✰✞︎ 𝘊𝘢𝘱𝘪𝘵𝘶𝘭𝘰 𝘚𝘦𝘪𝘴 ✰✞︎

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✞︎ Mᴏʀᴏᴄʜᴀ : Dᴜᴄᴋᴏ ✞︎

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Matías caminaba rápidamente con el estómago gruñendo en busca de que me diera un poco de alimento, pero no estaba dispuesto a regresar a su casa a terminar con su desayuno.

No después de lo que su madre le había dicho.

Algo que bien era normal de tratar entre padres e hijos, él no se sentía del todo a gusto. Ya que su madre no sabía cuáles eran sus verdaderas preferencias sexuales, y él no sabía cómo decírselo a ella.

Y todo por miedo que le fuera a decir o que la reacción de su confesión, lo llevará a tener una mala relación con su vieja.

Quien nunca le dio señales de ser homofóbica, pero, aun así, no estaba dispuesto a arriesgar nada.

Así que prefería quedarse callado y seguir como si nada.

Aparentando que era completamente heterosexual, y que no se calentaba con imaginarse a un pibe desnudo en su cama. Mientras que este le daba una tremenda cogida, la cual le hacía olvidar todo lo que conocía.

Sumándole ese pequeño detalle de que le gustaba vestirse con polleras muy cortas, mover el culo con mucha libertad, y vestirse de una forma "diferente" a la habitual.

Nada fuera de lo normal.

Definitivamente no.

Bueno.

Sí era diferente, tal vez un poco extraño, pero eso lo hacía muy feliz. Y sinceramente, daría todo lo que tuviera para salir a la calle como le gustaba, al mismo tiempo de disfrutar de su sexualidad sin ningún tabú de por medio.

Pero, sobre todo.

Encontrar a alguien que le llenará ese vacío que Mauro le había dejado cuando empezó a andar con Paulo. Dando una rotunda finalización a sus tardes calientes, dónde el sexo desenfrenado era la mayor atracción de todas.

Recordando sin problema cada una de esas situaciones. Debido a que eran inolvidables por dónde quisiera verlas o recordarlas.

Cómo en esa ocasión dónde Mauro se lo cogió en el living de su casa, casi con la puerta abierta. Porque no aguantó las ganas de verlo vestido con una minipollera, que apenas le cubría la mitad de los muslos.

O en esa otra, dónde fue a hacer algo de comer, pero en vez de hacer algún sándwich o un simple snack, terminó mamándosela increíblemente a Monzón.

Quien después de correrse en su boca, pensó que sería una buena idea meterle un jodido pepino por el culo. No sin antes ponerle a este un forro, a manera de hacerlo más estéril y seguro para Spallatti.

Quien no pudo comer dicha fruta sin recordar lo que su amigo le había hecho en medio de la cocina por unas cuantas semanas.

Y Dios.

Eran tantas experiencias sexuales, tantas buenas y jodidas experiencias sexuales, que ahora que se habían ido, lo hacían sentir más que vacío y triste.

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[...]

Pero bueno, ya no valía la pena llorar sobre la leche derramada.

Después de todo, habían llegado a un acuerdo con Monzón, para no sacar más el tema cuando uno de los dos tuviera pareja.

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