Capítulo 11: Yo. ¿Una animadora?

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Ahí estaba Noa. No me dio tiempo a decir nada que me estaba gritando.

—     Te has dejado esto en mi casa. ¡No quiero tener que ver nada contigo! — Tiró por el aire la mariposa, que aún no sé cómo se me quedó en su casa. Creí no llevarla encima. Incluso no sabía dónde estaba. Como cada vez que viajo en el pasado.

—     Pero...No...Noa. ¡Espera! ¡No te vayas! — No sirvió de nada que le dijera esas palabras. Pegó la vuelta y se marchó. Ni siquiera miró un segundo hacia atrás, hacia donde yo me situaba. Qué drama, qué imagen más desoladora, que final para nosotras más cruel.

—     ¿Y la mariposa? — Dije en voz baja y asustada. ¿Ahora dónde habrá ido a parar? Pensé para mí. Y de repente la veo sostenida en el aire, congelada, pero sin gravedad. Flotaba sin moverse. Era la cosa más extraña hasta el momento. La intenté coger pero quemaba, no de calor sino del frío helado. Me transmitió ese efecto desde los dedos de las manos hasta los del pie. Recorriendo por su paso mi cara, mi pecho, mi cadera, mis piernas y mis pies. Una sensación muy desagradable pero a la vez reconfortante.

Quité la mano, pero volví a intentarlo. Esta vez pude cogerla y de golpe volvió a cambiar su estado al de cristal. Como si nada hubiese sucedido. Aunque sus colores no brillaban.

Me senté en el sofá de mi comedor a pensar en la situación. En todo lo que me estaba deparando la estúpida mariposa. La tenía entre las manos, volvía  a ser de colores. De esos colores que nunca jamás volveré a ver, era como un arco de san Martín. Colores brillantes y transparentes. Colores dulces y tenues. ¿Y tanto dolor podía estar causando?

De nuevo el timbre de la puerta volvió a sonar y me levanté corriendo a abrir, creyendo que era Noa. Qué venía de nuevo a disculparse. A acabar este estúpido juego. 

La segunda sorpresa en ¿Qué? ¿Veinte minutos?:

—     Tía ¿Pero qué haces vestida así? ¡Si te cuelgo sabes de sobras que vendré  a sacarte a rastras de tu casa! Tú, en la vida, me has dejado tirada. Hoy no iba a ser el primer día. — En el otro lado de la puerta había una chica rubia, delgada y con unos espectaculares ojos verdes. Era la misma chica de todas las fotografías que había estado mirando antes en la habitación. ¿Pero...Qué hace aquí? Además iba con todo un séquito de tres o cuatro chicas más. Todas ellas muy bien puestas, maquilladas hasta la saciedad, bien vestidas, y sobre todo muy guapas. Había de todo, tanto rubias como morenas.

—     ¿Lili? — Pregunté con incertidumbre.

—     ¡No! ¡Tu tía! — Soltó —Pues claro petarda. ¿Es que esperabas a alguien más? ¿No me dirás que me dejabas tirada por otra? ¡Te mato eh! —Lo dijo con la misma dulzura que habló conmigo por teléfono. Se le veía bien, una chica agradable, aunque un tanto creída. Todo el rato con el brillo de labios.

—     Perdona es que como te dije que...—No pude acabar la frase que ya estaban todas dentro de mi casa. Unas me cogían y me llevaban arriba y solo podía escuchar a Lili de fondo dar órdenes sin tregua a la demás.

—     ¿Dónde tienes el uniforme belleza? —Alguien soltó.

¿Qué uniforme? Si yo no sé de qué me hablan. No podía ver nada ni hablar tan siquiera. ¿Para qué me preguntan si me están pintando los labios y no me dejan contestar? ¡Qué mareo! De un lado para el otro. Me ponía brillo, pintando los ojos y me dieron de beber a morro de una botella azul cristalina. El líquido de ésta empezó a bajar por mi garganta y quemaba más que una sopa recién sacada del fuego. Grité y todas empezaron a reírse. Y yo acabe siguiendo el rollo. ¿Y ahora? Me pusieron el uniforme.  A esto se refería aquella voz que antes preguntó. Era una falda bien corta y una t-shirt del mismo estilo. Después una bambas muy planas. Otro trago de aquella botella. Y seguíamos con la vestimenta. El conjunto era en azul y amarillo y la verdad para enseñar tanto, mi cuerpo no estaba nada mal. Para finalizar, Lili, como no, me hizo de nuevo la coleta que llevaba y me puso una cinta azul en forma de lazo. Una de ellas me cogió por el brazo y me llevó para abajo las escaleras. Iban todas chillando una especie de slogan o himno. No entendía nada. Estaba muy aturdida y empezaba a ver borroso. ¡Oh no! Qué no me desmaye. Ahora no es buen momento. Ellas seguían gritando, parecía una fiesta de solteras. Y más tragos de la botella, ya no sabía si era azul, gris o verde.

Salimos todas para el jardín y me dirigieron hacia un coche que había aparcado en la puerta. Creí leer Jeep. Era muy chulo sin ventanas y descapotable pero ¿Cómo íbamos a ir todas allí? De repente derrapó otro coche cerca de éste. Era todavía más grande. Había chicos en su interior. Uno me dijo:

—     ¡Lía estás preciosa como siempre! — Me picó el ojo al mismo tiempo. Era alto. Muy guapo y musculoso. Llevaba unas siglas en la camiseta como de una hermandad. A pesar de no saber quién eran, eso no hizo que pudiera sonreírle.  Entonces me fijé bien y allí estaban los imbéciles que habían insultado a Noa antes frente a su casa. No me dio tiempo a cambiar la cara que tres de las chicas que habían estado en mi casa vistiéndome entraron en el coche de aquellos chicos y las demás me hicieron entrar en el Jeep. Mientras pusieron la música alta como si estuviéramos en una discoteca en la playa y cantaban y reían como todo el rato anterior. La verdad es que aunque no veía muy bien  y estaba mareada me lo estaba pasando genial. Siguieron ofreciéndome la botella y a estas alturas ya lo cogía yo misma para beber de ella. Y de golpe...

Estábamos  en un gimnasio, no sé cómo había llegado hasta ahí. Lo de la botella, creía que era alcohol. ¿No llevaría nada más? ¿Qué me está pasando? Me emborracharon de lo lindo esas perras.

Y se encendieron unos focos muy luminosos. En medio de la pista todas nosotras. Los chicos a un lado, aguantando en sus manos lo que parecía ser un casco de fútbol americano. ¿Eran de un equipo? Pero no tenía tiempo para ellos. Empezó a sonar una música y como si nada empezamos a bailar todas al mismo son. ¡Pero si yo no me sé los pasos! Bailaba igual que ellas. No me perdía, ni me descordinaba. Increíble ese momento. Y la euforia me recorría el cuerpo. No me había dado cuenta que llevabamos pompones en las manos. Eran preciosos, llenos de brillos y purpurinas azules. Estaba en el nivel máximo de descontrol y se acababan de encender el resto de focos de la sala. El público empezaba aplaudir y gritar a nuestro ritmo. Había piruetas por parte nuestra y todo era un espectáculo. Mi euforia llegaba aún más allá, un límite que ni yo conocía. ¿Pero qué pasa? La música se distorsionaba con un zumbido que empezó aturdir mis orejas. No oía bien y no podía seguir los pasos de las demás. Estaban riendo y no controlaba mi cuerpo. Veía caras muy cerca de mí. ¿Qué pasaba? ¿Lili? Gritaba sin cesar. ¡Iba a caerme! Todo giraba y daba vueltas.

—     ¿Pero que me habéis dado? —Intenté gritar y ni una palabra salía de mi garganta. Estaba desesperada y el ataladrante zumbido seguía invadiendo mi oído.

Abrí los ojos. ¿Estoy en mi casa? ¿En el sofá? ¿Ha sido una estúpida pesadilla? Sigo con la mariposa en mis manos. Ya no sé qué creer... 

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Gracias por vuestras lecturas chicas ¡¡soys geniales!!

Vuestros coments y votos me hacen seguir cada día y tener más ideas para seguir la novela.

Mil besos♥

¿Volvemos a empezar? © [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora