Venganza. Una palabra. Tantos sentimientos ocultos. Decían que la venganza era un plato que se servía frío. Por eso tenía que tomarme el tiempo de disfrutarla, saborearla. Porque no tendría otra oportunidad.
No, esto era algo único, invaluable.
El golpeteo de las tuberías suena constante, como si pudiera confundirse con los latidos de mi corazón. ¿O sería el suyo?
La oscuridad que nos envuelve apenas es interrumpida por las luces neón que cuelgan sobre él, lo suficiente como para cegarlo, confundirlo.
—Por favor, por favor —suplicó con desesperación, removiéndose—. No me hagas esto. ¡Por favor! Te daré dinero. Te daré todo lo que quieras, pero por favor, déjame ir.
—¿De verdad crees que eso bastaría para salvar tu vida? —pregunté con ironía.
Su llanto se convirtió en gritos desesperados, pero no importaba cuánto se esforzara, no podría librarse de su fatídico destino. Atrapado en una camilla y completamente inmóvil. Las drogas que tanto tiempo me tomó desarrollar ya estaban en sus venas, moviéndose silenciosamente hacia su corazón.
Sería una muerte lenta. Y yo disfrutaría cada segundo de ella, pues nadie estaba buscándolo. No, nadie estaba interesado en él. Podía pasarme días y días, torturándolo. Porque, al fin y al cabo, nadie buscaba a las escorias como él.
Siempre rodeados de personas, pero sin tener a alguien que se interesara realmente en ellos. Esa era la clase de persona en la que Jean D'Lacos se había convertido.
—Detente —gritó al verme acercarme a él—. ¡Basta, solo detente! Por favor.
Mi mano no tembló al momento de traspasar las corneas de sus ojos, sin ningún tipo de anestesia. Sus gritos fueron música para mis oídos. Tenía que ser cuidadoso, pues estos vendrían a ser un regalo para alguien muy especial.
Jean d'Lacos se desmayó un par de veces por el dolor, pero nunca dejó de quejarse. Como si fuera una melodía, sus gimoteos me acompañaron durante todo el proceso.
Los guardé con cuidado en la pequeña cajita roja en la mesita a mi lado. Un escalofrío me recorrió al acomodarlos, como si esos ojos aún tuvieran la capacidad de ver, como si me estuvieran juzgando.
Tarareé una canción mientras esperaba que él despertara. No era divertido hacerle pagar, si él no estaba consciente para torturarlo.
Gritó como nunca al darse cuenta de que se encontraba ciego, siendo la máscara de neón que utilizaba lo último que vio y lo último que vería.
—¿Qué se siente, Jean? —pregunté, ansioso por la respuesta—. ¿Cómo es estar a mi merced? ¿Qué se siente saber que morirás en mis manos?
—¿Por qué me haces esto? —gritó, salpicándome de sangre.
No me respondió, pero igual no esperaba que lo hiciera. Sus lloriqueos eran impresionantes, melodiosos. Se quejaba con tanto dolor, pero las drogas detendrían su corazón poco a poco, tan lento, tan deliciosamente lento.
Sonreí ante su estado deplorable, limpiándome con un pañuelo. No importaba cuánto desastres provocara, nadie nos encontraría aquí. El lugar perfecto para disfrutar de mi venganza.
—¿De verdad no lo sabes? —susurré en su oído—. ¿Acaso no lo recuerdas? Todo el sufrimiento del que fuiste responsable.
—¡No hice nada malo!
Que descarado... Lo golpeé, sacando un poco mi furia. Sabía que él iba a terminar acabando con mi paciencia tarde o temprano, pero no esperaba que se hiciera el santo.
—¿No? ¿Qué hay de Grace Richards? ¿O Simon Pittier? ¿Qué hay de Jamie Stuart? ¿Donna? ¿Freya? ¿Sarah? ¿O ya no recuerdas a Wilde? ¿Qué hay de todos aquellos a los que hiciste sufrir, Jean? ¿Qué hay de mí? ¿Crees que no hiciste nada mal?
Gritó, como si acabara de darse cuenta de que estaba hablando en serio. Su expresión aterrorizada no tenía precio. La sangre corría desde sus cuencas vacías, salpicando todo el lugar. Me tomé mi tiempo para disfrutar el momento, confiando en qué no iban a encontrarme.
Porque, para empezar, nadie sabía que iba por él. Nadie sabía que iba por todos los demás. La lista era larga, pero Jean era el líder de aquel grupo que por tantos años me hizo sufrir. Eso lo hizo merecedor de ser el primero en pasar por aquí, pero no sería el último.
No, yo iba a encargarme minuciosamente de ellos. Uno por uno, todos caerían.
Hasta que el último de ellos.
—Es hora de pagar.
Así que no me detuve, torturándolo hasta que las luces se apagaron. Y pronto solo éramos un cuerpo pudriéndose y yo.
Pero no importaba, pues ahora solo tenía que seguir con el próximo de la lista.
¡Hola, hola mis criaturitas amantes del misterio! Por fin damos inicio a esta historia y yo no podría estar más emocionada. Tengo al menos un año planificándola y ya es momento de que viera la luz.
¡Feliz cumpleaños, Fatima Valerio! Esta historia se publica hoy por ser tu día especial, así que si lees esto, comenta aquí para hacerte la dedicatoria.
Espero que les guste tanto como a mí. Recuerden que la mejor manera de disfrutarla es estando al día y leyendola cada sábado ;)
En la multimedia les dejo una ilustración del capítulo.
¡Nos leemos en el capítulo 1!
ESTÁS LEYENDO
El asesino de Easter High (+21)
Mystery / ThrillerEl primer cuerpo apareció sin ojos. El segundo apenas se podía llamar un cuerpo. Al tercero le faltaban todas las extremidades. Al cuarto sólo encontraron su cabeza. El quinto sigue desaparecido. ¿Qué tienen en común? Todos ellos eran alumnos del E...