—¿Quieres ir a aquel restaurante?
—Oh, si. Hace mucho no voy allí y muero por una sopa de esas.
Ambos llegaron y se sentaron en la mesa en que solían hacerlo con anterioridad.
—Hace mucho que no los veía por acá, jóvenes. Que alegría que estén acá de nuevo.— La dulce señora sonrío con una ternura casi delicada, a lo que ellos le correspondieron también sonriendo.
Pidieron esos deseados fideos del local. No solo para ellos, cualquiera que entrará allí, saldría con la convicción de que aquellos son los mejores fideos de la ciudad, la señora dueña del local hacía magia al cocinar.
—¿Qué te parece si ahorramos y nos vamos de aquí?
—¿Qué?
—Si. Vayámonos a un pueblo apartado, vivamos en una pequeña finca. No necesitamos mucho, yo sería más que feliz si estás conmigo.
—Pero no tenemos dinero, Junnie. ¿Cómo nos vamos a ir?
—Eso no importa. Yo tengo algo de dinero ahorrado. Si esperamos un par de meses más tendremos lo justo para irnos y vivir en alguna pequeña casita en un pueblo barato.
BeomGyu rió. —Estás loco.