C A P I T U L O 5

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Silencio.

El más extraño, pero que de alguna manera resultaba reconfortante, silencio.

¿Había actuado como una loca desde su perspectiva? Aferrándome a él, confesando que no quería estar sola. Aclamando estar aterrada hasta los huesos, suplicándole que no me abandonara a mi suerte.

Y lo peor era que estaba siendo sincera. La soledad a la que tanto trabajo me había costado acostumbrarme, ahora se veía amenazada por alguien que invadió la seguridad de mi hogar. La soledad, que ya había adoptado como algo acogedor, ahora se veía peligrosa, amenazante, riesgosa.

Peligrosa.

Así que lo seguí. Quizás demasiado acostumbrada al trabajo policial. El detective Jonhson podía ser un témpano de hielo, pero sorprendentemente no dio tanto trabajo convencerlo, no como el que esperaba. Y aunque al principio me pareció sospechoso, decidí dejarlo a un lado, sin darle más importancia.

No importaba las razones por las que aceptara. Lo que me importaba era que me permitió acercarme al caso. Y eso significaba dos cosas. Uno, que no era tan sospechosa como yo pensaba.

Y dos... Que realmente me encontraba en peligro.

Tragué con fuerza ante el pensamiento, mirándolo mientras estaba distraído. Sus facciones eran un poco toscas, su nariz perfilada y unos ojos azules que parecían ser capaces de congelar los desiertos.

Alex Jonhson. Recién llegado a la ciudad, soltero, alto y musculoso, serio y dedicado. El hombre perfecto, si no fuera por su increíble mal humor y su semblante malhumorado.

Esa fue mi primera impresión sobre él, mucho antes de llegar a conocerlo, pero ya no estaba tan segura. Porque, aunque él lo ocultaba, en diversas ocasiones lo vi sonreír disimuladamente y abiertamente. También era mucho más amable de lo que había pensado en un principio. Incluso tenía la costumbre de abrir las puerta de su auto para mí.

No era el monstruo frío que estaba esperando encontrar.

Y aun así me tomó por sorpresa que me invitara a salir. Tan arrogante como parecía, había tartamudeado un poco, nervioso y un poco tímido. Nuestra primera cita fue un poco caótica. Él llegó tarde y yo creí que me había dejado plantada. Estuve muy tentada a irme, envuelta en los malos recuerdos que eso trajo. Ahí fue cuando lo vi.

Despeinado y con cara de cansancio. Agitado por andar corriendo de un lado a otro. Pero llegó.

Finalmente llegó.

Resultaba que cuando estaba manejando para llegar al bonito restaurante que eligió, observó como intentaban atacar a una chica. Logró detener al tipo, pero calmar a la chica y todo el papeleo luego de ello no le dio tregua.

—Deja de verme. ¿Quieres?

—No, de hecho, eres bastante bueno para la vista —admití, encogiéndome de hombros.

Reí al ver su rostro sorprendido. Lo había tomado desprevenido, halagándolo. Tampoco parecía acostumbrado a recibir cumplidos, pero estaba siendo sincera.

Quizás un poco más directa de lo que acostumbraba.

Estacionó con confianza, dándome una mala mirada que solo me hizo reír. Se bajó y corrió hacia mi puerta, abriéndola antes de que pudiera reaccionar.

—¿Vas a entrar? —preguntó, señalando la casa de Natalie Cole con la cabeza.

—Sí. Creo que es una buena idea.

No de las mejores, pero era una buena idea. Ella debía estar afectada, si había encontrado el cuerpo de Jean. Una cara familiar podría ayudarle, calmarla. Todos los detalles, incluso lo más pequeños, eran importantes en un caso tan delicado.

El asesino de Easter High (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora