1.4. Hasta la próxima vida, мой люблю

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Región de Manchuria, China 1901

El crujido de huesos rotos fue fuertemente opacado por los gritos desgarradores del chino que se arrastraba por el suelo de madera, sangrando y ensuciando su camino. China jadeó y se retorció en manos extranjeras cuando la mano de un alemán sujetaron fuertemente su rostro y lo miraron con burla sádica.

El Imperio Alemán sonrió triunfante y le dió una cachetada al asiático que caía al suelo con un sonido seco. Se levantó de su estado en cunclillas y se acercó al austrohúngaro que miraba la escena junto a las otras seis naciones sentadas y dispersas por la oriental habitación.

Japón cautelosamente se movió por la habitación para ver a su pariente ser cruelmente humillado en vista de la Alianza de las Ocho Naciones. Sus ojos rasgados analizaron a cada occidental que observaba el panorama y agarró fuertemente su katana a su costado. Ninguno de ellos confiaban en sus aliados temporales, asi que era mejor prevenir que lamentar.

En un momento estabas en la cima y en la otra siendo aplastado como un insignificante insecto. Japón lo sabía perfectamente, y por eso, retrocedió cuando la patada de un ruso hizo exhalar bruscamente al oriental arruinado. Vió el reto en sus ojos inyectados de odio y cómo se relamía los labios resecos y ensangrentados, alzando involuntariamente la cabeza cuando el Imperio Británico lo tomó por el cabello y lo inclinó hacia su rostro. China aborrecía con su alma al británico, de hecho, a cada occidental que veía y entraba a sus tierras. Él no podía soportar la presencia de gente extranjera en sus tierras y Japón, de cierta manera, lo comprendió perfectamente.

El odio inculcado en sus culturas fue demasiado similar. No había nación alguna que no odiara a su vecino o cierto tipo étnico. Estaba en su parte como humanos detestar lo diferente y aborrecer a la gente por el pasado. Fue demasiado fácil para las naciones hacer eso; ellos no envejecían y morían facilmente. Ciertamente podían vivir cientos de años y tener el recuerdo fresco de la tortura, humillación y burla de hace cien años; justo como China ahora.

El hombre asiático no derramó ninguna lágrima o sollozó por misericordia. No, él sólo miró a los occidentales murmurar y reirse de su estado patético y moribundo. Eso le hizo hervir la sangre y escupió la sangre acumulada en su boca hacia la cara del británico, que sonrió oscuramente y le dió un puñetazo en su rostró, todavía sosteniendolo por el cabello.

-Eres una desgracia, Gran Bretaña.- susurró el chino y se dirigió hasta los otros siete expectantes.- ¡Todos ustedes! ¡Son una mierda! ¡No puedo esperar que se destruyan unos a otros...!

Otra pateada del ruso más alto lo interrumpió con la mirada oscurecida y sonrió con burla hasta el otro.

-¿Más destrozados que tú, maldita prostituta?- Rusia preguntó con sombriamente y sólo caminó por la habitación hasta dirigirse hasta un occidental más joven de la reunión.

Japón lo siguió con sus ojos y apretó un poco más los labios. Para lo que a él le respectaba, el hombre eslavo era un idiota. Un hombre demasiado territorial y posesivo, demasiado insaciable...

Japón sabía que un enfrentamiento directo con el ruso no era ninguna irrealidad. Deseaba poder golpearlo por todas las razones por las cuales detestaba al ruso. Al hombre japonés jamás le agradaron los occidental ni los orientales. Eran un desgracia para el mundo y no podía esperar a conquistar todo oriente cuando su pariente chino se rebajara hasta el nivel de lamer las suelas de los zapatos de los occientales.

Eran repugnantes, él sabía eso. Sus inmensas ganas de conquistar y saquear territorio ajeno era un especialidad suya. Siempre siendo lo más basura del mundo; robando, violando, asesinando y ganando. El Imperio Japonés sabía perfectamente lo codiciosos que eran los europeos y deseaba poder masacrarlos hasta eliminarlos por completo.

𝙏𝙚 𝙘𝙤𝙣𝙤𝙘í, 𝙏𝙚 𝙘𝙤𝙣𝙤𝙯𝙘𝙤 | RusAmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora