Una sudadera y un sueño

48 2 3
                                    


Hola, me llamo Helena y hoy os voy a contar mi historia.

Yo nací en Estados Unidos, pero a la semana de nacer, tuve que mudarme a España. Cuando llegué a España, mis padres ya tenían la casa amueblada, según lo que me han contado. Cuando entré a infantil, hice muchos amigos, especialmente a Raquel, mi mejor amiga. A los diez años, celebré mi cumpleaños con Raquel. Esa noche no queríamos dormir, así que fuimos al jardín, nos tumbamos en las hamacas de al lado de la piscina y nos quedamos hablando un rato. Fue mi mejor cumpleaños. Cuando nos despertamos, estábamos en la habitación y decidimos bajar a la cocina para desayunar. Había un regalo en la mesa: ¡era un gato!, mi animal favorito desde los cinco años. No sabía qué nombre ponerle, así que le pregunté a Raquel.

—Raquel, ayúdame a ponerle un nombre al gato.

—A ver que piense... ¡Ya sé! Rochi.

—Me encanta, está genial. Muchas gracias. —Le abracé.

Cuando ya tenía doce años, me empezó a gustar el fútbol, así que cogí mi balón favorito y me puse a practicar. Un día, por la tarde, estaba dando toques con el balón en el jardín y mi madre me vio. Ella decidió apuntarme a un equipo de fútbol. El equipo se llamaba Nido Miño, ya que vivía en Galicia. Al llegar, me di cuenta de que el equipo era mixto. Para mí, mejor, así me relacionaba, además de con Raquel, con otros chicos y chicas. Al terminar el entrenamiento, Raquel vino a buscarme para ir a dar una vuelta. Ya de por sí, en el entrenamiento me estaba mareando un poco, pero no le di importancia. Al llegar a casa, me empecé a marear mucho más que cuando estaba en el entrenamiento y me desmayé. Raquel llamó a mis padres, ya que se quedaba en mi casa ese día. Mientras llegaban mis padres, ella me tumbó en un banco para no quedar en medio de la acera. Tuvieron que llevarme al hospital. A los dos días desperté y Raquel estaba allí a mi lado. Cuando llegó el doctor, me dijo que tenía falta de azúcar en la sangre. Eso es cierto, porque comía muy sano y no me gustaban los dulces. Cuando llegué a casa, miré el calendario y vi que faltaban cinco días para el cumpleaños de Raquel. Me estaba estresando porque no sabía qué comprarle. Al día siguiente, después de clase, fui a comprarle el regalo a Raquel. Ya era su cumpleaños y había quedado con ella. Le regalé una sudadera de Harvard gris, pero antes de que se la diera, me dijo algo que no me creía.

—Helena, te tengo que decir algo...

—Dime, Raquel, tu cara me preocupa.

—Me voy a mudar a Francia. —De inmediato me abraza—. Siempre te recordaré, Helena.

Me fui desolada a casa y me encerré en mi habitación.

Caminos de corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora