2.2. Desear

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Berlín, Alemania 1949

La Unión Soviética estuvo presente cuando Stalin dió luz verde para el levantamiento del bloqueo en el occidente de Alemania. Su jefe no estaba para nada contento con la idea de dejar que las ideas de los estados occidentales europeos y los mismos Estados Unidos influyeran en la mentalidad comunista que se había impuesto en el país satélite que controlaba luego del gran fiasco y rendición que supuso para el tercer imperio alemán.

"Era inevitable" dijo una vez la Unión Soviética, mirando sonriente el triste y patético cadaver del alemán. Su reinado había terminado cuando europa fue liberada y el ejercito del soviético había podido atravesar las filas de defensa que estaban arrojadas a la muerte por la bala del enemigo.

Su absurdo plan de conquistar a alguien tan grande como la URSS fue cómico para él mismo. Se rió tan fuerte ante el cadáver arrojado con una herida de bala puesta cuidadosamente en su cabeza. Escupió con asco tierras alemanas y se retiró para celebrar su victoria. El hecho de que su aliado japonés atacara al norteamericano también le había traído bastantes problemas, tomando más de lo que podía masticar. Al final del día, el viejo mundo fue liberado por el victorioso ejército aliado, dandole fin a un imperio que había probado el horroso sabor a derrota.

La Unión Soviética se mostró mucho más apto para el título de salvador de europa. Creyó firmemente que ellos le debían más a él siendo que fueron soldados soviéticos quienes tomaron Berlín primero.

Era el más poderoso en europa y su fuerza militar estaba en auge. Emperador sonaba como un título espléndido para él. Era firme, grande e impotente; con un dedo podría acabar con la mitad de las viejas naciones europeas. Sin embargo, un emperador necesitaba de sus subditos tal y como sus subditos dependía de él. Sonrió ante el pensamiento. No era lo más comunista del mundo, de hecho, era absolutamente todo lo contrario a lo que buscaba. Pero le debían a él muchas cosas y supuso que su privilegio no sería descabellado. Al contrario, se mostraría como un emperador justo y lleno de fuerza para combatir esas ideologías que obstruían su mundo perfecto.

Si él era un emperador... entonces necesitaba de una emperatriz.

Tenía al candidato indicado.

Caminó lenta e impotentemente hacia el lugar dónde se encontraba la nación occidental repleta de estrellas. Su vista agració los ojos dorados del soviético y sonrió con diversión.

El estadounidense se volteó con una mirada molesta ante el gran soviético y sus labios se arquearon hacia abajo, en una muestra grosera de disconformidad ante su presencia. Esto no impedió al país socialista que se acercara mucho más e invadiera su preciado espacio personal con una sonrista traviesa y ojos lujuriosos.

Entonces, habló:

—¿Qué es lo que quiéres, soviético?— preguntó de forma despectiva y le dedicó una mirada cargada de odio.

URSS sólo lo rodeo tarareando una melodía demasiado conocida para los oídos del mayor. Incomodó de sobremanera al norteamericano, dandole vistas rápidas sobre su ropa, haciendo que se cruzara de brazos y se apoyara en la pared dónde antes estaba recostado.

—¿Qué crees que es lo que quiero, дорогой? ¿Hmm?— respondió con otra pregunta capciosa y se colocó justo al frente de la vista del americano, quién veía la ciudad alemana con desinterés.

—¿Qué es lo que quieres? Claro, sé perfectamente lo que quieres.— soltó su agarre de sus brazos y lo señaló con furia reprimida y una sonrisita cínica.— Quieres deshacerte de mí lo antes posible.

Los dorados ojos del soviético lo escanearon y se rió con burla, pisando mucho más cerca y presionando su pecho contra el del americano que se removía con desprecio.

—Siempre crees saber lo que los demás quieren, América. Es un rasgo muy feo de tí que sin duda me aseguraré de quitartelo cuando te rindas ante mí.— habló con diversión en su voz y su aliento rozó el rostro del estadounidense.— ¿Deshacerme de ti? Ahora, ¿por qué haría eso, eh? Después de que te has mantenido con vida sólo para mi, no desperdiciaré tus esfuerzos... no, no lo haré.

Estados Unidos supo en dónde iba la conversación y quiso separarse lo antes posible de la atención del soviético. Alejarse lo antes posible de sus palabras y vivir en la felicidad de la ignorancia.
Se removió inquieto de la presión de pecho contra pecho y las piernas y brazos fuertes que se interponían en sus posibilidades de huída.

La URSS notó la desesperación del americano y presionó sus dientes en muestra de furia y sadismo.

—Siempre tratas de huir cuando menciono esto ¿No es eso una muestra más de tu patética forma cobarde, eh?— sus manos tomaron con brusquedad sus antebrazos y lo presionó contra la pared del edificio alemán.— Te beneficiaste bastante la vez pasada y esta vez también... ¿Crees que la guerra es un comercio? No te preocupes, te enseñaré algunos modales cuando caigas igual que lo hizo Roma en su tiempo. Soy un hombre paciente cuando se trata del amor...

Su boca se acercó peligrosamente hacia la del contrario y lo beso con fuerza, invadiendo su cavidad bucal con su húmedo músculo. Recorrió con desesperación sus labios, se empujó contra el americano, absorbiendo su calidez embriagante y su aroma; deseando tan sólo su bonita presencia.

Su beso no tardó en romperse cuando un dolor puzante invadió rostro y sus bocas se separaron jadeantes, con saliva y sangre recorriendo sus bocas. La URSS succionó su ensangrentada lengua, regalándole una sonrisa sádica y ojos peligrosos. Forzó otra vez su boca en la cavidad bucal del mayor, restándole importancia la herida abierta y sangrante.

Ese beso duró mucho menos, pero el estadounidense no tardo en volver a morderle en advertencia y deseo de separarse. Esto colmó e irritó al desesperado soviético, tomándolo con más fuerza antes de separarse y gritarle:

—¡¿Crees que tienes el maldito derecho de escoger cuando estás conmigo?!

—¡Aléjate de mi, bastardo!—su voz estaba llena de ira, sin embargo, no forzó todo su cuerpo a separarse como lo habría hecho con otra persona que no fuese el soviético. Y este entendía esa resistencia por parte de su amante. No importaba cuanto lo forzara o gritara, el estadounidense no utilizaría toda su fuerza contra el soviético, incluso en situaciones de dudoso consentimiento. La URSS conocía bien el comportamiento de la nación occidental, y por ende, la razón por la cuál no lo alejaba con todas sus fuerzas.

—¿Otra vez tratas de alejarte de mi, дорогой? No olvides a quién juraste amar.— sus brazos lo tomaron con mucha más presión y lo forzaron a mantenerse en su lugar.— una y otra vez proclamas tu odio hacia mi, pero cuando me miras a los ojos sabes cuánto te mientes a ti mismo. Tú lo amabas, le ibas a conceder algo que ahora se ha vuelto mucho más preciado con el pasar de los años... le ibas a entregar algo tan preciado a una nación tan incompetente.— susurró con irritación— ahora yo me he convertido en alguien lo suficientemente digno para tan dichoso regalo...

Entonces, acarició su nariz contra la del más bajo y susurró contra sus labios ensangrentados.

—Dame lo que me has prometido, América. Entrégate a mi cómo dijiste que lo harías. Porque si tu no me das lo que de me ha sido prometido...—su voz se hizo más profunda y le dedicó una mirada aterradora, sonriendo con los labios presionados contra la boca del contrario— lo tomaré de todos modos. Quieras o no.

Sus ojos brillaron peligrosamente y selló una advertencia con sus labios.

𝙏𝙚 𝙘𝙤𝙣𝙤𝙘í, 𝙏𝙚 𝙘𝙤𝙣𝙤𝙯𝙘𝙤 | RusAmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora