Washington DC, 20XX
Rusia creyó que el hecho de traer a una representación en los asuntos que se relacionaran con la política exterior era una pérdida de tiempo y dinero.
Los países no emitían voz ni juicio a la hora de desarrollar relaciones internacionales con sus colegas representantes, puesto que sus jefes gubernamentales se encargaban amablemente de hacerlo por ellos.
Aún así, por más plausibles que fueran sus excusas, fueron trasladados a hogares extraños en contra de su buena voluntad.Inevitablemente se volvió una rutina agotadora. Una cara bonita, una charla inútil y luego la despedida. Rusia suspiró ante el pensamiento, pero su malestar se vió desplazado cuando el lugar dolorosamente familiar se posó frente a él y su delegación.
Las instalaciones del edificio estaban bien cuidadas y Rusia no pudo evitar apreciar con sus ojos dorados y brillantes el escenario frente a él. Su mirada escaneó con lentitud los muebles en su lugar y los adornos que poseía, memorizando en caso de que no pueda a volver a ver el lugar en un futuro próximo.
Su mente le reclamaba que no había venido a esta pequeña reunión para complacer su vista de los artilugios históricos y de gran valor monetario. No, él quería ver estas cosas, quería ver a alguien.
Caminó junto a su jefe con pasos lentos, examinando los pasillos en busca de la persona que su corazón dictaba que necesitaba. Jamás había podido entender el inevitable palpitar rápido de su corazón cuando observaba a la nación mayor; cómo si se encontrara conectado de alguna forma en la que la lógica y razón no entraban en su extraño estado de anhelo.
No entendió la necesidad de su alma de ver a la nación occidental que su gobierno declaró como enemiga. Tampoco el extraño y la fuerte agonía que su corazón sentía cada vez que el estadounidense daba pasos agigantados, expandiendo mucho más la distancia que los separaba.
No podía procesar el malestar de su corazón maltrecho cada que lo veía brillar más que él. Y a pesar de que estaba en carne propia frente a él, patente, vivo, el arrepentimiento (del qué, no lo sabe) le desgarraba el alma.
Dolía como nunca.
Entonces, cuando se abrieron las puertas, encontró la nación causante de los dolores en su pecho, con las piernas cruzadas y la espalda recta. Nación que lo había estado evitando como plaga durante años.
Sus jefes se saludaron con sonrisas frente a todos, pero América no. La indiferencia estaba escrita en su rostro en el momento en el que el europeo entró al salón. Sus azules ojos opacos a penas lo registraron, y ninguna emoción salió de él mientras estrechaban sus manos.
Era cómo el mirar de un triste y desapasionado amante, con el corazón roto.
La charla comenzó y a pesar de estar demasiado cerca para escuchar todo perfectamente, él no enfocó su atención más que en Estados Unidos.
Se veía bien, igual que otros días. Camisa planchada, corbata ajustada, cabello peinado y rostro serio. Su apariencia jamás decepcionaría sus contemplaciones. Su gusto por el americano fue más difícil de explicar debido a que él jamás catalogó esa pequeña necesidad como un amor natural; no sabía de dónde provenía esa conexión que sentía con la nación mayor.
Sus relaciones diplomáticas no habían comenzado formalmente antes de 1991, pero el periodo de unas cuántas décadas no lograba expresar el nivel de conocimiento que tenía sobre el estadounidense ni tampoco la gran cercanía y comodidad que le transmitía su simple estadía. No, sintió que lo conoció hace mucho tiempo, incluso antes de su nacimiento en 1917. Mucho antes.
Sus jefes seguían conversando, pero al eslavo le importó poco lo que sea que estuvieran hablando. Estuvo contemplando al estadounidense, con poca menos discreción que solía tener cada vez que se reunían. Siempre terminaba preguntandose el porqué de su gusto y siempre terminaba más confundido que antes. Esta vez no fue la excepción; su dorada mirada anheló estar un poco más cerca para poder verlo mejor y su cuerpo deseó presionarse junto al costado del americano para poder absorber al menos un poco de la embriagante calidez que le proporcionaba su toque.
Compartir su espacio y calor corporal, deleitarse con su sola presencia y besar con labios amorosos todas las cicatrices en su vida. Besa su alma antes de fundirse en ella con anhelo.
Pero no, incluso si lo deseara tanto, incluso si existiera la absurda probabilidad de que a Estados Unidos le gustara de la misma forma que Rusia gustaba de él; aún seguían teniendo un deber con su gobierno. Eran políticos opuestos, y esas charlas, tal y como la actual, fueron para apaciguar un poco la incertidumbre de la sociedad, aunque a Rusia le gustaba pensar que era para apaciguar el dolor de su corazón al ver su extenso e infinito amor no proclamado, permanecer oculto en los confines de su pecho. Le gustaba pensar que el universo al menos se apiadó de él y lo hizo cercano a su enamorado. A pesar de que lo que lo unía a él era el interminable hilo de amargura.
Entonces, alzó su mirada, buscando a los brillantes zafiros que lo evitaban con pesadumbre. Un caliente resquemor hervía sobre su rostro. Sus cejas se arquearon con pesar, pero debió haberlo sabido antes.
Él hecho de que sus almas se anhelaran era otro invento de su desesperado corazón necesitado del amor por parte del norteamericano. No existía ninguna conexión con el mayor que no fuese las amenazas constantes y la tensión sobre una posible guerra nuclear. Él no lo necesitaba, podía valerse sólo. El estadounidense no necesitaba de la protección de Rusia, ni de su amor o comprensión. Lo único que deseaba de Rusia era su lejanía y eso lo había demostrado bastantes veces para dejar en claro su mensaje. Le dolía el corazón y se rehusaba a aceptarlo. Tal vez, confundía las cosas o tal vez Estados Unidos jamás había querido demostrar eso. Pero en el fondo de su mente, la parte más razonable en dónde sus sentimientos y emociones no influían, justo ahí admitió ese detalle que tanto se esmeraba en olvidar: No lo necesitaban, le disgustaba su atención y presencia.
Por eso, y muchas razones más, Rusia sólo se alegró en contemplar a la nación occidental de lejos. Sólo para apaciguar un poco el dolor que lastimaba constantemente su corazón y trituraba sus sentimientos.
Dudó incluso si eso sería suficiente para dejar de amar al estadounidense.
Tal vez por eso negó el estar enamorado de él.
Tal vez por el bien de su propio corazón y cordura.
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𝙏𝙚 𝙘𝙤𝙣𝙤𝙘í, 𝙏𝙚 𝙘𝙤𝙣𝙤𝙯𝙘𝙤 | RusAme
FanfictionSe dice que cuando un país sucumbe a la muerte, su alma transfiere los recuerdos y sentimientos de aquel que amó en vida hacia su próxima representación. Estados Unidos de América no puede estar más en desacuerdo.