2.1. Querer

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Embajada soviética en Irán, Teherán. 1943

Había pasado no mucho después de la conferencia en El Cairo. La guerra en europa estaba llegando a su fin, pero aún quedaban cuestiones pendientes para que puedan si quiera pensar en respirar tranquilos en la serenidad de la postguerra.

"Aunque ellos nunca estaría tranquilos."— pensó— "Siempre nos la arreglamos para seguir batallando entre nosotros."

Estados Unidos suspiró de mala gana mientras caminaba por los pasillos del edificio en territorio iraní. Tenía que encontrarse con el británico y el soviético, y eso le hizo sentirse mal del estómago. Un mal sabor de boca se instauró en sus papilas gustativas y el pecho de contrajo al ver a ambas potencias esperándolo, sentados.

"Veo que Churchill y Stalin llegaron temprano."

Gran Bretaña tenía un semblante inquieto y serio, rebotando su pierna con impaciencia mientras se cruzaba de dedos. Sin duda alguna, estaba ansioso por saber que carajo iban a hacer para poder liberar Europa del dominio alemán. En cambio, a su costado, estaba la URSS, con un caracter jubiloso y la mirada centrada en su rostro, sonriendole extasiado, como si le hiciera gracia que el estadounidense hubiese estado de acuerdo en conceder sus peticiones.

Su mirada cargada de algo indecifrable lo asqueó y apretó los dientes con una furia reprimida.

No le agradaba en lo más mínimo. Tenía el presentimiento de algo muy malo con respecto a ese hombre de gran altura.

Reino Unido notó esa tambaleante tensión por parte de su hijo y supo de inmediato que si no intervenía, Estados Unidos comenzaría una discusión con la nación euroasiática.

Carraspeó un poco, rozando sus labios con su puño, llamando la atención del estadounidense, mas no del soviético, quién seguía observando al americano como si fuese la cosa más divertida del mundo.

El británico abrió los ojos, miró con seriedad a su hijo, y habló:

—Muchas gracias por presentarte, America.— su tono de voz fue respetuoso y serio, sabiendo perfectamente y en carne propia que el país occidental odiaba con demasía la falta de respeto; proveniente de su negación constante de reconocimiento como nacion independiente.

Por ello no se sorprendió cuando la URSS sacó de quicio al norteamericano con sus palabras.

—¿Es alguna costumbre estadounidense el llegar tarde?— inquirió con diversión en sus palabras.— Primero en Moscú no te presentaste, y luego llegas tarde. Sé que no estás en europa, pero mínimo un poco de respeto por nosotros, América.— se apoyó en su mano y siguió hablando.— era de esperarse en un país como tú.

Estados Unidos apretó los dientes y lo miró con ojos furiosos.

—¿Qué estás tratando de hacer, soviético?—preguntó con ira.— ¿Tengo que leerte la carta de mi presidente justificando su ausencia en la conferencia en Moscú o su mala salud? Esta bien, no todos nacimos con la capacidad de leer. Que mal por ti.— escupió palabras venenosas hacia su aliado, apretando las manos y tensando sus hombros. Su mirada cargada de sarcasmo no afectó en lo absoluto al soviético, quien sonrió con gracia, cruzando sus piernas, contemplando.

Pudo llegar a escuchar un murmullo en ruso por parte de su compañero de guerra, y aunque no pudo llegar a obtener una traducción adecuada, el tono de su voz y las expresiones corporales lo alertaron.

𝙏𝙚 𝙘𝙤𝙣𝙤𝙘í, 𝙏𝙚 𝙘𝙤𝙣𝙤𝙯𝙘𝙤 | RusAmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora