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La cena transcurrió muy bien, en estos momentos, estoy aparcando a las afueras del departamento de Rose, Sangah cayo rendida en algún momento del recorrido, ahora duerme hecha un ovillo en el asiento de atrás, es rara la ocasión en la que me permite asegurarla en la silla.
–Bien, llegamos –dice ella, su voz tiene un matiz de cansancio.
–Si –por alguna razón no quiero dejarla marchar, quiero llevarla a casa y que duerma en mis brazos.
–Muchas gracias por la cena, estuvo deliciosa –continua –aunque no era necesario.
–Si lo era, después de todo, por mi descuido Sangah ocasiono todo este lio.
–Es una niña, es normal su hiperactividad, no la culpes.
–Es que quiero protegerla.
–Lo comprendo, pero no la sobreprotejas, después de todo algo de libertad no es malo.
–Bien, aun no sé cómo ser un buen padre para ella.
–Es normal, nadie nace con un manual, pero, por lo que veo estas yendo muy bien.
–Gracias –digo sonriéndole, la luz de las farolas me permite ver su rostro, un ligero rubor adorna sus mejillas.
–Bien, ya debo subir.
–Espera –digo –mira no dije nada en toda la cena, pero es que aún no sé cómo tratar esto con Sangah. Mi hija es fruto de una inseminación, o más bien de un vientre de alquiler.
Ella escucha atentamente.
–Bien.
–Yo, no sé porque exactamente recurrí a esto, pero quería un hijo, la quería a ella, y han pasado tantos años sin poder encontrar a la adecuada que recurrí a esto con un poco de desesperación, quería una familia.
–No estoy juzgándote.
– ¿Segura?
–Si. Yo… sonara extraño, pero he pensado en lo mismo, no soy tan vieja –ríe –pero encontrar a la persona adecuada en estos tiempos es difícil, que te pones a pensar en cuantos métodos existen para eso, claro que necesitaría mucho dinero y eso de acostarme con cualquier hombre no es lo mío –dice –no es que yo… bien mejor me callo no está yendo bien mi explicación.
Rio por sus mejillas rojas y su vergüenza reflejada.
–Te entendí, eres una mujer hermosa –la veo empequeñecer más en el asiento –nunca dudes de eso.
–G-gracias.
Un silencio reina por varios segundos el interior del auto, quiero retenerla, estar con ella un poco más.
–Bien, buenas noches, y gracias por todo.
–No hay de que –digo sonriendo, aunque tengo tristeza al verla marchar.
La veo bajar del auto, me da un pequeño adiós con la mano y cierra la portezuela, luego rodea el auto dirigiéndose a la puerta. En un impulso bajo y antes de poner un pie en la banqueta cierro la puerta y la tomo del brazo. Sus ojos me miran, el aire me trae su olor a mis fosas nasales, es un olor exquisito, quitando el aroma del perfume a rosas, el perfume natural de su piel es fresco, limpio, por algo Sangah está encantada con ella.
– ¿Puedes darme tu número? –pregunto, quiero mantener el contacto, quiero verla, salir a cenar, a pasear, quiero conocerla.
–Yo…
–Por favor, aun te debo una cena, Sangah no me perdonara si no te invitamos a cenar.
No quería sonar a excusa interponiendo a Sangah en esto, pero es una forma de que acepte mantenerse en contacto conmigo.
–Bueno yo…
–Te prometo que cocino bien –digo –no tendré que llevarte otra vez al hospital por dolor estomacal.
Ella aprieta los labios conteniendo la risa.
–Está bien –cede y le ofrezco mi celular, ella lo toma y guarda su número en él.
Cuando me lo devuelve procedo a marcar, un zumbido se escucha y ella saca su celular y me enseña la pantalla, sonrió, no me engaño, la veo guardar el número y devolver el teléfono a la bolsa.
–Bien, ah ¿puedo darle un beso a Sangah? –pregunta tímidamente, mi pecho se hincha de amor por esta mujer.
–Claro –la guio a la puerta trasera, ella me mira haciendo un asentamiento de cabeza y se adentra al auto, le da un beso en la frente a Sangah y escucho un tímido “buenas noches pequeña”
Al salir del auto, cierro con cuidado y la miro, quiero besarla, pero aún es demasiado pronto así que me acerco y le tomo la mano, le beso los nudillos, ella se sonroja más si es que eso es posible.
–Buenas noches Rose.
–Buenas noches Hoseok –susurra.
Le suelto la mano y ella camina a la puerta, al llegar, da un vistazo hacia mí, me sonríe y se despide de mi con la mano antes de entrar en la casa, mi pecho duele, pero en el buen sentido, mi corazón palpita aceleradamente, quiero ir, tocar la puerta y al verla aparecer tomarla en mis brazos y besarla, pero sería muy inadecuado.







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