Capítulo 18: No sin ella.

127 20 8
                                    

Las horas se nos hacían eternas. La espera era cruel junto con los nervios. No sabíamos que pasaba detrás de aquellas paredes, tan blancas nucleares que nos tapaban la vista a posibles desgracias. Queríamos saber más.

— ¿Todavía no se sabe nada, doctora? — Preguntaba Charlie cada vez que salía alguien de allí con bata blanca. Con nervios, quizá no quería oír la respuesta, pero seguía insistiendo.

— ¿Perdona?— Respondió la amable señorita de ojos grandes y grises y pelo negro.

— ¿Si todavía no se sabe nada de la operación de mi hermana? ¡Estamos muy nerviosos! Llevamos horas aquí y nadie se ha dignado a salir y darnos una simple explicación. — Respondió Charlie balbuceando.

— ¿Quién es tu hermana, joven? — Siguió ella, tan amable como al principio. Debía tener unos 60 años, y carácter cariñoso.

— ¿Cómo? Ah, sí mi hermana es Noa, Noa Stevens. Una chica muy guapa, morena. ¡Estaba muy mal, señora, por favor! Dígame algo. — El tono de Charlie pasó a ser de nerviosismo a desesperación.

— Vale, esperen aquí ahora mismo vuelvo. — Contestó la doctora.

Ella se marchó y nos dejó intrigados. ¿Sabía quién era realmente Noa y se asustó? O ¿En realidad solo iba a pedir información? Qué situación más desconcertante nos esperaba.

Llevábamos más de media hora esperando que la doctora volviera y Charlie no cabía en su asombro de haberle dejado tirado. Era increíble que esa mujer no volviera con lo amable que había sido con nosotros. De golpe y porrazo salió un señor por las mimas puertas anteriores con bata verde y pantalón igual. En la cabeza llevaba una especie de entre gorro y pañuelo de múltiples colores. Iba secándose las manos con unas gasas tamaño XXL y parecía haber estado sudando durante horas. Su vestimenta no estaba manchada de ninguna otra materia que no fuera sangre, pero en el rostro tenia cientos de gotitas pequeñas, saladas, ensimismadas revoloteando hasta caer al suelo.

— ¿Charlie? — Dijo mirándole y con cara deprimida. ¿Malas noticias? Pensé.

— ¡Sí! — Dijo él.

— Primero decirle que soy Max, el doctor que operó a Noa. — Justo en este momento saluda a Charlie con un fuerte achuchón de manos, pero su cara no respondía con ningún gesto de satisfacción. — Nosotros, Charlie, hicimos lo que estuvo en nuestras manos, Noa tuvo un golpe muy fuerte en la cabeza que cuando llegó ninguno pudimos ver. Es por eso que lamentamos decirle que Noa no ha soportado tanta presión en todo el cuerpo y... — Justo en ese momento Charlie rompió su desespero y empezó a pegar puñetazos contra la pared. No hacía falta que el doctor siguiera hablando. Ya sabíamos que había pasado.

— Perdonen debo decirles que Noa no ha superado la operación. Lo sentimos. Sabemos que es un momento duro pero tenemos personas para poderle ayudar. — El médico, Max, tenía que notificarlo. Él sabía que nosotros ya lo habíamos entendido pero decidió acabar lo que vino hacer.

En el mismo momento mi cuerpo se desvaneció, no escuchaba nada, solo mi mente gritaba dentro de mí con angustia. Y todo eso no iba a durar mucho tiempo dentro, es así que en pocos segundos empecé a gritar por todo el pasillo. El dolor no salía hacia fuera pero la furia cada vez era más y más intensa. Mi pulso se aceleraba cada vez que expulsaba por mi boca un ruido sonante de desesperación, de horror. Noa no podía haber muerto, Noa era más fuerte que todo eso. Yo estuve a su lado, ella debía seguir al nuestro. Pero de nuevo, la pesadilla más inexplicable volvía a remover mi vida. No pensé más que en ella esta vez, y salí corriendo del hospital. Dejé allí a Max y Charlie y me dirigí de nuevo al coche de éste último. Llevaba las llaves en el bolsillo y no dudé en usarlas para subirme y conducir de nuevo. Todas las señales que hubiera en el camino para mí habían desaparecido desde que cerré la puerta del conductor. Pasé cada calle a más velocidad que la anterior para llegar lo más antes posible a la casa de Noa, dónde me había dejado tanto la dichosa mariposa como el libro. Fueron varios minutos que a mí se me convirtieron en eternidad. Subí el coche a la acera y lo dejé mal aparcado. La puerta ni la recé, las luces seguían encendidas y el corazón iba a salirme del pecho. Llegué a la puerta de entrada y estaba cerrado. ¿Y ahora cómo entro yo? Solo me repetía esa pregunta. Tanto correr para llegar aquí y encontrarme sin entrar en mí destino. ¡No puede ser! Decidí romper una de las ventanas y entrar sin reparos a buscar mis cosas, las necesitaba rápido. El libro quedó en una mesita pequeña de color verde lima situada al lado del sofá. Lo cogí y pase muy rápido hasta la página 389, la pasé y las siguientes páginas no estaban marcadas pero fué donde creí ver unas cruces de hospital. Me detuve y así era. Leí en voz alta:

— El peligro de la vida se sitúa cuando estamos en un túnel sin salida por culpa de una desgracia. Es ahí pues, dónde nuestra vida depende de un hilo, el saber llevarlo o caer en la penumbra. — Hay un asterisco que me indica que mire a bajo. Continúo la lectura en voz alta. — Busca en el rincón de tu mente más extenso la palabra adecuada para encontrar la solución. Coge un ramillete de distintas flores y colores y rocíalo de agua clara, después di la palabra clave 2 veces y tira al aire el ramo. La mariposa debe acompañarte.

Salí corriendo de nuevo hacia el exterior, allí encontré varias flores, preciosas por cierto, se notaba la mano de mamá. Entré de nuevo al interior y derecha hacia la cocina. Cogí la manguera extensible del fregadero y rocié las flores. De golpe brilló junto al agua un destello azulado, miré hacia mi derecha y allí estaba la mariposa. Reposada encima de la mesa de la cocina, junto a unas llaves, supongo que las mías. Me acerqué sigilosamente, sin prisa. Cogí la mariposa y antes de disponerme hacer más, la miré, la miré fijamente y solo susurré —Noa, por favor, debes estar viva. Solo me voy ya de aquí por ti. Esta vez no he pensado en Sophie, solo puedo hacerlo en ti—. 

Cerré los ojos muy fuerte, apreté la mariposa en mi mano y lancé el ramo al cielo solo pensando en la palabra que el libro me pedía. La palabra sin duda era amistad. Ansia, mareos y vómitos volvieron a mí ser. Sentidos por enésima vez no sabía dónde despertaría pero solo quería estar al lado de Noa, que ella estuviera bien y mi entorno fuera el mismo. Los vómitos cesaron y abrí los ojos de nuevo. Un paisaje espectacular me esperaba detrás de los parpados. Colores vivos, naturales y mil animales dejando sonar sus dulces voces. ¿Dónde he ido a parar esta vez? ¿No me tocaba estar en casa de nuevo? ¿Cómo logro encontrar ahora a Noa? Suspiros detrás de cada pregunta que yo misma me hacía en silencio.


_______________________________________________________________________________

Holaa mis queridas lectoras!!!

Solo daros las gracias de veras por seguir leyéndome capítulo tras capítulo. 

Saludoss!

 ♥

¿Volvemos a empezar? © [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora