Cada vez eran más las veces que mis padres decían verme ausente. Estaba en la cocina, buscando algún dulce nerviosamente, mi padre entró por la puerta, yo seguía absorto en mi labor, tras unos minutos sin dirigirme ni una sola palabra me preguntó...
-¿Cómo estás?
Muerto. Proclamé abiertamente en mi mente.
-Bien. Declaré indiferentemente.
-Últimamente te veo ensimismado en ti mismo, como si no diferenciases la realidad de los sueños.Colocó su mano izquierda sobre mi hombro y prosiguió.
-Si necesitas ayuda no tienes más que pedirla hijo.
Permanecí callado durante un interminable minuto, un silencio incómodo nos rodeaba; luchando en mi interior por reprimir mi desesperación y tratando de no denotar mi angustia le dije...
-Estoy bien.
Caminó alejándose de mí, cuando creía que nuestra breve conversación había finalizado, se apoyó sobre el marco de la puerta y declaró mirándome fijamente a los ojos.
-Estoy aquí Ethan.
______________________________________(15 de marzo de 2009)
-¿Cómo estás?
-No lo sé...Permanecí en silencio durante un tiempo, ensimismado en mis pensamientos y retomé mi respuesta.
-Rabia.
-¿Sientes rabia Ethan?
-Si.
-¿Hacia qué?
-Hacia mí.
-¿Por qué?
Me odio a mí mismo por no dejarme ser quien quiero ser.
-¿Quién quieres ser?
-YoHabía pasado un mes desde que asistía voluntariamente a un psicólogo. Recuerdo perfectamente la primera consulta, como si de un apunte para un examen se tratase y tuviese que memorizarlo durante demasiadas lecturas para plasmarlo repentinamente en un folio, la diferencia es que de este no me olvidé. Estábamos en primavera, como era de esperar aves cantaban en sincronización, su melodía rebotaba por las diminutas y traslúcidas alas de las abejas, las cuáles la transportaban hacia novedosas y coloridas flores, estas actuaban de cañón, propulsando la agradable canción en su dirección de partida, provocando un interminable bucle; aquel día era distinto, el cielo abrumado por un oscuro grisáceo se encontraba rodeado de enormes nubes cargadas de abundante agua, preparadas para diluirse en forma de pequeñas gotas. Estaba sentado en la sala de espera, mi pierna derecha tiritaba al mismo ritmo por segundo, mis manos agrietadas, debido a la inexplicable alergia que se presentaba en mi cuerpo durante esa época del año. Observaba mi alrededor, tratando de analizar cada extremo y esquina de la habitación, en esta, dos sofás de piel rozaban el suelo, uno era blanco y reposaba sobre la pared que hacía frente a una gran puerta con pomo dorado que en pocos minutos permitiría mi entrada, el otro era negro y su dirección permitía admirar una gran variedad de cuadros colgados; me encontraba sentado en él, a mí derecha una pequeña y robusta estantería de medio metro con toda clase de novelas y libros interesantes, en su mayoría de autoayuda, aunque escondidos entre estos existía el hogar de poéticos relatos; en el centro yacía una pequeña mesa de vidrio, con una alfombra rojiza bajo sus patas. Me encontraba contemplado los cuadros situados ante mis ojos, uno de ellos en concreto con una frase escrita en su interior, captó profundamente mi atención, la leí repetidas veces cuando de repente la puerta blanca se abrió, tras ella una mujer de un metro setenta con pelo rizado pronunció mi nombre, mientras descansaba su espalda sobre el marco.
-Ethan, ¿verdad?
Me incorporé y asintiendo con la cabeza a su pregunta, atravesé la puerta; el cuarto se asimilaba al anterior, la decoración era prácticamente la misma, una enorme mesa con dos sillas descansando a sus laterales, se encontraban a un par de metros de la entrada, a su izquierda tres sillones blancos; dos de ellos gemelos, el que faltaba estaba un metro separado plantando cara a sus oponentes, supuse que era su asiento. Permanecí en pie varios segundos, pensando en la posible reflexión por parte de la psicóloga que conllevaba elegir sentarme en aquel trio de asientos, si optaba por uno de los sillones similares el resultado sería el mismo, pero..., ¿qué ocurriría si me sentase sin su invitación?, ¿qué habría ocurrido en el caso que mi cuerpo hubiera descansado en su sillón?, no lo supe. Me senté en el sillón cercano a la puerta, pues delante de este había un gran ventanal, permitiéndome observar con determinación a través; después de ojear por última vez la habitación y sin otorgar tiempo posible para que ella se sentase, comencé mi consulta.
-La felicidad. No es un plan de futuro, es algo que se construye día a día, ¿lo cree?
Me Miró instintivamente y sin esperar una respuesta continúe.
-Está escrito en un cuadro, en la sala de espera.
-Si, lo sé. Dijo pensativa. La felicidad siempre nos acompaña, la cuestión es poder verla.Mientras sus palabras surcaban el aire hasta alcanzar mis tímpanos, yo le analizaba con admiración.
-¿La decoración es suya? Pregunté rápidamente.
Quedó confusa, mi pregunta era totalmente inesperada, pero sin indiferencia y con intriga en sus ojos espetó...
-Si, ¿por qué lo preguntas?
-Todos los cuadros son sobre la naturaleza, ¿por qué?Permaneció reflexiva unos segundos, como si nadie nunca le hubiese formulado la misma pregunta, como si ella misma, por su propia voluntad nunca se lo hubiese preguntado.
-La naturaleza es tranquila, aporta calma, es ese el motivo y claramente me gusta eso. Dijo afablemente.
-Si. Es verdad, aunque eso es lo que queremos ver.
-¿Lo que queremos ver? Enunció La repetición de mi frase, denotando intensa atención en su mirada.
-A todo el mundo le gusta el sol, a todo el mundo le gusta la lluvia, o el mar, pero cuando el sol quema demasiado, cuando la lluvia provoca inundaciones o cuando el oleaje es peligroso, todo el mundo lo odia; la tranquilidad no está solo en lo que transmite calma, rodeado de fuego con un ruido incesante de balas y explosiones, incluso en una guerra se puede hallar paz, cerrar los ojos por un segundo y disfrutar, la cuestión es querer hacerlo.
______________________________________-¿Sientes q no eres tú Ethan?
-Si
-Explícate.
-Son tantas las preocupaciones que tengo en mente y tantos los problemas que me rodean que no tengo tiempo para mí, pero sé que yo…, no lo sé, sé que yo podría pararlo todo si quisiese, solo que no conozco cómo. A veces me pregunto si en realidad quiero cambiar o prefiero estar así y no sé aceptarlo.
-¿Así como?
-Vacío.El silencio inundó la habitación, resonando en eco por las paredes de la misma, tan solo era perceptible el sonido de nuestra respiración y el poco audible ruido causado por el bolígrafo en contacto con el papel, ella anotaba en su cuaderno. Estaba perplejo observando el azulado cielo, cuando ella levanto lentamente su cabeza y dijo...
-¿Recuerdas aquello que me dijiste el primer día sobre la tranquilidad?
-Si. Respondí dudosamente.
-Imagina que estás en la guerra y las balas, así como los enemigos y toda clase de armas o explosiones son tus preocupaciones.Le observaba y escuchaba con atención, esperando con impaciencia el sentido de su frase.
-Tú mismo dijiste que es posible cerrar los ojos y encontrar paz en una situación tan ruidosa e insoportable como tú ejemplo.
Aún seguía esperando una pregunta para poder entender el fin de su propuesta, sacié mis pensamientos cuando ella prosiguió.
-¿Por qué no intentas lo mismo?, cuando te sientas inutilizado por la abrumación de tus problemas, prueba a encontrar paz en tu interior.
Le miré con vigor por varios segundos, mientras, ella esperaba una respuesta por mi parte.
-El corazón no puede dormir, si la mente no cierra los ojos.
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