Él. Todo se trataba de Él. 

Yo jamás había sido así, tan... necesitado de alguien. Ni por Felix, ni por Minho, ni por ninguna persona con la que alguna vez me hubiese involucrado en secundaria. O sea, era cierto que a veces, cuando la época de "puto y cliente", me moría de ganas por salir del departamento de Felix para meterme la polla de Minho en la boca, pero no era lo mismo. Aquello era una dependencia sexual. Lo que tenía ahora era una dependencia... Por una persona. Por las manos de esa persona. Por los labios de esa persona. Por los besos de esa persona. Por el olor de esa persona. Y entonces por eso nuestra relación no era sana para nada.

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