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El británico se encontraba entre la fría habitación de colores oscuros, acostado en el cómodo sillón del noruego. El aparato en frente suyo constantemente cambiaba los canales,  a causa del aburrimiento del de azul.

—Jodidos programas, ¿quién pagaría por ésta basura?— apagó la televisión, recordando al de cuernos con mucho odio.

Tord desde hace una semana que no regresaba a su casa, mientras que el de azul se hospedaba en ella con la excusa de estar cuidandola.

¿Quién quisiera estar completamente solo en la calle después de todo?

Tom soltó un gran suspiro, colocando su brazo derecho sobre su cabeza y ojos, cubriendolos hasta que el cansancio se apropio de su cuerpo.
Las horas pasaron, pero su sueño fue revocado por un fuerte ruido.

La puerta había sido abierta violentamente, asustando al británico ahora despierto.

Por primera vez después de mucho tiempo se preocupo por sus propios respiros, escondiéndose detrás del sofá, agachandose por la diferencia de altura entre el mueble y él.

El alcoholico pudo escuchar pasos acercándose a su posición, logrando hacer que sus miedos se colocaran en su cabeza, empezando a temblar y entorpeciendo sus movimientos.

Las voces de distintas personas e idiomas resonaron en la habitación, además de quejidos y el sonar del sillón de cuando te recuestas, pero más ruidoso.

—Du kan gå, jeg skal gjøre det selv
(Ya pueden irse, yo mismo lo haré)— habló el noruego en su idioma natal, siendo inmediatamente reconocido por Tom.

El de cabellos en punta paro de temblar, sintiendo alivio rápidamente, saliendo de su escondite, parandose y sorprendiendo a los demás por su presencia.

Que estúpido...

El más alto apunto inmediatamente al intruso, para luego disparar y dejarlo inconsciente.

—¡Patrick, baja el arma!— gritó Tord mientras se sentaba rápidamente, llamando la atención para que no le volviera a disparar.

El de peinado de alitas obedeció a su líder, para después mirar al de cuernos quien volvía a desangrarse por su herida en el abdomen provocada por una bala.

—¡Agh!—se quejó nuevamente Tord, quien fue inmovilizado por Paúl para que no vuelva a abrir la herida, además, por los impulsos del contrario a causa de su inestabilidad.

—Ve por el botiquín de primeros auxilios, yo vigilare a Tord mientras me hago cargo de ese sujeto también— dijo apuntando con su dedo pulgar hacia atrás, dirigiéndose a Tom.

—Esta bien— aceptó Patrick, quien miraba al de azul tirado en el suelo; notando que había fallado después se haber apuntado a su cabeza y dandole en el hombro derecho.

Mientras el más alto fue por el medicamento al cuarto de Tord, Paul se dedico a levantar el cuerpo del herido y colocarlo en otro sillón.

—¿Quién es él?—preguntó el de cejas pobladas a Tord, quien pensó dos veces en como contestarle.

—Es amigo de un amigo, se está quedando aquí mientras consigue un trabajo. Además, cuida la casa cuando no estoy aquí— respondio, creyendo que no estaba mintiendo del todo.

Paul miró la habitación, notando bolsas de basura, botellas de alcohol, suciedad y otras porquerías.

—No está haciendo buen trabajo—miro a Tord, pensando que le estaba mintiendo.

—Es un pobre imbécil, ni siquiera hace eso bien— volvió a poner una excusa, haciendo que el contrario lo mirara confundido.

—Lo dejamos morir entonces, así ya no te molesta— propuso, viendolo con cara seria y molesta por el intruso.

Paul sabía que Tord estaba mal, y creía que lo que menos necesitaba en esos momentos era alguien que se aprovechara de su situación.
El de bajo temperamento iba a volver a hablar, pero el que fue a buscar el botiquín volvió y lo interrumpio.

—Tu cuarto es un desastre—entro a la sala, teniendo en sus manos la caja.

—Ya callense maldita sea, les sacaré los ojos y los usaré de comida para perros si no cierran el maldito hocico—amenazó Tord, aún sabiendo que los otros dos se lo tomarían de broma.

La sangre comenzó a escurrir de su boca por el esfuerzo al hablar, haciendo que las nuevas vendas se mancharan.

Paul empezó a tratar la herida del hombro derecho de Tom, hasta lograrle sacar la bala, colocarle medicamento y un vendaje.

Tord se había dormido a causa del cansancio, cerrando los ojos al igual que el de azul.

El par de soldados querían quedarse y vigilar al invitado para que no dañara al líder. Al final no pudieron por diversas tareas que aún tenían que completar si es que no querian una riña con Tord.

No importa cuanto lo odies, ya es parte de su vida y es difícil salir de ella.

InestableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora