El siguiente capítulo contiene pedofilia y violación. Como la vez anterior, las políticas de wattpad prohíben dicho contenido escrito de forma positiva, así que aclaro antes de continuar que TODO LO NARRADO EN ESTE CAPÍTULO NO ESTÁ ESCRITO DE FORMA POSITIVA, LOS ABUSOS Y VIOLACIONES SEXUALES SON CRITICADOS Y SIEMPRE VISTOS COMO LOS ACTOS HORRIBLES QUE SON.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
- Señor Shin le volvió a preguntar quién era, pero Muñequito no podía dejar de mirar el cuerpo ensangrentado del perrito frente a él.
Lo arruinó. Lo arruinó por ser un mal muñeco, por ser desordenado, por no ser perfecto, así que ahora debía pagar las consecuencias.
Apretó sus dientes al sentir el dolor estallando detrás, ahogando su voz por completo. Bueno. Él sería bueno. No un buen chico, pero sí un buen muñeco. Los muñecos buenos no eran castigados y él ya no quería más dolor.
―Estoy enfurecido contigo ―le gruñó Señor Shin mientras se movía contra él, enviando más sufrimiento por toda su espina dorsal―, tener que irnos de ese lugar por éste otro...
Muñequito fingió no comprenderlo, incapaz de observar hacia otro lado que no fuera Bisco muerto y cubierto de sangre.
Perrito. Rojo. Sangre.
Los recuerdos se mezclaban en su mente y no pudo evitarlo: vomitó la papilla que comió obligadamente cuando llegó.
Señor Shin gritó de la ira aunque no dejó de moverse, sólo restregó su mejilla contra ese maloliente vómito, ensuciándolo y haciéndolo llorar en silencio.
"Lo siento", quería decir aunque no lo hizo, "perdóname, por favor. Seré bueno pero ya no lo soporto".
Cuando Bisco dejó de respirar ese monstruo agarró su cuerpo pequeño, caliente todavía, y se lo puso en brazos. Muñequito no dejaba de mirarlo con ojos abiertos en shock, sin entender lo que acababa de ocurrir, sin comprender porque ese animalito no se movía y tenía sus ojos cerrados.
Muévete. Por favor, muévete.
Pero no hacía nada, sólo estaba quieto.
Señor Shin lo agarró del brazo, sacándolo de allí apresuradamente. Fuera, estaba ese otro hombre que conocía –el de un ojo extraño, ¿cómo se llamaba?– y lo arrastraron hacia el auto mientras hablaban con velocidad. Shin le ordenó a ese tipo que limpiara el cuarto, que eliminara las pruebas, para luego subirlo al auto, yendo hacia otro lugar, a otro motel de mala muerte para que no les encontraran.