II

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BeomGyu se levantó y se arregló. Salió de su apartamento rumbo al parque, deseaba tomar algo del sol mañanero para revitalizarse un poco. Al llegar se sentó en una banca vacía que yacía frente a la iglesia. Igonoró las campanadas que anunciaban que la misa ya iba a empezar, no creía en Dios. De hecho se le hacía algo absurda la idea de entregarse ante una supuesta deidad de la cuál ni siquiera tenía el más mínimo indicio de su existencia a cambio de ser juzgado por lo más vanal y de ser manipulado a favor de una entidad egoísta y dictadora. El pensaba que la vida en sí no tenía sentido. La vida solo era angustia y melancolía, era un dolor intenso que solo se calmaba por momentos, en los cuales se era feliz o se encontraba algo relativo a la paz.

—¿Te molesta si me siento acá?— Se sobresaltó al escuchar esa voz que interrumpió sus pensamientos más profundos. Alzó la mirada, dispuesto a negar dicha petición, pero una vez conectó con los ojos del dueño de dicha voz sintió como su garganta se cerraba y no se pudo negar. Al contrario asintió frente a la mirada expectante de aquella persona. No sabía quien era, nunca había visto a ese muchacho, lo cual se le hacía raro. Era un parque feo, viejo y poco concurrido; siempre era visitado por las mismas personas y estaba seguro que ese muchacho no era una de ellas.

Desapercibidamente, la noche píncelo con su oscuridad el azul claro del cielo, ahora era dificultoso reconocer lo que había a distancia, la luz del alumbrado era tenue. Se había pasado todo el día hablando con aquel extraño. Estaban tan hipnotizados con la conversación que sostenían que ni siquiera se percataron de que no habían comido nada en el transcurso del día ahora sus estómagos suplicaban por algo de comida. Pero la sensación que les cobijaban mientras hablaban era tan extraña, tan nueva, tan inexplicable.

—Un placer haberte conocido, Choi YeonJun.— sacudió cordialmente la mano con el contrario mientras se disponía a marcharse cargando con un sentimiento extrano, que al no poder explicarlo le hacía sentir extraño, vulnerable.

—Eh, espera— escuchó al contrario replicar con un tinte inseguro en su voz. En ese mismo momento sintió como una mano rodeaba con debilidad su muñeca. —Déjame te invito a cenar.— pidió con timidez.

BeomGyu aceptó gustoso. Se sentía nervioso, aunque extrañamente eso no le era molesto del todo. Se percibía perdido en sensaciones desconocidas. Quizá eran solo las náuseas por no haber comido en tanto tiempo.

EpifaníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora