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No, nada, no había habido nada más; las cosas eran y seguirían siendo así. No podía, le debería estar prohibido y, si no fuera así, no sería más que un idiota si continuará teniendo esperanza...

...

Tom no había podido creerlo en ese momento, en el día de ayer... quería golpear y maldecir a cada una de las cosas que se encontraban a su alrededor, pero debía fingir que nada sucedía, que ese nada no lo afligía. Si no fuera del idiota comunista que se hallaba más perdido que él, entonces en ese momento se habría desmoronado, cubriendo su tristeza con alcohol hasta esta mañana.
No obstante, no sé puede mentir a sí mismo. El día anterior, lleno de risas y chistes, no fue más que una farsa dulce, tan dulce que dolió y se volvió amargo.

Y como un despertar luego de un gran letargo, el joven alcohólico de mirada soñolienta abrió sus cuencas que ardían y no paraban de querer volver a cerrarse. Su día había comenzado, sin embargo, él aún no se levantaba. Sus pies se sentían fríos, mientras que su espalda no dejaba de tener escalofríos y, por primera vez en su vida luego de mucho tiempo, su cabeza estaba despejada de toda duda.

Era como si esa dulzura amarga de ayer no hubiera existido, puesto que él ya se había ido.

No, no dijo adiós y tampoco se marchó sin mirarlo una vez más... lo hizo con una sonrisa tan leve y tan suave, que se sintió como la calma antes de la tormenta. Tom no pudo evitar sacudir la cabeza en búsqueda de olvidarse de aquella sensación, pues parecía que jamás lo volvería a ver, dado que, al subir al auto, era como ver a alguien que entraba al camino de su propia muerte. Lo intuía y no le agradaba esa idea.

También sentía que las risas de ayer junto a sus amigos no fueron lo suficiente como para despedirlo... ¿Por qué hasta ahora se habían hecho amigos? Tord tenía razón, era un estúpido en haberse amistado con ese maldito comunista, incluso después de saber su situación; entonces ¿por qué lo hizo? ¿Y por qué, a pesar de todos sus pensamientos de ahora, realmente no se arrepentía? Lo único que quería en este instante era volver en el tiempo y pasar más rato con él.
Ahora era imposible, su única esperanza era que Tord volviera por sí mismo o el que lo viera en cualquier pequeña casualidad, lo cual sabía que eso no pasaría. Debía perder esa esperanza, tal como lo hizo él...

Minutos pasaron y, en medio de su reflexión, su celular empezó a vibrar. El británico alarmado y pensando que podría ser cierto sujeto con peinado de cuernos, contestó inmediatamente.

—¡¿Hola?!

—Maldita sea Tom, dejaste tu botella debajo de mi cama... ¿Tienes idea de lo que tuve que decirles a mis médicos? — preguntó molesto Edd, quien al haber escuchado al del sin ojos, su tono se volvió uno curioso. — Dime, ¿soy yo o te oyes algo agitado?, ¿pasó algo?

Tom suspiró decepcionado y arrastró su mano por su cara. Realmente debería eliminar toda esperanza.

—No, nada— respondió, prestando atención a lo que había dicho antes. — ¿Tu doctor ahora piensa que eres alcohólico? — rio secamente al imaginarlo.

El otro británico al notar como le divertía ese hecho, no hizo más que suspirar de fastidio.

—¿Adivina quién tuvo que hacerse más pruebas por cierto idiota? Incluso antes de que amaneciera ya tenía a un médico encima. En fin, solo así me creyeron, y luego, me dijeron que eres libre de venir cuando quieras— dijo dulcemente fingiendo su sarcasmo, pues nada de eso había sido necesario que pasara.

Pese al tono de su amigo, el de azul no lo oculto y soltó otra pequeña risa. Por supuesto, el amante de la cola no portaba más que una cara estoica al no darle nada de gracia.

—Felicidades, pero no fuiste el único, también Tord. — Tom no lo veía, pero podía adivinar que estaría frotando su entrecejo—. Cuando vieron la revista tuve que delatarlo o si no el pobre Matt no podría venir a visitarme más... y él es el que me hace los mandados.

Tom sonrió complaciente. Había creído que tal vez el ya no poder visitarlo no valía la pena, pero joder, ver la sonrisa pícara de Tord mientras se la daba posiblemente si. Era uno de sus últimos recuerdos con él.

—Commie realmente pensó en tu regalo, deberías echarle un vistazo.

Edd solo pudo negar con la cabeza a evidencia de su desaprobación, sin saber en lo que realmente pensaba el alcohólico.

Suspiro.

—¿Tord ya se fue? — preguntó al escuchar todo demasiado silencioso.

Tord también debería estar agraciando su propia picardía. A esta hora seguramente solo se hallaría despierto el de rojo y, en ocasiones, le haría compañía Tom; por supuesto, no porque quisiera, si no por la alarma del de las revistas porno. También había ocasiones dónde se volvería a quedar dormido. En conclusión, Edd los conocía demasiado.

—Si, se fue ayer por la noche. Dijo que tenía que arreglar unos documentos en su nuevo trabajo y ya sabes... bla bla bla... cosas de Commie que me importan una mierda.

Para su propio agobio debía mantener la mentira que había pensado justo el día anterior, creyendo que esto sería suficiente para cubrirlo. Jamás había sido bueno mintiendo ni ocultando la verdad, así que esperaba que nunca le volviera a preguntar.

—Oh, lástima, quisiera haber estado ahí cuando se fue o haberme despedido de él una vez más— dijo Edd con pesadumbre.

Su viejo amigo se había vuelto a ir y, está vez, no lo había visto marchar. No sabía si lo vería volver; Tord muchas veces fue como el humo.

Tom tragó saliva, puesto que había percibido el significado detrás de esas palabras. Realmente ya no quisiera hablar de eso. Rio nerviosamente y abrió la boca con el objetivo de dejar salir su voz, pero fue interrumpido.

—Bueno, ya que, por cierto, ¿podrías decirle a Matt que se apure con el tocino? Lo mandé a casa a prepararlo, pero también tengo miedo de que vaya a quedarse encerrado en el refrigerador.

Alivio.


—Ah... claro, yo me ocupo.

...

Los días habían transcurrido y pasaron exactamente dos semanas desde entonces. No había habido cambios más grandes que su despedida.
Su vida, aunque aún mantuviera un mayor contacto con los otros dos por medio de llamadas, había sido solitaria. No podía visitar a Edd y ayudaba a Matt con los encargos de este mismo, pero siempre se separaban antes de que se acabará la mañana para que el de morado saliera rumbo al hospital; después de todo permanecer ahí solo era silencioso y deprimente. No lo culpaba.
Entonces, sin nadie a quien molestar, sin nadie a quien hablar o si quiera poder estar...a veces creía que no era tan diferente a cuando estaba en ese callejón; no teniendo a nadie más que a sí mismo. Sin embargo, ahora era diferente, siempre que quisiera y estuviera dentro de los horarios disponibles podía llamarlos.
Pese a ello, no cambiaba el hecho de que ahora no tenía nada que quisiera hacer. Creía que podría ocupar su estúpida mente distraída para encontrar un nuevo hogar, pero antes de que si quiera pudiera preocuparse por ello, descubrió que el apartamento le había sido traspasado. Incluso él no pudo alegrarse por algo tan fácil.

Era raro y solo le traía amargura.

Podría venderlo y buscar un lugar nuevo a su gusto, no obstante, la sola idea no le gustaba. También podía adivinar que Tord no se había convertido de la noche a la mañana en una monja de corazón bondadoso, seguramente se escondía detrás de ello un gran propósito... o tal vez solo era un descerebrado por no hacerlo.

Por consecuencia, las horas pasaban tan rápido y tan lento, teniendo libre desde que se desocupaba con Matt; por las tardes miraba su celular y, en las noches, pasaba al bar a beber algo. Simplemente patético, lo cual no era diferente al pasado, pero por alguna razón ahora todo era distinto y se sentía incorrecto.
Posiblemente sea el adulto con más tiempo libre en el mundo, pero al diablo el mundo. Aún, sin embargo, no contaba con que su billetera, a pesar de haber ahorrado luego de las pagas del noruego, se había desinflado con el tiempo. Supuso que era buen momento para trabajar.

Bienvenido de vuelta mundo.

Reunió coraje y salió en búsqueda de un trabajo. Al principio creyó que sería pan comido, después de todo tenía un apartamento y por ello no necesitaba una paga extravagante, pero en cuanto le preguntaban si era alcohólico o tenía algún vicio... simplemente era deplorable. Tuvo que cambiar su visión respecto a sus posibilidades.

Una vez había caído de vuelta a la cruda realidad del desempleo, sintió como una vez más sus pies estaban firmes sobre la tierra, siendo pequeño y todo lo demás gigante, siendo removido de su lugar incluso con una brisa ligera en símbolo de rechazo.

Abatido y decepcionado, sobre todo preocupado, dio un pasó más a aquel bar en que usualmente acudía; esta vez no como cliente, si no como alguien interesado en ser el bartender. El anciano, dueño de ese lugar, luego de servir varias copas, finalmente se había roto la espalda y pegó un letrero fuera de su negocio. Tom no perdió la oportunidad en cuanto lo vio aquella vez que intuía que sería su última ida a ese precioso lugar.

Por supuesto, el anciano desde un inicio dudo, pero luego de pensarlo mejor, conocía a ese sujeto y ese sujeto conocía el sabor de sus bebidas mejor que nadie. Además, también le debía dinero y bien podía descontarlo de su paga.

Fue contratado.

En fin, ahora trabajaba y tenía una buena vida, eso es lo que creía, se sentía incluso realizado, pero ese sentimiento se olvidaba cada vez que llegaba a casa y miraba en cualquier rincón en búsqueda del de cuernos. Cuando se daba cuenta de lo que hacía, se detenía y buscaba distraerse, sin percibir que su primer pensamiento era buscar algo que no le recordara al noruego. Para su desgracia, cada parte de ese lugar era como un pedazo del retrato del mismo.

Tom sin querer saberlo lo odiaba, Tom realmente odiaba su ausencia, pero buscaba olvidarla.

Aún podía ver la silueta de esté durmiendo en la otra cama o escuchar sus ronquidos y su tonta alarma por la mañana, sus murmuros cuando tenía una idea o sentir su presencia al ver la televisión. Simplemente estaban ahí, haciendo anuncio de que él ya no se encontraba.
Creía que era mejor ignorarlo hasta el punto de creer por sí mismo que no lo extrañaba y, así, se cumplió un mes, un mes en el que el noruego ya no permanecía con él y que, como un parpadeo, se convirtieron en numerosos meses.

Negarlo, olvidarlo y creer que se ha ido solo hace que el todo se acumule.

InestableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora