Tras meses de una intensa reflexión, entendí que lo más razonable y correcto era aplazar mis estudios; claramente fue de esperar que mis padres no estuviesen de acuerdo con mi decisión, una encadenada puerta que contenía un propenso oleaje de varias opiniones fue abierta, dando paso a insufribles y duraderas discusiones. Les hice caso y seguí mi educación, que poco a poco fue lacerando, mi asistencia a las clases iba en decadencia; empecé a falsificar las firmas de mis padres para justificar mis ausencias. Mientras ellos pensaban que estaba en clase, prestando aburrida atención a las asignaturas, me encontraba en la playa disfrutando de los rayos solares sobre mi rostro. En ningún momento me sentí mal por mentir a mis padres, ir al instituto me provocaba una indescriptible sensación de vacío y tristeza, como si estuviese encerrado en una celda y la única persona que podría sacarme de ahí hubiese desaparecido, era como respirar y no poder tomar aire, morir lentamente luchando con algo que no podía enfrentar; la tranquilidad que me aportaba estar bajo el cielo azul, notando la arena entre mis dedos, escuchando el oleaje, no era comparable a la culpabilidad que podían provocarme mis actos; no obstante, no era cuestión de tiempo que eso cambiase, de nuevo el estrés y la ansiedad abrumaron mi mente.
-¿Soy un mal hijo por fallarles?, ¿por mentirles?
Sentía que moralmente no lo merecían, así que para poder encontrar la paz en mí mismo y a la vez la seguridad y confianza de mis padres, retomé ir a clase más a menudo, aunque eso conllevase sentirme inútil y melancólico. Resistí la condición duramente, pero un día sin previo aviso me rendí.
______________________________________8 de febrero de 2006
La noche inundaba el cielo de ambicioso azul oscuro, las estrellas asomaban sus cuerpos, ramificando radiante luz, la luna como siempre permanecía abandonada, en soledad; Mi madre y yo veíamos una película sentados en el cómodo sofá de la sala de estar, las parpadeantes luces de la televisión difuminaban mi visión, absorto de la realidad observaba, mi mirada se desvanecía en la nada y sentía como mi gélido cuerpo se adentraba en un profundo pozo del que no podía alcanzar la salida, mi madre se percató y tras unos segundos contemplando mi comportamiento, se atrevió a preguntar.
-¿Estás bien?
Volví a la vida, mi cuerpo titubeante torno su dirección y mirándola con aguantes ojos respondí...
-No.
Turbada insistió en saber ¿por qué?, sin lograr que contestar, ni yo mismo sabía cuál era el motivo de mis sentimientos, intenté expresarme, trataba de explicarle cómo me sentía, pero un nudo en mi garganta me lo impedía, mis cuerdas vocales habían decidido atarse unas a otras en ese importante momento y tras intentos en vanos por hablar una poco visible lágrima cayó sobre mi mejilla, dando paso a un río de agua salada que en cuestión de segundos había inundado por completo mi faz; mi madre sin pensarlo se incorporó y acudió corriendo hacía mí, me abrazó fuertemente y quedamos en silencio, con el único ruido de mis llantos y mis inhalaciones nerviosas que trataban de tomar aire, no eran capaces. Después de varios minutos conseguí calmarme, mi cuerpo dejo el despavorido temblor, mi corazón amainó la intensidad de sus latidos y mis ojos finalizaron la cascada de agua derrochada; estuve conversando con ella durante toda la noche y tras mi pretensión por expresarle mis sentimientos dijo...
-No te preocupes Ethan, los estudios no importan, lo más relevante en este asunto eres tú.
No os podéis imaginar la sensación de alivio que causaron sus palabras, después de toda una vida cargando una mochila conteniendo un peso que era incapaz de soportar, podía soltarla y correr, una gran carga se despedía de mi alma.