Descubriendo Paris juntos

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El día veintiséis, Kai y yo fuimos al aeropuerto para coger el vuelo. Yo ya sabía que el vuelo iba a ser largo, así que decidí llevarme un libro para leer. Kai y yo estábamos sentados juntos y, quedando una hora, él se durmió. Yo también me dormí; me recosté sobre su hombro y caí en un sueño profundo. Anunciaron que ya habíamos llegado y, al despertarnos, cogimos nuestras maletas y esperamos un taxi. Mientras esperábamos, le mandé un mensaje a Raquel para preguntarle la dirección. Cuando llegó el taxi, le dije la dirección en francés, porque además de que dominaba el francés, Raquel me había dado la dirección en ese idioma. Llegamos a su casa y llamé a la puerta.

—Hola, Raquel.

—Hola, Helena.

—E... espero que no te importe, pero he venido con un amigo —hice comillas con los dedos.

—Sin problema, Helena, aquí hay mucho sitio. ¿Cómo se llama?

Kai salió de detrás de un arbusto y se presentó.

—Hola, me llamo Kai.

—Hola, Kai, encantada.

Pasamos los tres y Raquel nos dirigió a nuestras habitaciones.

—Esta es mi habitación; Helena, tu habitación es la del medio. ¿Okey?

—Okay, gracias.

—Y tú, Kai, para la última habitación.

—Vale.

Salí de mi habitación y cogí a Rochi, que lo llevaba en un transportín. Me dirigí a la habitación de Raquel y le enseñé a Rochi.

—Ay, trajiste a Rochi, ¡qué lindo! Tengo una habitación para él.

—¿En serio?

—Sí, tiene arenero, una torre para jugar...

—Cada día me sorprendes más, Raquel. Muchas gracias.

Nos dirigimos a la habitación de Rochi para dejarlo allí.

—Guau, Raquel, es genial esta habitación para Rochi.

—Me lo imaginaba.

Raquel y yo salimos de la habitación de Rochi y nos dirigimos a mi habitación.

—Y cuéntame, ¿cómo que amigos? —hace comillas con los dedos—. Además, ese no estaba en nuestra clase.

—Cuando te fuiste, al día siguiente llegó él a nuestra clase, y pues ya ves cómo hemos terminado.

—No me lo creo, Helena, yo no tengo tanta suerte. Mi clase aquí en París es muy sosa.

—Puf, pobre de ti, me das pena. Bueno, me voy a desempacar las maletas.

Una vez desempacadas, salí de la habitación y fui a la habitación de Kai. Él estaba recostado sobre la cama con unos cascos puestos, oyendo música. Me tumbé a su lado y le abracé. Él abrió Netflix.

—¿Qué quieres ver, Helena?

—Lo que tú quieras.

—Vale.

Pone Stranger Things. Ya era de noche y llamaron para cenar. Bajamos y, nada más terminar de cenar, subimos Raquel, Kai y yo. Raquel se fue a su habitación y Kai y yo nos quedamos en la mía. Mi habitación tenía una televisión, así que decidimos poner Netflix y continuar viendo Stranger Things. Nos quedamos dormidos abrazados. Al día siguiente, Raquel vino a despertarnos.

—Vamos, despertar.

—Ya vamos.

Nos despertamos y bajamos a desayunar.

—Helena, Kai, tengo varios planes.

—Cuenta.

—Vamos a ir a Disney y luego, por la noche, a ver la Torre Eiffel.

—Okay.

Subimos a las habitaciones y nos cambiamos de ropa. Afuera había un taxi esperándonos. Entramos y Raquel le dijo dónde llevarnos. Cuando llegamos, recorrimos todo el parque. Fue una buena experiencia. Llegadas las cuatro, nos fuimos para casa. Nos duchamos en el baño de las habitaciones, nos cambiamos de ropa, cenamos y fuimos a ver la Torre Eiffel. Cuando llegamos a casa, cada uno se fue a su habitación y nos quedamos dormidos al instante.

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