✰✞︎ 𝘊𝘢𝘱𝘪𝘵𝘶𝘭𝘰 𝘊𝘪𝘯𝘤𝘰 ✰✞︎

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✞︎ Mᴏʀᴏᴄʜᴀ : Dᴜᴄᴋᴏ ✞︎

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Después de haber respondido el último mensaje de Monzón.

Spallatti dejó su teléfono en su cama y fue a ponerle seguro a su puerta. Debido a que deseaba probarse la ropa que aquel le había enviado, cuando no estaba en casa.

Estando todo aquello en un paquete sellado, el cual su madre había recibido, pero que no se tomó la molestia de abrir.

Ya que eran cosas de Matías y ella jamás se metía con algo así.

Entonces con sumo cuidado fue quitando la envoltura del paquete, chillando de emoción cuando vio todo lo que Mauro le había dado. Aquella pollera negra que lo había enamorado a primera vista, esas medias también negras, que lo hacían fantasear como loco.

Aunque también venía un top rojo, junto con unos sujetadores, un collar de cuero con una hebilla en forma de corazón y un portaligas. Siendo mucho más de lo que se había esperado, pero Monzón le había prometido un outfit completo, así que ahí lo tenía enfrente de sus ojos y solo para él.

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Las ganas de Matías por probarse aquella ropa eran muchas, así que no pudo evitar sacarse la que tenía puesta para vestirse con sus nuevas prendas, menos con el portaligas. Temblando casi de placer y emoción cuando se vio al espejo, una vez que su cambió hubiera finalizado.

La puta madre. murmuró, mientras se tocaba ligeramente en los muslos, soltando más de un gemido y jadeo en el proceso. Dios, Mauro, te luciste. declaró sin dejar de tocarse, como si aquel estuviera ahí con él. Pensando brevemente en su mejor amigo y en esas épocas dónde aquel lo hacía completamente suyo. Ahg~ Mauro~ jadeo con fuerza al empezar a masturbarse. No teniendo nada que cubriera su zona íntima, nada que no fuera más que la pollera negra. Papi~ gimió sin borrar de su cabeza la imagen de Mauro mientras tocaba su cuerpo de manera erótica y posesiva.

Pero antes de ponerse a gemir como un animal, terminó recapacitando en lo que estaba haciendo. Por lo que paró un momento, para buscar ayuda en uno de sus juguetes especiales para estás ocasiones, los cuales estaban escondidos en su armario dentro una caja, buscando concentrarse en sí mismo y no en el ojiverde.

Porque no le parecía correcto fantasear cosas de este tipo con su amigo, no cuando aquel ya tenía a alguien como pareja.

Y por dónde lo viera no era correcto hacerlo.

Así que se tiró en la cama con un vibrador en sus manos, derramando sobre este un poco de lubricante para que la invasión no fuera tan brusca. Abriendo bien las piernas para introducir dicho objeto en su interior, gimiendo bajito cuando aquello empezó a entrar lentamente en él, pero esos gemidos se hicieron más fuertes cuando todo llegó a dónde debería.

Spallatti sentía como todo en él temblaba, temblores que se incrementaron cuando puso andar el vibrador, masturbándose rápidamente con una de sus manos. Mientras que con la otra se tocaba por aquellos sitios donde era extremadamente sensible.

Cómo por ejemplo su cuello, sus glúteos y sus pezones, llegando a gritar levemente cuando olas indescriptibles de placer recorrían desde el interior de su cuerpo hasta el exterior de este mismo. Aprovechando que tenía la casa sola, porque su madre había salido a comprar unas cosas al chino, y no sabía en qué momento llegaría exactamente.

Aumentando considerablemente el ritmo de la mano con la cual se estaba dando placer, jugueteando con cada centímetro posible de su miembro, sin llegar a olvidarse de sus bolas. Llegando a retorcerse de placer cuando las tocaba sin parar, incrementando su ritmo cardíaco de manera considerable con cada estocada que el vibrador le daba.

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