Capítulo 16: ¿Y mi familia?

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Es verdad. ¿Cómo estará Sophie está vez? Quizá he llegado al fin y todo vuelve a estar como antes. Sí. O todo vuelve a estar patas a bajo, como siempre. Entonces más que curiosidad por saber era incertidumbre por descubrir. Salí fuera, y debía ser verano, finales de primavera quizá pero tenía calor. El sol radiaba en mis mejillas y aumentaba el calor en mi cuerpo. Iba cubierta por una sudadera, quizá en aquella terraza del piso de estudiantes había cogido frío y me la puse. Lo cierto es que también llevaba un short, poco ajustado pero me quedaba bien. Debajo, como ropa interior tenía puesto el bikini, evidentemente para tanta fiesta en la piscina. Y para terminar chanclas. Muy monas, negras con topos de colores. En esta época estaba bastante morena y me agradaba mi estilo. Pero dejemos a un lado la moda y centrémonos en lo que vinimos buscando— Sophie.

Estaba en el jardín ya de nuevo con el sol radiando, un día fabuloso para salir con las amigas o ir a la playa. Un dolor agudo zumbaba en mi cabeza, como aquellos del principio. Empezó una carcajada detrás de otra en mi cabeza, y más flashes. Veía caras pero no sabía bien de quien. De nuevo el misterio y el miedo se apoderaban hasta que la vi. Era Noa, su cara veía, reírse de mí. Señalando mi cuerpo y perversa sonrisa. ¿Pero qué? ¿Noa, qué haces? Quería expulsar de mi boca mi inconsciente. Pero nada. Seguía sin entender nada. Y esos flashes pararon de golpe. Miré a los dos lados de la calle, volví a ver que todo era normal, que mi cerebro volvía a darme malas jugadas y que no era normal sentir esos pinchazos tan a menudo. Quise no centrarme en eso y seguí a la busca de Sophie. Crucé de una vez por todas la calle, y empecé a mirar por las ventanas. Había sombras que se desplazaban por los pasillos de la casa, con mucha luz pero veía bien. Era de día, no entendía a qué venía tanta iluminación. Seguí mirando pero nada y me decidí acercar a la puerta de entrada a picar al timbre. Pasé el precioso y enorme jardín de los Quingle:

[Ding dong -suena el timbre de la casa con un tono normal, bastante común]

— ¿Sí? ¿Qué desea? — contestó una voz tenue detrás de la puerta pero sin abrirla.

— ¡Hola! Soy Lía. ¿Qué podría hablar con Sophia por favor? — Contesté alegre para no causar desconfianza.

— Lo siento. Es que en este momento no está. Deberá volver en otro momento jovencita. — Volvió a responderme.

— Vale. Gracias — Contesté pero no me marché. Escuché bajar la mirilla de la puerta y fui hacía el jardín de nuevo.

Me quedé extrañada. Ya que en aquella casa solo vivía Sophia y Tom. Entonces, ¿De quién era aquella vocecilla? Como no comprendí, me quede un rato sentada en la acera a esperar que Sophie llegara, tal y como esa mujer me comentó. Pero pasando las horas no llegaba nadie. De golpe en el otro lado de la acera si que llegó alguien. En un coche azul oscuro que aparcó en el parking. ¿Será mamá o Charlie? La euforia era tal que dejé mis pensamientos muertos de nuevo y salí corriendo de un lado al otro de la calle, sin mirar tan siquiera. Suerte que no era transitada y no pasó nada, pero al llegar a mi casa todo iba a cambiar. Tan igual no eran las cosas en estos momentos.

— ¡Charlie! Hermano mío, que ganas de verte. Parece que hace un siglo que no te veo. — Vi bajar a mi hermano del coche y parecía que todo volvía a ir bien. Pero las apariencias engañan.

— ¿Hermano mío? ¿Pero qué dices? ¡Qué seas una de las amigas de mi hermana no me convierte en tu hermano! Esto de la pubertad os tiene locas. — Contestó sin reparo.

— ¿Eh? ¿Amiga de tu hermana? — Dije con el ceño fruncido.

— Bueno hoy sois amigas, mañana os odiáis. Ya sabemos cómo sois la juventud de mal empleadas. Jugáis con vuestros propios sentimientos... [bla bla bla] — Ya no seguí escuchando que trataba de contarme Charlie. Me quedé en el momento que dijo que yo no era su hermana, incluso una desconocida medio amiga de la que él creía que era su hermana. Vaya lío. Que cabeza.

De repente pasó su mano por delante de mis ojos:

— ¿Estás ahí? ¿Me oyes? ¿Lía? — Dijo.

¿Ha dicho Lía? Ah. Quizá fue un sueño y sí que eramos hermanos en esta realidad y todo está bien de nuevo...y yo seguía soñando porque continuó con su frase:

— Mi hermana no tardará en llegar, puedes esperar dentro si te apetece.

— Vale. — Contesté. Disgustada y a la vez demasiado triste. Cada realidad y viaje en el pasado era más cruel conmigo. No conseguía equilibrar ambos mundos.

Detrás de mí entró Charlie. Y cuando me dirigía hacia el comedor vi de nuevo la mariposa, recostada en al lado de la pata de un mueble del recibidor. Fui a cogerla antes de que me viera para así si las cosas se complicaban podría desaparecer del mapa. Aunque no tuviera rumbo. Para disimular dije:

— ¿Charlie, qué día es hoy?

— 28 de julio. ¿Lía te encuentras bien? — Compuso al final.

— Sí claro. Todo bien. Es que el sol me ha dejado un poco aturdida y ahora no sabía si era 27 o 28. — Contesté medio en sonrisa y riendo como una estúpida. ¿Sabes cuánto tardará tu hermana? Es que tengo algo de prisa. — Solté de nuevo.

— Pues salimos juntos desde allí. Ella además fue en moto, no creo que tarde. Ya debería haber llegado, quizá paró. — Respondió.

—Vale. Está bien. Esperaré algo más. — Dije aun esperando saber quién era su hermana.

Ya me incomodaba estar allí, en realidad era mi casa pero no podía tocar nada. Y el problema llegó después. ¿Entonces donde se supone que vivo yo? Ahora sí que era un agujero negro sin fin. Me acerqué a la una librería en el comedor donde esperaba a la supuesta hermana de Charlie y empecé a ver los libros que había. De golpe volví a ver uno familiar: el libro de la mariposa, el que había escrito mi abuelo. Pensé que lo había perdido y en realidad estaba aquí. Lo cogí y también prestada una bolsa que encontré reposada en una silla ahí mismo  y al ver que no venía nadie decidí decirle a Charlie que me marchaba, que volvería en otro momento.

— Charlie, lo siento. Debo irme. Me esperan y me sabe mal. — Dije mintiendo. Únicamente podía ir a ver dónde estaba Sophie. No tenía salida.

— Vale Lía. Le diré a mi hermana que has venido. ¡Pero no entiendo dónde se habrá metido! — Dijo entre dientes. Parecía preocupado.

Me disponía a salir y sonó el teléfono de la casa. Charlie estaba preocupado por lo que alguien le decía desde el otro lado de la línea. Estaba a punto de cerrar la puerta cuando Charlie chilló y me hizo retroceder. Entré de nuevo:

— ¿Qué pasa? — Dije angustiada.

— ¡A mi hermana la ha atropellado un coche! Debo ir corriendo al hospital. ¡No puede ser! Ya me extrañaba que no llegara. ¿Cómo conduzco yo ahora con estos nervios? Aii. ¿Por qué volvió en la moto?

— Si quieres conduzco yo Charlie. No hay problema. Pero debemos ir en tu coche ya que bien a pie hasta aquí. — Contesté al verle tan aturdido.

— Gracias. Me harás un favor. Gracias — No dejaba de repetir. — Démonos prisa por favor. — Añadió.

— Sí, claro. Vamos. — Repliqué. Estaba perdido. No sabía que paso dar y le cogí de la mano hasta llevarlo al coche. Yo en mis pensamientos solo creía en saber dónde estaba Sophie, pero en aquel momento en el cual vi a Charlie tan preocupado por los suyos, no pude evitar dejar caer ciertas lágrimas por mi dorso. Al pensar que el no creía en que yo era su hermana, pero yo sí lo sabía.

En pocos minutos llegamos al hospital, excedí en algún momento la velocidad pero sin causar altercados a mi paso. Solo pretendía tranquilizar a Charlie cuando la viera. Lo que no sabía era cual sería la sorpresa que me llevaría yo al verla también.


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¿Me echabais de menos? Yo sí|| vuestras lecturas y votos!!

MILgracias por vuestra comprensión!!

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