Capítulo19: La nada o todo

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Empecé a buscar respuestas en mi nuevo paradero. Pero nada. Estaba sola, desolada. El lugar era distinto. Cada vez que ocurría la vuelta al pasado o a casa, me encontraba en un baño o encerrada entre 4 paredes. Esta vez no, estaba en medio de la nada. No había exactamente más que hierba verde, muy muy verde, y flores. No entendía donde me encontraba y porque estaba donde estaba. Y entonces empezaron las preguntas a resonar de nuevo en mi mente. ¿Estaré aquí por haber tirado el ramo de flores? ¿Son ellas la causa del descontrol en este justo instante? Y mis piernas empezaron a agilizarse. Debía ir a buscar a alguien o algo en ese lugar. A mi paso solo lograba ver algún que otro animalillo corretear por mis alrededores pero poco más. Llegué a un punto en el cual no podía seguir avanzando, un acantilado enorme resurgía de debajo de mí. <¡Ups! ¡Ni un paso más Baby!> mi mente gritaba. La respiración empezó a notarse fuerte dentro de mí. Paré y volví a contemplar mí alrededor. Era impresionante, podía ver las puntas de las montañas más lejanas cubiertas con un tul blanco embellecido, los arboles más cercanos verdes y sanos. Corría una brisa suave que me hizo cerrar los ojos y poder escuchar que más habitaba allí. Cientos de cacareos de animales inundaban el valle. Y me relajé. Detrás de mí, seguía habiendo hierba y reposé mi cuerpo en ella dejándome sentir por la naturaleza. Era increíble encontrarme ahí, descansando, parecía mentira. ¿Pero es lo que realmente quiero ahora mismo? ¡No puedo quedarme aquí con todo lo que sucede en mi mundo! ¿Cómo iba a marcharme? ¿Dónde había instrucciones sobre la salida de este nuevo comienzo? Calma. Quizá estoy aquí por alguna razón. Seguiré buscando. Pensé en mis adentros, en realidad era el paisaje el que hacía pensar en positivo y dejar atrás lo malo.

Seguí caminando hasta que mis piernas dijeron basta. Y frotándome los ojos vi lo que parecía un lago con una pequeña cascada. Al rodearlo pude fijarme en que también había un caballo de color marrón miel con un estupendo pelaje, que movía la cola y a su vez comía de un gran cuenco de madera. <Si hay caballo, hay alguien, ¡Lía corre!> mi subconsciente de nuevo en acción. Pero mis piernas salieron deprisa después de su orden. Corrí desesperadamente pero no tenía opción de llegar a la casa, era como dar vueltas en círculo. Una vez pasmada a un lado de la cascada, encima de unas rocas pensé <Mi única opción es saltar> y sin volver a pensarlo dos veces, salté. Los minutos hasta llegar al agua se hicieron más eternos de lo esperado, y llegó el momento en el cual el contacto con el agua fue fulminante. Noté cada gota tocando mi cuerpo y como éste se sumergía sin reparo en tan solo 2 segundos. No veía el momento de respirar, estaba casi sin aire, quizá en un parón de demasiada tranquilidad en aquella circunstancia, pero el receso volvió y mi cuerpo recuperó las fuerzas para salir del agua de inmediato. Mis manos fueron las primeras en contactar con el aire, esa brisa cada vez más fría. Hasta medio cuerpo tocado por el sol, nadé hasta la orilla. Al Salir del agua calor era la palabra en la que mi cuerpo quería refugiarse, pero únicamente notaba el frío. Una puerta color madera vieja y con astillas se abrió al son de mis pasos y de allí salió un viejecita con una manta.

— Pequeña, ¿De dónde sales? Nadie viene a verme hace mucho tiempo, ¿Cómo saltaste desde tan arriba? — Dijo al taparme con la manta por encima. ¿Tan arriba? Me giré al oír esas palabras y miré la cascada de esta misma perspectiva, sin susto alguno. Pude contemplar que por lo menos habían hasta el suelo veinticinco metros. Desde el otro lado del valle la distancia parecía más corta.

— Mmm — Me reí y la señora sonrió a mi compás.

— Ven guapa, aquí dentro entrarás en calor. — Y me acompañó hasta dentro de la casa. Aunque por fuera se viera muy vieja y con algunos desperfectos, al entrar era totalmente diferente. Justo en la entrada tenía una gran butaca sin respaldo de color morada dónde se suponía que debías sentarte a quitarte los zapatos. Al lado, un gran armario lleno de estos, de zapatillas de andar por casa, casi sin estrenar y botas de montaña y nieve.

¿Volvemos a empezar? © [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora