CAPÍTULO I: VIAJE AL PASADO.

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-¡Higurashi, veinte vueltas más!

Una chica pelinegra trotaba alrededor de un circuito delimitado en un campamento. Respiraba profundamente debido al cansancio. Su camiseta de tirantas negra estaba repleta de sudor, aún así no cesaba.

El Sol pegaba fuerte, ella era la única que permanecía corriendo. Algunos hombres estaban tirados en el suelo intentando tomar hasta la última partícula de oxígeno posible. Sin embargo, Higurashi no se rendía.

-¡Demuestrales a éstas nenitas cómo es un verdadero soldado, Higurashi!

Sí, el lugar era una base militar japonesa. Todos allí eran soldados pasando por duras pruebas para ver su capacitación y resistencia. Higurashi era la que quedaba en pie, sus compañeros habían sucumbido en la vuelta número 80, pero ella iba a por las 100.

Dando lo mejor que quedaba de si misma, completó la última vuelta del circuito y se tiró al suelo buscando aire puro. El hombre que parecía ser su superior le tendió la mano y le obsequió una botella de agua.

-Gracias, teniente.- La chica se secó el sudor de la frente antes de encaminarse a su taquilla con su corazón aún bombeando al máximo.

Tras un rápido aseo se colocó su uniforme, se ajustó su cuchillo táctico en el muslo y ocultó otro en su bota derecha. Luego tomó su funda de pistola con la misma en su interior y se la colocó en su chaleco junto con las granadas y demás municiones. Se colocó a la espalda su subfusil UMP y salió para entrar al convoy que los llevaría de vuelta a casa.

Por fin volvería, su servicio acababa esa misma tarde, no tendría que volver hasta que fuera llamada. Suspiró, quizás no fuera del todo lo que quería para ella.

◇◇◇

-Ya estoy en casa.- Avisó al llegar al templo.- ¿No hay nadie en casa?- Nadie le respondió.

Tenía unas ganas enormes de subir a su habitación y quitarse el uniforme y el peso de las armas que llevaba, pero tenía aún más ganas de ver a su familia. Así que salió de la casa para mirar en los edificios alrededor de la misma. En el santuario no estaban, en el trastero tampoco.

Se detuvo a tocar el árbol sagrado, lo acarició y susurró una oración. El viento levantó su cabello sujeto en una coleta, sonrió. Ese árbol había estado ahí siempre, era el símbolo sacro que su familia custodiaba.

Sólo le quedaba mirar en el pozo. Rodó los ojos, odiaba ir allí. El pozo hacía que se le crispasen los nervios, como si algo estuviera mal con el. Suspiró y se encaminó.

Abrió la puerta corredera de la casita y entró a la penumbra. Tampoco había nadie allí y el pozo seguía sellado. De niña tuvo curiosidad por saber qué ocultaba su abuelo bajo esas tablas llenas de sellos, pero él siempre entraba en pánico al ser cuestionado al respecto.

-¡El sello del pozo es algo que nuestros antepasados colocaron! ¡Jamás debemos cuestionarnos porqué lo hicieron! Hicieron lo que debían y punto.

Pero la curiosidad mató al gato y para ella los sellos y los demonios eran patrañas de sus antepasados en las que su abuelo creía y veneraba.

Recordó una palanca vieja en uno de los estantes y la agarró. Las tablas del pozo no tardaron en saltar una vez ella hizo el movimiento adecuado. Miró hacia dentro para ver solamente oscuridad y polvo.

Bufó. Al final si era todo una patraña para atraer turistas al templo. Lo repararía mañana para que el abuelo no se percatase. Ahora se quería retirar a descansar, parece que después de todo su familia no había recordado que hoy volvía de su servicio.

Guntai軍隊 (Inuyasha X Kagome)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora