BeomGyu intentaba con dificultad reposar a un muy ebrio YeonJun en su cama. Él también estaba algo ebrio, pero estaba lo suficientemente consciente de su estado y del lamentable de su amigo.
—No me dejes, Gyu lindo.— Exclamó mientras lo tomaba de la muñeca. —Por favor no me dejes. Quédate conmigo.— BeomGyu se rindió y se recostó al lado de YeonJun, quedando frente a frente.
YeonJun comenzó a deslizar con timidez sus dedos por el rostro de BeomGyu, quién se quedó estático mientras sentía que su corazón pronto estallaría. Pequeñas lágrimas rebeldes caían desde sus ojos rojizos y melancólicos. El silencio era tan grande que llegaba a ser intimidante. —Te amo, BeomGyu.— Entonces YeonJun ocultó su rostro en el pecho del contrario, llorando con tanto dolor que BeomGyu pensó que su cuerpo débil pronto se quebraría.
Prontamente el cuerpo de YeonJun dejó de temblar, indicando que finalmente se había dormido en el pecho ya húmedo de BeomGyu, mientras este último aún lloraba en el silencio monstruoso que lo cobijaba.
Al amanecer, mientras YeonJun aún dormía, BeomGyu abandonó su apartamento, dejándolo solo allí. Habían sido los mejores meses de su vida, pero debían separarse.