Capítulo 21: miedo a la oscuridad

94 14 11
                                    


Sentí un fuerte olor, un olor a tóxico. Un desplegué de lejía con algún otro producto. Lo sé, cloroformo. Cloroformo es la sustancia que hizo desmayarme. Solo lo noté dos segundos.

Intenté abrir los ojos, muy despacio. Había una tremenda luz enfocando mi cara. No conseguía ver nada, ni a alrededor ni a mí misma. Empecé a reaccionar lentamente, pero mi cuerpo pesaba y los párpados me dolían en cantidad. No podía abrir los ojos.

— ¡Shhhh, Lía! Deja de quejarte. Vas hacer que nos oiga y regrese. — Me dijo alguien que se situaba a mi lado.

— ¿Cómo? ¿Quién eres? No veo nada. ¿Dónde estoy? — Dije yo para contestar la voz.

—¡Calla! ¿No nos ha hecho suficiente daño ya? ¿Quieres que siga? — Repitió la voz de niña.

Me giré hacia donde ella se situaba pero no conseguía ver más que sus pies descalzos en el terrible frío suelo. Y con voz suave dejé ir:

— ¿Me dices dónde estamos?  No quiero ser mal educada, pero estoy empezando a tener miedo.

— ¿Lía? ¿Pero de qué estás hablando? Llevamos en este sitio más de 5 años. Y sabes que aquí se vive así. Por cada pregunta sin contestarles o incluso una sola mala cara te castigan. Así son ellos. No entiendo si es que esta vez te diste en la cabeza, pero ahora piensa y sácanos de aquí.

De repente se escucharon pasos, lentos pero muy fuertes contra el suelo. Cada vez más cercas.

— Oh no, Lía. Nos han escuchado. — Dijo la niña de nuevo.

— ¿Qué? ¿Quiénes son? — Dije con desesperación, me sentía culpable.

Y los pasos se pararon firmemente delante de nosotras. Escuché el ruido de un pomo y girando a su vez entró alguien. Por las pisadas creí que era grande, y no me equivocaba pero mi sorpresa aún fue peor cuando entró. No conseguía verle, mis fuerzas estaban a cero y los parpados cada vez más pesados, pero el olor que desprendía ese ser era escalofriante. No conseguía aguantar mis ganas de vómito, esta vez, suerte del cloroformo creía que mi cuerpo estaba mejor así.

— Déjenos tranquilas. Nos...portaremos...bien. Sí...¿Verdad Lía? Se lo prometo. — Con mucho miedo intentaba decir entre dientes la niña que andaba conmigo en aquel lugar, aún por saber quién era.

— Cállate niña. Sois escoria. Aquí no existen los cuentos de hadas y os lo habéis ganado. — El grandullón soltó acompañando una bofetada en la cara de ella. Sonó más fuerte incluso, que las pisadas que daba al caminar. Únicamente hizo eso y se volvió a marchar. Esta vez sí, cerrando la puerta con llave.

Vi que la realidad se volvía alejar de mis expectativas. Esta vez, no era un bonito paraje el que me esperaba. Quizá había tocado fondo con la mariposa. Ya no pensaba en ella, tal era mi desconcierto con el lugar que solo quería saber más.

— ¿Quién eres? — Dije intentando mirarla.

— ¿Cómo? Lía, para de decir idioteces. Sácanos de aquí. — Dijo con tono repelente. Como si eso ya lo hubiéramos hecho antes. Como si estar allí no cayera como cosa nueva. Como un ¿Volvemos a empezar? Y no acabemos aquí.

—¿Yo? ¿Y por qué yo, exactamente? — Dije de forma chulesca, como si ella pensara que era un dios o algo por el estilo.

— Lía, por favor. Te conoces este lugar al pie de la letra. Y siempre tienes las mejores ideas para salir del aula del castigo. No aguanto más aquí ni este colegio. ¿Tu si? — Dijo con la voz más apagada del momento.

Volví a mirarla. Intenté abrir los ojos. ¿Pero, que vi? Era...Era...Noa. Me fregué los ojos unas cuantas veces, pero seguía viendo lo mismo. Su dulce cara mirándome con gestos de miedo y desesperación. Aún apoyaba su mano encima de la mejilla, del dolor agudo que seguía sintiendo después de la bofetada.

¿Volvemos a empezar? © [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora